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Memoria canalla de la Sevilla de los setenta

Hay unas páginas de la crónica de la ciudad que nunca se estudiarán en los colegios ni aparecerán en los libros de historia. Son las que escribe la gente extraordinaria en sus diarios inacabados, las que se cuentan en las barras de los bares

27 jun 2016 / 12:45 h - Actualizado: 28 jun 2016 / 21:17 h.
"Sociedad","Historia"
  • Francisco Garrido y Francisco Gallardo conversan con ocasión de este reportaje en San Andrés, junto al Pasaje de los Azahares. / Manuel Gómez
    Francisco Garrido y Francisco Gallardo conversan con ocasión de este reportaje en San Andrés, junto al Pasaje de los Azahares. / Manuel Gómez
  • El grupo de rock andaluz Triana fue la gran referencia musical de entonces.
    El grupo de rock andaluz Triana fue la gran referencia musical de entonces.
  • Manuel ‘Imán’ Rodríguez, apoyado en el marco de la puerta de la taberna Vizcaíno de la calle Feria, antes de charlar con este periódico. / Pepo Herrera
    Manuel ‘Imán’ Rodríguez, apoyado en el marco de la puerta de la taberna Vizcaíno de la calle Feria, antes de charlar con este periódico. / Pepo Herrera

Tres nombres que vivieron los años difíciles de la transición en una Sevilla que empezaba a cambiarse a ella misma. Tres protagonistas de ello, desde las letras, la música o el activismo político que, en cada uno de ellos, marcaron el devenir de su particular historia. Merece la pena compartir sus vivencias y disfrutar tanto de lo vivido como de lo sufrido en aquella Sevilla flamenca, canalla, rockera, barroca y rebelde de mediados de los setenta, donde comenzaba a respirarse el aire de libertad y a fraguarse lo que sería el carpetazo a una etapa que, sin duda, no justifica aquel dicho tan casual de que cualquier tiempo pasado fue peor.


Francisco Garrido, nacido en Sevilla justo cuando la primavera anuncia su presencia en el almanaque, un 25 de marzo de 1958
, le hizo con ello un guiño al que sería su destino político y su ideología ecologista. Fue portavoz de Los Verdes hasta el 2007, diputado al Congreso por la provincia de Sevilla en 2004 en las listas del PSOE y diputado del Parlamento de Andalucía entre 1994 y 1996 en las listas de Izquierda Unida-Los Verdes-Convocatoria por Andalucía. Además es Doctor en Filosofía del Derecho por la Universidad de Granada y profesor de la Universidad de Jaén.

La actividad política de Garrido comenzó muy pronto, cursando estudios de bachillerato en el Instituto San Isidoro de Sevilla, en pleno proceso de cambio en la historia de España. Corría el año 1973 y al amparo de movimientos estudiantiles, se despertaron sus inquietudes políticas las cuales derivaron en todo un compromiso; fue fundador de la primera Junta Democrática de Delegados Estudiantiles en el Instituto San Isidoro, de la Asociación Juvenil por la Democracia, fundador y primer secretario general de las Juventudes Comunistas de Andalucía y fundador del Consejo de la Juventud de España. «En la Plaza de San Andrés nos reuníamos todos, era un punto de encuentro cultural de la época». Este sevillano de la calle Amargura recuerda aquellos años con una nostalgia que quizás, se esté pagando con la injusta moneda del olvido. «La nostalgia es el precio que tenemos que pagar por el olvido», apunta mientras recuerda aquella Alameda que ya no es lo que era, aunque ahora sea un espacio lleno de vida. «El Pumarejo, San Julián, San Luis... son lugares con memoria de gente que vivió una de las más duras etapas sevillanas, que vieron fusilamientos y presenciaron escenas terribles. Había borrachos por la calle que contaban lo que les habían hecho a sus familias, la gente tenía una memoria dolorosa así como una increíble valentía, caso del histórico motín del Perdón Verde o la barricada de San Marcos, en el 36, pasando por los cines de verano o la lucha libre en la calle Feria con El tigre de la Calle Feria y su fuchina».

La Alameda, enclave humano del actual modernismo debe reivindicar que tuvo su historia gris y su barniz de tristeza y marginalidad. «De niño me daban una mirinda en casa Frasquito, una reconocida casa de citas, por recomendar a todos aquellos que querían compañía, y al mismo tiempo, jugábamos al fútbol entre los Hércules, disfrutando de un espacio abierto al aire único que siempre ha estado ligado a la plural historia de esta ciudad».

En su historia política está marcado su carácter revolucionario, hecho que le produjo distintas detenciones tanto en España como fuera de ella. Llegó a publicarse un artículo en contra de él en el cubano diario Granma, cuando estuvo detenido al acudir a apoyar a la disidencia cubana y reivindicar los derechos y libertades del país. Desertor del ejército español en los primeros ochenta, con dos consejos de guerra a sus espaldas por insumisión, huyó de España y se exilió con su familia en Bélgica durante dos años, regresando en 1982 como periodista belga, una falsa identidad que le permitió vivir en la clandestinidad hasta que pasado el tiempo necesario, prescribió el delito. «Recuerdo los tiempos de juventud sevillana, la comuna de los Terceros, las reuniones en Castilblanco, los defectos y las virtudes adjudicables que teníamos a la lucha».

Garrido, un lector ávido que echa en falta la soledad de la lectura en la Plaza de Doña Elvira, a donde acudía con NIetzche o con Cortázar, una recomendación del llorado José Luis Serrano. «La ciudad ahora es diferente, Romero Murube perdió los cielos, y nosotros en cierto modo, estamos perdiendo la tierra».

Una de sus últimas movilizaciones más destacadas fue en 1992, declarándose en huelga de hambre en el Árbol de Guernika, contra la violencia de ETA. Por ello, recibió el Premio Ana Frank por la lucha, la no violencia y la paz.

Encabezó la candidatura a la presidencia del Gobierno por Los Verdes en 1993 y fue diputado en el Parlamento andaluz durante los años 1994 a 1996, desde donde impulsó la ley de declaración de Sierra Nevada como parque nacional. Ahora reconoce un reencantamiento político: «La política necesita a la calle, gente que venga y que vaya, gente que hable, gente en la calle, que el mundo que se forma en ella sí que ha decaído, así como la espontaneidad de la gente. Debe fomentarse la oralidad, porque la gente ya no habla como sí hacíamos nosotros en la calle, en los bancos, en las plazas, eso quizás sea lo que más echo en falta de aquellos años, los daños producidos por el no hablar».


Francisco Gallardo, doctor, especializado en Medicina y Traumatología del Deporte por la Universidad de Sevilla, nacido en Sevilla en enero de 1958 es un viajero
, lector infatigable y jugador de baloncesto. Uno de los médicos deportivos de mayor prestigio en España, donde en sus más de 30 años de trayectoria profesional ha sabido jugar a tres bandas con sus tres grandes pasiones; el baloncesto, la literatura y la medicina. Jugó durante más de dos décadas en el legendario Club Amigos del Baloncesto, y tras la selección juvenil de Epi, Iturriaga y Romay, acabó en la Medicina casi por prescripción facultativa paterna. Tras formar parte del equipo fundacional del Caja San Fernando, ingresó en el equipo médico de la mítica formación nacional española de baloncesto que fue plata en Los Ángeles en 1982.

Formó parte del nacimiento del Centro Andaluz de Medicina del Deporte, dirige el Sato Sport Santa Justa y el Centro de Alto Rendimiento de la Cartuja y enseña anatomía del movimiento a futuros profesores de yoga, pero ante todo es un sevillano de San Lorenzo, un doctor que además, es escritor. «Soy un médico que escribe». Un narrador de esas Sevillas que, parafraseando a Cernuda, quizás habiten en el olvido. Fue con su primera novela, El rock de la calle Feria, donde regresó a la Sevilla de los años 60 y 70.

«Esa novela fue un recuerdo a mi generación, de hecho no me documenté al escribirla porque quería que fluyera de mi memoria. Es una historia de amor al estilo de la Maga, el personaje de Rayuela». Gallardo recibió la noticia de la muerte de Franco en la Universidad, desde donde se apreciaban los cambios que llegaban. «La gente se iba al parque a leer, la cultura era callejera, y se leía. Ahora Rayuela quizás no se entendería sin ese espíritu de reivindicación. Ahora el cambio tecnológico, el concepto editorial, la prensa, los medios de comunicación, todo ha cambiado, incluso se hace una nueva literatura».

Se podría hacer una ruta por esa Sevilla reivindicativa, libre, auténtica. Por sus bares, sus calles, sus bancos en sus plazas. «Era un mundo que estaba vivo. Nos reuníamos en bares, la mayoría de ellos hoy desaparecidos como el patio de San Laureano o la Bolera de la calle Parras. Se podría hacer un recorrido por lo que no hay, y recordar las pringás gloriosas del Morapio. Un recorrido de ausencias, podríamos llamarlo».

Aunque su profesión sea la medicina, Gallardo escribe porque no quiere olvidar lo que tiene en la memoria. «La cultura del tiempo en esta ciudad sin prisa es notable; Ramón Carande contaba la de veces que llevó un reloj a arreglar a una relojería, donde siempre le daban largas, hecho que le sirvió para determinar que el catedrático de la vida era el relojero, por su manera de adaptarse a las cosas y al ritmo del tiempo en esta ciudad. La Sevilla canalla tiene una historia, sin duda».

En aquella época, 1978, llegaba la democracia a Sevilla y de fondo sonaba la música de Triana. «Yo estaba trabajando durante el verano en Bruselas, en un hospital, y llevaba cintas de casette a mis compañeros de este grupo. Tuve la suerte de ser un espectador del talento. La verdad es que no me considero un escritor, pero he querido escribir para no perder ese recuerdo. Antes se escribía por escribir, no por publicar, ahora se escribe bien en ficción, y se publica mejor. Hay una generación nueva en una Sevilla que siempre fue más poética que novelística».

Una generación que vivió en el filo de la navaja, que hizo triunfar y perecer a muchos que salieron de la misma cuna, del mismo barrio. «Una fina línea separaba el éxito de la cuneta, la vida de la muerte. Fue una novela que homenajeó a los que no triunfaron, y al mismo tiempo, a la esperanza».

El rock de la calle Feria, un on the road a los sevillanos modos en el que un grupo de jóvenes viven una época en la que se estrenaba todo o casi todo, una ficción escrita desde la memoria generacional donde se regresa al ambiente callejero y apasionado de aquellos tiempos. A la Sevilla de los bares, de los pelos largos, de los conciertos de rock y de los libros que marcaron a algunos para siempre, caso de este galeno ilustrado, muy influenciado por Cortázar, por los versos de José Agustín Goytisolo y la música de Triana, quien ilustra la portada con la imagen del gato característico y una de sus canciones más desconocidas, El rock de la Calle Feria, así como un recorrido por los acontecimientos que a lo largo del año 1978 suceden tanto en Sevilla como en España, cambiando el devenir de los protagonistas de la historia, con la idiosincrasia de cada uno y de fondo, la banda sonora de toda una generación, la música del grupo sevillano Triana.

La última noche, su segunda obra, recoge la historia un poco olvidada de Andalucía y un prisma de la Sevilla almohade tan rica en tiempos de los califas. «Fue la época en la que se construyó el Puente de Barcas sobre el Guadalquivir, el Palacio de la Buhaira, el alminar, la actual Giralda; se amplió el Alcázar fortificándolo, se reforzaron las murallas para protegerse del ataque de los cristianos y de las crecidas del río. En poco más de cincuenta años se transformó la ciudad. Luego vino la presencia cristiana que también dejó una huella artística muy importante para la fisionomía actual de la ciudad. Sin olvidar la época romana y visigótica. Pienso que es esa mezcla de culturas lo que hace mágica a Sevilla. Hay un elemento sensorial importante, el cromatismo de la cultura de aquella época que me fascinó bastante cuando escribí sobre ella. Conservamos el lenguaje. Si buscamos en el diccionario podemos ver numerosas palabras con raíces árabes que se utilizaban en aquellas épocas. Y también es verdad que ciertos rasgos se mantienen porque estuvieron aquí casi ocho siglos, su presencia fue muy importante, como la de otras culturas».

Sevilla como eje principal de su obra; El rock de la calle Feria fue una memoria de la juventud, de la época de estudiante que tanto le marcó. «Fue una etapa de muchos cambios, muy peculiar, de todo menos tranquila. Desde el punto de vista narrativo daba mucho juego».

Baloncesto, medicina y literatura han sido desde siempre sus pasiones, que le han proporcionado muchos amigos por toda España, gente maravillosa, así como el conocimiento de la vida a través de la medicina, «son mis pacientes los que me enseñan cada día».


Manuel Imán Rodríguez es un músico de lo más prolífico, con una dilatada carrera en la cual ha explorado por los distintos universos musicales, enriqueciendo su técnica a la hora de componer. Nacido en Sevilla, comenzó su actividad musical a través del primer premio conseguido en un concurso organizado por la Universidad Laboral de Sevilla en 1968. A raíz de ello forma un grupo llamado Chicles, Caramelos y Pipas, junto a Marcos Mantero, con quien protagonizaría inolvidables etapas en el apartado musical de la época. «Oíamos discos que llegaban de las bases americanas de Rota y Morón en programas de La Voz del Guadalquivir y en emisoras como Radio Vida, había una cultura musical en Sevilla a través de la radio».

Un catorce de abril de 1974 nace el grupo Goma, con músicos de Smash, Cai y Veneno, formación que duró solo un año pero que dejó honda huella en la memoria musical de toda una generación sevillana. Rock progresivo con composiciones complejas, mezclando estilos, cambios de ritmos, e incorporando instrumentales, guitarras y el toque jazzístico del saxo.

En Madrid, en 1976, crea un grupo que ameniza las jornadas de meditación del Guru Maharaji y con él, nace uno de los grupos más importantes del rock andaluz, Imán, derivando años más tarde y en forma de trío al definitivo Imán Califato Independiente. Inolvidable e imprescindibles son sus dos discos, Imán Califato Independiente (1978) y Camino del Águila (1980). «En aquellos tiempos hacíamos música conceptual, rock sinfónico, lejos del jazmín y de la primavera; sencillamente, éramos distintos».

En 1981 se vuelve a Madrid, como arreglista, productor e intérprete para otros músicos, bajo el sello Etiqueta Negra y en 1985 forma parte de una exitosa banda en la que también estaban músicos de estudio, llamada La década prodigiosa, con quienes grabó varios álbumes durante cinco años, recopilando numerosos éxitos continuando con esa proyección desde la costa oeste de Estados Unidos, en California, desde donde continúa ejerciendo su creatividad como productor musical. «Había unos estudios en Madrid llamados Kirios ya desaparecidos que podrían perfectamente haber sido el Abbey Road de nuestra historia musical. Ahora todo ha cambiado, la oferta de músicos es bestial y la promoción radica en las redes sociales, básicamente. Antes comprábamos un disco que conllevaba horas de trabajo, portadas con sentimiento, canciones elaboradas, música con sentido. No era tan comercial como lo es ahora».

Actualmente sigue como solista con una increíble capacidad de improvisación, un ejemplo es Your love is my blessing, una composición que cuenta con la colaboración como vocalista de su propia hija, Lucía. Bendita la rama que al tronco sale, dicen. Se espera el próximo agosto una reagrupación del grupo Imán Califato Independiente en Jerez de la Frontera, donde se reunirán aquellos genios de la música que participaron en dos discos fundamentales para entender el cambio político, social y musical de una generación sevillana y andaluza que quiso y que consiguió cambiarlo todo.