El Tabaco se esfuma del campo andaluz

Se vende la mitad que hace diez años, el contrabando y el cigarrillo electrónico lo atenazan, pero el tabaco sigue siendo un buen negocio para multinacionales y arcas públicas. No para el agricultor

11 ene 2016 / 19:54 h - Actualizado: 11 ene 2016 / 19:47 h.
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  • Restos de lo que fue tiempo atrás una fructífera plantación de tabaco en la Vega de Granada, en situación límite. / josemanuelfv
    Restos de lo que fue tiempo atrás una fructífera plantación de tabaco en la Vega de Granada, en situación límite. / josemanuelfv
  • Hojas de tabaco en un secadero de la comarca de la Vega de Granada. / El Correo
    Hojas de tabaco en un secadero de la comarca de la Vega de Granada. / El Correo

Entre el verde campo y las grises choperas, cercanos a arroyos o acequias, se levantan los secaderos de la Vega de Granada, huellas de un cultivo que muere día a día. Igual que las más de 50.000 personas que cada año fallecen en España por culpa del tabaquismo, que mata más que el sida, el alcohol, las drogas ilegales y los accidentes de tráfico juntos. El tabaco se vende menos, está peor visto –dejar de fumar es un clásico ya en las listas de nuevos propósitos para 2016–, la industria se enfrenta a un fuerte contrabando y al cigarrillo electrónico, pero sigue siendo un buen negocio: para las multinacionales y para las arcas públicas.

No para los agricultores. En Andalucía están «en una situación límite». La Vega de Granada producía en 2002 más de cinco millones de kilos de tabaco, pero en 2015 fueron 590.000 kilos, la mitad que un año antes. Estos son los datos de la asociación que aglutina a los productores granadinos, que aseguran tener dos alternativas para «seguir resistiendo»: «Apostar por otro cultivo o vender a países como Bulgaria, Rumanía, Rusia y Ucrania». A ellos llegó el pasado año el 30 por ciento de la producción granadina, según el gerente de la asociación de productores, Cristóbal Blanco.

El problema de estos agricultores no sólo es que el consumo de tabaco haya caído en España –a la mitad en una década– fruto de la concienciación social y de las leyes antitabaco (en 2006 y 2011 se prohibió, primero, fumar en los lugares de trabajo y, después, en cualquier local abierto al público), sino que el tabaco negro (tipo Burley) está vetado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y las características del suelo granadino y su estructura no permiten sembrar otro tipo, según Blanco. «La empresa que nos compraba el tabaco dice que el Burley ya no tiene comercialización. En 2014 ya se nos quedaron 400.000 kilos sin destino, así que optamos por buscar clientes alternativos fuera de España. Dicen que desapareció el fumador de tabaco negro, pero nosotros creemos que comprador hay, aunque es necesario buscarlo», añade tras explicar que la OMS aconseja dejar de producir la mezcla más popular, la American Blend –con tabacos Virginia, Burley y Oriental– porque «admite la salsa para modificar los sabores».

En cuando a la búsqueda de un cultivo alternativo, es casi otra misión imposible porque hasta ahora el tabaco daba trabajo «14 meses al año». «En febrero se entrega el tabaco del año pasado, mientras que el espárrago verde que prolifera ahora por estos campos –lamenta– sólo da un par de meses de labor».

Con un siglo de historia

La consecuencia de esta mala situación: la pérdida de empleos. El cultivo del tabaco genera unos 150 jornales por hectárea, lo que se traduce en que durante el pasado año dio trabajo a 320 personas en la Vega de Granada, «la mitad que el año pasado». De hecho, en algo más de una década se pasaron de más de 202.000 jornales (1.350 hectáreas cultivadas) a 28.800 (192 hectáreas).

No es un cultivo rentable y hasta ahora se mantenía gracias a las ayudas, que terminaron en 2015, «agravando todavía más la situación». «El mejor precio que logramos el pasado año fue 1,46 euros el kilo, más IVA, así que los que ganan son las multinacionales que venden ese kilo, equivalente a 50 cajetillas, a más de 200 euros» y las arcas públicas, que se llevan el 80 por ciento en impuestos.

En España se cultiva sólo el 10 por ciento de lo que se consume, más de 34 millones de kilos, de los que el 1,5 por ciento se planta en la Vega de Granada (590.000 kilos). El resto se localiza en Cáceres, si bien también hay una plantación en Peñaflor (Sevilla) –que produce 2.500 kilos anuales– y en Ávila. «El 90 por ciento de lo que consumimos en España se importa de Malawi, Zimbawe, Estados Unidos, Brasil y Argentina», indica Blanco, que se empeña en defender un cultivo con un siglo de historia en Granada.

A partir de los años 20 del siglo XX, la crisis de la remolacha acentuó las esperanzas depositadas en el nuevo cultivo aunque las peticiones al Estado para poder cultivarlo seguían desoyéndose y las plantaciones ilegales se extendían por la provincia. En 1917 el Estado autorizó su cultivo y a partir de 1924 empezó a sembrarse oficialmente en Granada.

Debido a la estructura social y de propiedad de la Vega el tabaco adquirió un componente de arraigo familiar, el paisaje empezó a salpicarse de secaderos como reflejo de la riqueza del momento y aumentó la densidad de población.

En los años 40 se consolida el tabaco en Granada, que se convierte en la primera productora del país.

Las mejores calidades y rendimientos de otras zonas hacen que, a partir de los años 50, el porcentaje baje a un 20 por ciento de la producción nacional y en 1963 aparece un nuevo problema: el moho azul, que provocó una enfermedad endémica de la Vega, que volvió a los cereales y cerró una de las etapas con más esplendor.

Y es que la historia del tabaco da para mucho en Andalucía. Las primeras semillas de tabaco fueron enviadas por Hernán Cortés desde América a principios del siglo XVI –los indios mayas centroamericanos fueron los primeros en usar las hojas de tabaco para fumar– y la producción de labores del tabaco en España se inicia en 1636 en la fábrica de Sevilla, cuando se constituye por primera vez el Estanco del tabaco. Hoy día, ya sin fábrica, en la capital andaluza hay 460 estancos, 2.630 en toda la región.

Hasta 1887, la producción, distribución y venta del tabaco estuvieron directamente adscritas al estanco estatal. Ese año se creó la Compañía Arrendataria de Tabacos (CAT) de la que nació, en 1945, Tabacalera. En 1989, se liberalizaron la producción, primera transformación, importación y distribución mayorista, si bien la minorista sigue regulada por el Estado a través de la red de expendedurías. En 1998, se privatizó un 50,43 por ciento de Tabacalera y hoy todas las empresas que operan en el mercado español son de capital privado.

Es tal la importancia del sector que los datos son contundentes: genera 1.010 millones de euros en valor añadido (el 0,1 por ciento del PIB nacional) y emplea a 14.853 trabajadores (el 0,08 por ciento del empleo total), según los datos del último informe de ADELTA, la asociación empresarial del tabaco, que subraya que la industria genera de forma directa 404 millones de aportación al PIB y da trabajo a 3.325 personas. Sumando a la industria el resto de la cadena de valor del sector del tabaco en España, este emplea a 60.814 trabajadores.

El contrabando de tabaco, la falsificación y la extensión de los cigarrillos legales en su país de fabricación pero ilegales en destinos de contrabando (illicit whites) son algunos de los problemas que más preocupan y atenazan a la industria. El tabaco no doméstico introducido en España representa un 12,5 por ciento del consumo en 2014 y la pérdida de recaudación asociada asciende a 1.010 millones de euros, es decir, un 7,5 por ciento de los ingresos presupuestados en 2014.

En Sevilla el contrabando subió un 48 por ciento entre 2013 y 2014, si bien en 2015 disminuyó un 1 por ciento, según la Agencia Tributaria por la presión a Gibraltar, lo que supone algo de alivio para los estanqueros, que vieron como con la crisis la venta ilegal se disparaba hasta hacer caer la legal por debajo de la mitad. Sólo la Junta de Andalucía deja de ingresar 467.385 euros al año por el contrabando, según ADELTA.

El impuesto por matar

La recaudación fiscal representa el 1 por ciento del PIB español: más de 9.000 millones de euros corresponden a impuestos especiales e IVA. La Junta, de hecho, recibió en 2014 un total de 557,3 millones de euros por la cesión del 58 por ciento a las comunidades. El 80 por ciento de lo que vale una cajetilla va a las arcas públicas. La razón: el tabaco mata, por lo que ese dinero debería ir a prevención y curación.

Más del 15 por ciento de las muertes ocurridas en España son atribuibles al tabaco. Eso sí, en 1998 el 36 por ciento de los mayores de 16 años fumaba a diario, mientras que en 2012, último año con datos, la cifra se reducía a un 24 por ciento de fumadores. No obstante, los últimos informes publicados desvelan una paradoja: el consumo de tabaco está bajando, pero la mortalidad sube. ¿Cómo se explica? Por la incorporación de la mujer al vicio.

El tabaquismo se vincula a más de 25 enfermedades, pero la mayor mortalidad atribuible a los cigarrillos se debe a los tumores de tráquea, bronquios y pulmón, con más del 30 por ciento de los fallecimientos asociados, y a la enfermedad pulmonar obstructiva crónica, con el 22 por ciento. Fumar dejó de ser un hábito placentero e incluso distinguido.