No quiero yo enmendarle, Santo Padre, su idea de establecer una fecha fija para la celebración de la Semana Santa. Nos ahorraremos calendarios, cuentas atrás, cálculos de un año para otro, prever rocíos y corpus... pero, por favor, antes de decantarse por una o por otra semana en concreto, antes de hablarlo con su homólogo ortodoxo, consulte por favor con el jefe de la Aemet (Agencia Estatal de Meteorología) en Sevilla, Luis Fernando López Cotín; repase las estadísticas del último siglo, las cabañuelas y todo lo que tengamos a mano para evitar que justo esa semana sea la única que llueva de abril, que, por otra parte, no sería de extrañar, porque ya sabe eso de que en abril aguas mil, al menos por aquí, que aunque llueve poco, para las fiestas las nubes tienen mucho tino.
Porque, Su Santidad, aceptamos que algún año nos pueda llover, hemos superado semanas santas casi sin cofradías, con mucha dificultad, por cierto; pero que eso sea una constante sería del todo insufrible para estos cofrades que nos alimentamos de las procesiones que recorren nuestras calles en estos siete días –nueve para los que también vivimos las vísperas–.
López Cotín se suele poner al teléfono, y, si no, alguien de su equipo atiende solícito a todas las hermandades que llaman. También en el Consejo tienen hilo directo, si le hace falta.
Recuerde que cuando ya tenga la fecha cerrada tendrá que hacer ronda de consultas con todas las hermandades, a ver si va a tocar que coincida que esa semana del año llueva más los martes y ya la hemos liado. Ya sabrá que hay días intocables y que se tiene que asegurar que el Jueves Santo reluzca más que el sol para no saltarse otro de los refranes, que, de hecho, el Jueves es el único de los tres que cita el dicho popular que sigue siendo fiesta litúrgica.
Una cosa le tengo que agradecer y creo que deberíamos tomar nota –el Consejo ya está en ello para la Semana Santa próxima, a ver si les dejan terminar el proyecto...– es que todo esto lo plantee en esta fecha, aunque lo haya dicho de soslayo, aunque la propuesta no sea nueva y sus antecesores también lo intentaran plantear: la previsión con que lo ha comentado. Nada de esperar a plena Cuaresma para ponernos los nervios de punta. Así, con tiempo, para poderlo meditar en la orilla de la playa, en conversación con los vecinos de sombrilla, reposándolo en la siesta... para volver con energía en septiembre con la solución en la cartera. Le haremos llegar la propuesta tras la primera asamblea de hermanos mayores del próximo curso, después de haberlo consensuado con cada delegado de día y ya, si le parece, lo debatimos en serio para el año siguiente o el otro... que, como también se dice, las cosas de Palacio van despacio.