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Actualizado: 31 jul 2016 / 19:48 h.
  • Un pescador preparado para capturar angulas. / El Correo
    Un pescador preparado para capturar angulas. / El Correo

Desde el año 2011 en Andalucía está prohibida la pesca de la angula, el alevín de la anguila y, por extensión, su compra y venta. El Plan de Recuperación de la Anguila en el Guadalquivir recogió así las preocupaciones de la Comisión Europea que detectó en 2008 de que si no se actuaba para proteger esta especie acabaría desapareciendo. A partir de ahí, cada comunidad autónoma ha establecido su plan de recuperación y, en el caso andaluz, se decretó una moratoria total de pesca de angulas durante 10 años, de 2011 a 2021. Aunque todavía estamos en su ecuador, muchos riacheros, la gran mayoría con embarcaciones y artes de pesca ilegales (sin documentación), no recibieron bien esta prohibición y han seguido echando sus artes al río saltándose la moratoria durante todo este tiempo. Pero la comercialización de la angula se ha ido reduciendo cada vez más y ha desarrollado un mercado negro con toda una mafia dedicada a este negocio ilegal.


UNO DE LOS PECES MÁS CAROS

La angula es uno de los peces más caros del mundo. El kilo de angula puede rondar los 600 euros en determinadas ocasiones, pero estas cantidades se multiplican por tres o cuatro en Asia, por lo tanto el negocio es transportarlas a esta zona. El negocio ilegal de la comercialización de la anguila funciona de manera similar al del narcotráfico, con personas que hacen de mulas para transportar los kilos de angulas vivas en las maletas hasta Asia. Una vez allí se cultivan para la acuicultura, multiplicándose la inversión por 10 o 15. El negocio es muy rentable llegándose a ganar elevadas sumas de dinero.

Eso convierte a este alevín de anguila en un manjar no solo prohibitivo en el precio, sino también prohibido en su comercio. El investigador principal que dio la alarma sobre los efectos de la pesca de angulas en el Guadalquivir es el catedrático de Zoología de la Universidad de Córdoba, Carlos Fernández Delgado. Este investigador presentó unos datos irrefutables sobre los daños que tiene la pesca de la angula, no sólo para esta población, sino también para otras de interés comercial en el estuario del Guadalquivir, como el boquerón, la sardina, el róbalo, el langostino o la corvina, entre una lista de más de 20 especies. La estrechísima malla que se usa para capturar angulas, de un milímetro de luz, convierte este arte de pesca en un auténtico colador del que no escapa nada, ni los alevines de otras especies, con lo que en la práctica se estaba esquilmando la zona de cría y engorde más importante del Golfo de Cádiz. De hecho, la zona de pesca de angula es una zona muy sensible biológicamente para al menos 134 especies de invertebrados y vertebrados acuáticos.

Las sucesivas operaciones de la Guardia Civil para tratar de retirar las artes de pesca prohibidas, entre las que se han incautado nasas, cedazos, cucharones de popa o corianas, además de inmovilizar una treintena de barcos en cada operación, han lanzado a la clandestinidad más absoluta a los pescadores de angulas, que han creado toda una red mafiosa que la Guardia Civil está tratando de desarticular. Y mientras, se dan situaciones más propias del narcotráfico que de la comercialización de productos pesqueros, como deshacerse de la mercancía (angulas) tirándola por el desagüe ante una inspección policial, como sucedió en una conocida empresa de productos acuícolas de Isla Mayor (Sevilla).

El año pasado una gran operación de la Guardia Cilvil denominada Black Glass, llevada a cabo en Madrid, desarticuló una red de contrabando de angulas integrada por 20 personas que exportó ilegalmente más de 2.500 kilos de angulas, cuyo valor final podría fácilmente superar los 4 millones de euros según la contabilidad B del clan, en su mayoría de nacionalidad china. No son operaciones anecdóticas, sino un entramado mafioso de operaciones de tráfico de angulas que llegan a superar la tonelada de angulas decomisadas y que tratan de buscar los mercados asiáticos a través de Portugal. Una trama internacional en la que se blanquean las partidas con facturas ilegales que acrediten otras procedencias donde sí se permite la captura de angulas.

En uno de los decomisos cuando empezó a fraguarse esta red de tráfico ilegal se confiscaron 40 kilos de angulas, que se entregaron a la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía para su cría y posterior suelta en los ríos andaluces. «Se trata de actuaciones para lograr recuperar la especie», apunta el coordinador científico del programa de recuperación, el profesor Carlos Fernández Delgado. De hecho, desde que empezó el plan de recuperación de la anguila se han soltado más de 40.000 individuos y se trabaja en lograr una mejor permeabilización de las barreras que encuentran para su dispersión. Pero tal vez, lo más efectivo, desde el punto de vista social, esté siendo la realización de acuerdos con pescadores y acuicultores, para que la producción en piscifactoria se divida entre una parte para el consumo, legalizando esas partidas, y otra parte de la producción destinada a repoblar las aguas ribereñas.

«Por ser una especie que se reproduce a 6.000 kilómetros de distancia, las medidas conservacionistas a nivel local apenas tienen una recompensa», explica este catedrático de Zoología de la Universidad de Córdoba. Sin embargo, todos los indicios apuntan a un incremento de anguilas en Andalucía, debido fundamentalmente al hecho de disminuir la presión de pesca tanto sobre la anguila como sobre la angula. «La recuperación de la especie es otro cantar», explica Carlos Fernández Delgado que aclara que «se debe a una acción global de todos los países implicados, como así se está haciendo». Sin embargo, «aún es pronto y por ahora no hay indicios científicos de la recuperación de la especie a nivel global».

Mientras, el seguimiento del plan de recuperación sigue siendo una tarea complicada, como acredita el hecho de que el barco destinado a hacer sondeos de la especie y analizar los parámetros científicos, hace más de tres años que desapareció y no se sabe nada de él: «Estamos convencidos de que lo han hundido», explicaba Carlos Fernández Delgado, un científico que nunca imaginó que la suya se convertiría en una profesión de riesgo.