¿Quienes fueron los Reyes Magos?

Varias tradiciones se han ido formando para dar respuesta a este interrogante. Estos enigmáticos personajes, en realidad, eran astrónomos, sabios, magos y reyes.

05 ene 2019 / 05:26 h - Actualizado: 04 ene 2019 / 14:28 h.
  • ¿Quienes fueron los Reyes Magos?

¿Recuerdan la ilusión con la que se dormían siendo niños, la noche anterior a los Reyes? ¿Y la alegría con la que se despertaban cada seis de enero, deseosos de ver los regalos? ¿De dónde procede esta singular experiencia? Pocos personajes bíblicos han estimulado tanto la fantasía y la ilusión de niños y adultos como los Reyes Magos. Esta tradición navideña se ha convertido en la fiesta popular más relevante con la que comenzamos cada nuevo año, derrochando en cada cabalgata de Reyes, toda la imaginación y fantasía que hay en nuestras mentes.

Mi abuela Enriqueta vivía esta celebración con verdadero espíritu de solidaridad. Ella, que había pasado necesidad durante su infancia, en estas fechas repartía regalos a los niños de las familias más desfavorecidas, mientras les recitaba: "los Reyes Magos, al niño Jesús traen regalos; venidos desde Oriente, te regalan un presente". ¡Con qué gozo y entusiasmo preparábamos la llegada de Sus Majestades, sabiendo del bien que harían a tantos niños necesitados! ¡Qué tiernos recuerdos me asoman de la infancia en estos mágicos días del año!

Siempre me he preguntado, con cierta curiosidad sana, ¿quiénes fueron estos misteriosos héroes que la creatividad humana ha recreado de manera tan admirable? ¿Cómo se ha ido formando esta pueril tradición que, con tanto entusiasmo y alegría, cada año celebramos? ¿De dónde surge la antigua usanza de hacer regalos en este día del año? La fuente más antigua que nos habla de los Reyes Magos es el evangelio de Mateo, en el que no se dice cuántos eran, ni sus nombres, ni su procedencia. Varias tradiciones se han ido formando al respecto, para dar respuesta a estos interrogantes. Se les ha considerado astrónomos, sabios, magos y reyes. Cuatro “profesiones” que nos ayudan a conocer más de cerca a estos héroes de la literatura infantil navideña que, incluso de adultos, a todos nos siguen entusiasmando. Con estos cuatro "títulos profesionales", por denominarlos de alguna forma, entendemos mejor quiénes fueron los Reyes Magos y conseguimos elaborar un perfil de ellos a lo largo de los siglos; así se presentan hoy en el imaginario colectivo.

En la vida de estos personajes tan queridos, encontramos un elemento que no puede pasar inadvertido y que influyó notablemente en la fiesta que celebramos cada seis de enero. Me refiero a la estrella de Belén, que juega un papel importante en este relato evangélico y representa un fenómeno cósmico atrayente. El beato Spínola, comentó el relato evangélico de Mateo: "¿No es verdad que la historia de la estrella es interesante? Aparece primero, y queda en el firmamento esperando a los Magos; les da lugar a que se comuniquen entre sí el designio de seguir a aquel nuevo astro; después los acompaña y consuela durante el camino. Llega un momento en que su ayuda no se hace necesaria y se esconde, porque no quiere ejercer un papel inútil; cuando es otra vez necesaria su luz, aparece de nuevo y les conduce hasta Cristo". En las palabras de Spínola, la estrella tiene vida, iniciativa y hasta voluntad propia, que pone al servicio de los Reyes Magos.

De los cuatro “títulos profesionales” dados a Sus Majestades, siempre me ha interesado con especial énfasis el más científico. Lo encontramos en el libro, La infancia de Jesús, del papa emérito, Benedicto XVI. Pertenecientes a la gran tradición astronómica que se había desarrollado en la antigua Mesopotamia durante los siglos VIII al I a.C., los Magos fueron hombres de ciencia, que investigaron los misterios ocultos de la naturaleza a través del estudio de los astros y su supuesta influencia en los seres humanos.

El astrónomo y matemático austriaco, Ferrari D`Occhieppo, profesor de la Universidad de Viena y miembro de la Academia de Ciencias de Austria, ha demostrado que, en la ciudad de Babilonia, en la baja Mesopotamia (la actual Irak), existía un centro de astronomía científica en época muy remota, un punto de observación astronómica, que en tiempos de Jesús seguía existiendo, aunque en vías de extinción. El profesor vienés ha escrito un libro sobre la estrella de Belén, La estrella de los Sabios, que les invito a leer. El astrónomo investigó en los campos de la cosmología, la teoría de las estrellas variables, las estadísticas estelares y la estructura de los brazos de la Vía Láctea. Lo que le constituyó como una de las personalidades más relevantes y expertas en este campo. D`Occhieppo encontró unas tablas de terracota con inscripciones de caracteres cuneiformes en las que aparen cálculos astronómicos, que nos ayudan a comprender mejor, cuál fue el motivo por el que estos personajes pudieron seguir aquella estrella. Quizá los Magos estaban convencidos de que aquel astro, que les hablaba en su lenguaje científico, les transmitió la necesidad de ponerse en camino para ir al encuentro de Jesús, del que aquella estrella les hablaba en su propio idioma. En el antiguo oriente, existía el convencimiento de que por medio de los astros se anunciaban importantes acontecimientos, entre ellos el nacimiento de importantes personajes para la humanidad. Los astrónomos de Babilonia, nuestros Reyes Magos, habrían deducido del surgimiento de esta estrella luminosa un evento de importancia universal, tal y como solían interpretarlo habitualmente.

Así lo interpretamos de las palabras que recoge san Mateo en su relato evangélico, cuando los Magos al llegar a Jerusalén afirman: “¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto su estrella y venimos a adorarlo”. Era la estrella del Rey de los judíos la que les persuadía a ponerse en camino y dejarse guiar. Para D`Occhieppo, los Reyes Magos de Oriente pertenecían a esta escuela astronómica de la antigua Mesopotamia, y desde allí, se pusieron en camino hacia Belén, guiados por el astro celestial que habían investigado.

Cuando estos hombres llegan a Belén y encuentran a Jesús por mediación de una estrella, tan solo descubren a un niño recostado en un pesebre y envuelto en pañales. ¡Curioso contraste! Es entonces, cuando los Reyes Magos, científicos pertenecientes a una clase social elevada, regalan al niño sus mejores dones materiales, oro, incienso y mirra, como signo de los mejor que ellos pueden ofrecerle. Jesús, un niño pobre y desvalido en brazos de su madre, es homenajeado por los presentes. ¡Se imaginan la escena! Y qué contraste con respecto a lo que cada año reproducimos al celebrar esta fiesta ostentosamente, ¿no? Por un lado, el desmesurado gasto que hacemos al comprar los regalos, quizá para quedar bien; por otro, la marginación y pobreza en la que viven millones de niño que, en estas fechas, no reciben regalos de nadie. ¡Eso sí, a los que tenemos suficiente de todo no nos falta nunca un regalo de los Reyes Magos! ¡Qué contradicción!

Ahora entenderán mejor mi recuerdo. Cada seis de enero me vienen a la mente las vivencias que tuve con mi abuela, cuando nos enseñaba a compartir con los más desfavorecidos nuestros regalos. ¡Qué recuerdos más tiernos y emotivos; y qué sentido han tenido siempre! Que mi reflexión no les prive de vivir con entusiasmo la solemnidad de la Epifanía del Señor, regalando a sus seres queridos a manos llenas. Eso sí, tengan en consideración que muchas personas no tendrán la misma suerte y que la solidaridad les empuje a compartir con quienes menos tienen. Y no se dejen llevar por los regalos materiales, pídanle a los Reyes Magos, como repetía mi abuela, “amor, salud y trabajo” (por ese orden), que con esos dones nunca echaremos otra cosa en falta. ¡Feliz día de los Reyes Magos!