Personajes por Andalucía

«Tengo fotos que, si se ven, se formaría un lío»

Manuel Gallardo, fotógrafo. Si le preguntas por la Semana Santa o la Feria te dirá que, por encima de todo, ama a Sevilla, a toda Sevilla. Viene de vuelta con la ilusión siempre del principiante y ha disparado millones de veces sus máquinas y sus emociones

04 oct 2017 / 00:01 h - Actualizado: 04 oct 2017 / 07:14 h.
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  • Víctor García-Rayo y el fotógrafo Manolo Gallardo durante la entrevista. / Fotos Manuel Gómez
    Víctor García-Rayo y el fotógrafo Manolo Gallardo durante la entrevista. / Fotos Manuel Gómez

Sus ojos han visto famosos en apuros y apuros de famosos. Ha retratado acuerdos y desacuerdos, conoce historias que prefiere callar y tiene setenta y siete años de sevillanía sobre los hombros. Manolo Gallardo acumula muchos kilómetros en moto siguiendo la noticia y ha dejado sus huellas en miles de alfombras de salones de lujo, del cine y la política. Notario del papel de foto del Hotel Alfonso XIII y amplio conocedor del mundo del corazón en la prensa, Manolo Gallardo inaugura exposición y sueños. Es incansable y anuncia que dejará su legado a su sobrino Juan Mari, capataz de la cofradía de La Candelaria.

La entrevista tiene lugar en el Cortijo de la Gota de Leche, y precisamente a este lugar venía a jugar, siendo niño, el incombustible Manolo Gallardo, el mismo de los populares premios de la Feria de Abril con esos giraldillos que él regala como nadie.

Hoy ha regresado a este lugar que él conoce todavía como los Montes negros porque así le puso la chavalería a este lugar a final de la Avenida de Kansas City. Viene arreglado, como ha ido siempre a todos los sitios, y se ha sentado para hablar de fotografía y, sobre todo, de vivencias personales.

—¿De verdad conoció Gallardo este cortijo cuando era vaquería?

—Y tanto. Vivía en la calle Santiago y veníamos aquí a jugar. Lo llamábamos los Montes negros. Yo cogía por la calle Saturno donde estaba la antigua cochera de Renfe y desde ahí me venía hasta este lugar. Lo llamábamos así porque era tierra negra todo esto. Y ahí detrás había una alberca para bañarnos. Cómo no acordarme.

—Sus ojos han visto transformarse a Sevilla.

—Hombre, he visto pasar el tranvía por la calle Tetúan o dar la vuelta en La Campana. Nací en 1940 en la calle San Luis y más tarde me crié en el Corral del Conde.

—¿Recuerda la primera vez que hizo una foto?

—La primera vez la hice con una Retinette (Kodak introducida en España en los años 40) y fue en las fiestas típicas de Cádiz. Me llamaron para hacer el Batallón de Cádiz. Entonces era la nieta de Franco la que mandaba en el batallón. Llevo casi sesenta años haciendo fotos y te aseguro que si yo sacara algunas fotos que tengo guardadas se formaría un lío.

—Pero no me dirá cuáles son...

—No.

—¿De ninguna manera?

—No.

—Y no me las va a enseñar..

—No.

—¿Y tampoco las ha visto nadie?

—Hace poco, por ejemplo, salieron unas fotografías de cuando Lady Di estuvo en el Hotel Alfonso XIII. Dejaron que ella sola tomara el sol en la piscina, tranquila. Tengo fotos de ese momento y no las publicaría por nada del mundo. Yo tengo las fotos de la princesa de Gales tomando allí el sol. Han salido algunas pero no son las mías, que tengo muchas. Ya te lo he dicho pero, si me preguntan por esas fotos, negaré siempre que te haya contado la verdad.

—¿Los Reyes y las Reinas son tan normales como aparentan?

—Y tanto. Una anécdota, mira. Un día ibamos en la vespa Félix Gómez y yo, siguiendo a la comitiva del Rey que había estado en el Gran Poder, en la Macarena, y ya íbamos dirección a Triana. La moto nuestra resbaló con una acera, derrapamos y nos fuimos al suelo. La comitiva paró y se interesaron por nosotros. Más tarde, después de la misa, se me acercó el Rey, se preocupó por Félix y por mí, y me dijo: «Desde luego, Gallardo, hay que ser carajote para caerse en Sevilla».

—¿Cómo se lleva con los paparazzi?

—Salieron con fuerza a partir del 92 y yo les he visto hasta provocar peleas entre famosos para provocar fotos y repartirse los beneficios. Los que hemos sido fijos en algunas revistas no hemos necesitados esas cosas. Yo he sido feliz. No hay una puerta en Sevilla a la que haya llamado y no me la hayan abierto.

—¿Era tan buena persona la Duquesa de Alba como dicen?

—Cayetana era todavía mejor persona que Duquesa. Yo hice con ella muchas cosas y fui muy amigo de Jesús Aguirre, que me demostró ser mi amigo de verdad... ¿te cuento una anécdota?

—Claro.

—Un día estaba Enrique El Cojo dándole clases de baile a doña Cayetana en el Palacio de las Dueñas. De repente, Enrique se para a mirarla y le dice: Señora Duquesa, que yo soy cojo pero no tiene usted que pegar las cojetás que pego yo en las vueltas, en eso no se fije... (risas).

—¿Qué opina del tratamiento digital de las fotografías?

—Eso debía de estar condenado. Me refiero a manipular, tocar o superponer personas o caras. Cambiar de verdad una foto debería estar condenado. Una cosa es un retoque, pero esos montajes no deberían estar permitidos. Se hacen barbaridades.

—¿Hay mucha mentira en la foto?

—Mucha.

—¿Cuánto es lo máximo que le han pagado por una fotografíal?

—En 1980 estaba yo en Ceuta cubriendo un evento con gente de Sevilla y recibí una llamada de Manuel Prado y Colón de Carvajal. Me dijo que, como me debía una, me la iba a devolver. Al día siguiente tenía que estar en su finca en Huelva para vivir una jornada de cacería. Tuve que tirar de mi amistad con el comisario Pepe Aulet (qepd) para que el barco me esperara y llegar a tiempo a la península. En la finca me encontré al Presidente francés Giscard D´Estaing, al Conde de Barcelona, al hermano de Colón de Carvajal que lo acababa de soltar la ETA... aquello era importante. Hice una foto de D´Estaing con el rifle en el brazo y algunos más. Aquella foto la vendimos Jaime Peñafiel y yo a la revista Paris Match. Nos pagaron 375.000 pesetas de la época y la adquirieron para guardarla. Se quedaron la foto y no se publicó.

—¿Qué foto no pudo hacer y le gustaría?

—He hecho millones de fotos a tantos personajes que... Yo le hice fotos a Juan Pablo II en Sevilla, en uno de sus viajes, pero a quien me gustaría de verdad sacar con mi cámara sería al Papa Francisco...y hablar sólo tres minutos con él. Ese hombre dejará su marca en la historia. Seguro.

—¿Conoció mucho a Paquirri y a la Pantoja, verdad?

—Muy cerca siempre de Paco, sí. He viajado con él, fuimos muy amigos, y yo siempre le recordaré. En todos sus momentos importantes estuve presente. En bodas, accidentes, decisiones... le presenté a Isabel Pantoja

—¿Y eso, cómo fue?

—Yo estaba en Jerez cubriendo la feria de mayo, la feria del caballo de Jerez de la Frontera, y toreaba Paquirri. Me encontré con Pulpón, Isabel Pantoja y su madre. Iban en un Impala, me acuerdo. Tomamos café y luego fuimos al Hotel Jerez. En el hall del hotel estaban Isabel Pantoja y su madre. Yo conté que era amigo de Paco y entonces Isabel me pidió que se lo presentara si de verdad yo lo conocía. Subí con ella a la habitación 123 del Hotel Jerez y pedí permiso por si Paco estaba visible. Salió con un albornoz blanco del hotel y le presenté a Isabel. Él le dijo que había escuchado varios discos suyos. Los dejé hablando. Al día siguiente ya volvieron a coincidir en Granada. Hablaba Isabel maravillas de Paco y comenzaron a verse y a quedar. Vino ya todo después.

—¿Y Carmina?

—Pues mira, Carmina fue el amor de verdad de la vida de Paco. Te voy a contar una cosa. El día que Francisco Rivera Perez se estaba vistiendo en el hotel para su boda le hice una pregunta muy comprometida.

—¿Me dice la pregunta?

—Le dije que si apareciera Carmina en ese momento qué pasaría.

—¿Y?

—Me dijo sin dudarlo que se iría con ella donde ella dijera. Paquirri estaba super enamorado de esa mujer. Un día le pregunté además a Carmuca (madre de Carmina) que por qué trataba con tanta delicadeza a Paco. Y ella me conestó que si pusiera en una balanza a su hija Carmina y a su Paco no sabría con quién quedarse. Lo adoraba también. Le decía su hijo Francisco.

—¿Cuánto dinero vale su archivo fotográfico, el suyo, el que tenga en su casa?

—Uf. Ya no hay archivo, ya está todo metido, en esto, en pendrive. Y eso no se puede vender por nada del mundo. Yo he tenido a lo largo de mi vida ocasiones y momentos de necesidad en los que vender material del mío me hubiera salvado de cualquier inconveniente. Lo necesité muchas veces y estuve tentado de hacerlo. Imagina las vueltas que da la vida de una persona. Pero no lo hice, nunca. Si lo hubiera hecho es como si hubiera traicionado a las personas que un día me abrieron las puertas de su casa. Siempre lo he sentido de esa manera, como una traición si yo lo vendía. Mi archivo pasará en su día a las manos de mi sobrino y lo que hice seguirá yendo conmigo para siempre, no servirá para otras cosas.

—De todo ese material que tiene, ¿qué le gusta volver a repsar, ver de nuevo y recordar?

—Pues mira, me encantan los recuerdos que he vivido con Paquirri, muchos de ellos con Ramón Vila que era también como un hermano para Paco. Yo estuve en su boda con Carmina, cerca de él en su separación, y en tantos momentos con Paquirri que me gusta recordarlo porque pasa el tiempo pero lo sigo echando de menos. También me gusta recordar mucho a Rocío Jurado, una gran persona. En Chipiona prácticamente eramos vecinos. El problema de Rocío siempre fue la canalla que le rodeaba. Y si hay alguien que de verdad ha querido Rocío se llama Pedro Carrasco.

—¿Y Ortega Cano?

—(Pausa) Bueno... es que Ortega ha sido su marido, sí, pero ya está. El amor de la vida de Rocío ha sido Pedro Carrasco.

—¿Es usted más de Semana Santa o de Feria?

—Yo soy sevillano y me gustan las cosas de Sevilla. Mi caseta, mis premios, mi gente. Por cierto, que me acuerdo de un premio que le dimos a don Antonio Morera Vallejo al poco tiempo de comprar El Correo de Andalucía. La verdad es que yo tengo además una muy buena relación con esta casa, y con don Antonio y también con Chary. He estado incluso en su finca y un día casi me quedo dormido allí de las horas que estuvimos. A mí me han dado a ganar mucho dinero y les estoy muy agradecido además por las cosas que hacen por Sevilla. Yo me siento muy de la tierra y he visto a personas que se han portado muy bien con Sevilla y también conmigo. Te repito que jamás tuve un problema, nunca me cerraron una puerta. Siempre que llamó Gallardo, se abrió.