Una tierra donde vivir y alimento suficiente, son la esencia de la matriz ambiental de la ecología del ser humano. Actualmente muchas personas no tienen tierra ni alimento. El Pontificio Consejo «Justicia y Paz» adhiriéndose a la exhortación del papa Francisco de encontrar la manera de que todos puedan beneficiarse de los frutos de la tierra, y sabiendo que el hambre en el mundo subsiste por décadas de causas estructurales, a las que se unen causas coyunturales, ha editado un libro titulado Tierra y Alimento (2016, Librería Editrice Vaticana. De acuerdo con la Doctrina Social de la Iglesia, el derecho a los alimentos es un derecho humano fundamental. Para «Justicia y Paz» el título del libro reúne dos realidades: la primera se refiere a la organización de la producción y el uso de los recursos; la segunda, a la distribución y los estilos de vida. Ambas cuestiones son relevantes.
El papa Francisco, en su discurso de la FAO con ocasión de la II Conferencia Internacional sobre la Nutrición, celebrada en Roma en el año 2014, manifestó que hay pocos temas sobre los que se esgrimen tantos sofismas como los que se dicen sobre el hambre; pocos asuntos tan susceptibles de ser manipulados por los datos, las estadísticas, las exigencias de seguridad nacional, la corrupción o un reclamo lastimero a la crisis económica. El libro objeto de esta tribuna está prologado por Peter K.A. Cardenal Turkson y Mario Toso. El Cardenal Turkson es el responsable del Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral, instituido por el Papa en el año 2016. Se expone en la citada introducción la importancia de considerar los temas relacionados con los recursos naturales y los alimentos y su vocación específica al bien común de la familia humana, estableciéndose con precisión el objetivo de un desarrollo inclusivo y sostenible para todos basado en el destino universal de los recursos naturales. Como ya hemos indicado, la pobreza, la insostenibilidad y el hambre tienen causas estructurales algunas muy antiguas, pero también causas coyunturales, más actuales y cambiantes.
Ya Juan Pablo II manifestaba que el hambre es la primera y fundamental forma de indigencia. El destino universal de los bienes, por ejemplo tierra y alimento, está relacionado con el principio del bien común, que no debe ser confundido con el bien de cualquier minoría, con la razón de Estado o con la maximización del producto bruto mundial. El Catecismo de la Iglesia Católica dice que el bien común es el conjunto de aquellas condiciones de la vida social que permiten a los grupos y a cada uno de sus miembros conseguir más plena y fácilmente su propia perfección. La cuestión de la falta de desarrollo en muchas zonas del planeta, manifiesta el libro citado, constituye una amenaza para la paz por muchas razones, por ejemplo: mala gestión y acaparamiento de recursos, protección inadecuada de los derechos humanos, carencias en los sistemas educativos y sanitarios, inseguridad, mercados que favorecen las desigualdades, poderes públicos corruptos. En las conclusiones del libro se puede leer que cambiar el modelo de desarrollo actual que explota irresponsablemente la naturaleza, impidiendo el acceso a tierra y alimento de muchas personas, aumenta desperdicios y exclusiones, en el marco de una falsa escala de valores. Avanzar el desarrollo de la producción sostenible generalizada, con acceso a alimentos de toda la humanidad con un tierra, fuente de recursos, donde poder vivir libre y adecuadamente. Es la idea de Desarrollo Humano Integral del papa Francisco. Tierra, alimento y paz. La humanidad no vivirá en paz, indica el Papa, hasta que el hambre no sea derrotada.
Dos conceptos son fundamentales: soberanía alimentaria y seguridad alimentaria. La seguridad alimentaria, de acuerdo con la FAO, existe cuando todas las personas, en todo momento, tienen acceso físico, social y económicos a suficientes alimento, seguros y nutritivos, capaces de garantizar una vida activa y saludable, respetando sus preferencias. El término soberanía alimentaria se refiere al derecho de que cada pueblo o nación definir sus propias políticas de producción, distribución y consumo. Existe hoy un neomaltusianismo desorientador, de acuerdo con el libro que cometamos. Existen argumentos y proyectos basados sobre el supuesto de que una población numerosa constituye un obstáculo para el desarrollo y una amenaza para la seguridad alimentaria en un planeta con recursos limitados. Pero esto es un táctica para desviar la atención del comportamiento de los grandes consumidores.
En el planeta hay espacio para todos, tierra para cada uno y alimentos para saciar el hambre del conjunto de la humanidad. Guerras, fronteras sin misericordia y desigualdad en la distribución de los recursos, incluidos los alimentarios vuelven el mundo muy injusto, haciendo que la tierra y el alimento no sean accesibles por igual para todos los seres humanos. Por ello otra forma de desarrollo es necesaria para poder afrontar el futuro de una forma más justa y equitativa, donde el sufrimiento no sea la constante vital de un gran número de personas sin esperanza ni consuelo. Tierra y alimento son dos cuestiones básicas que no están al alcance de muchos seres humanos. Pero podemos cambiar el modelo imperante y alcanzar un verdadero desarrollo colectivo.