Quien conozca a Raimundo de Hita sabrá que en, cualquier rincón de la Sevilla antigua donde se produzca un suculento debate sobre cualquier asunto enjundioso o algo que merezca la pena ver, allá que estará el periodista por algún lado con su socarronería llevándole la contraria a la frase hecha, haciéndole la puñeta al estereotipo ombliguista o bien soltando una o dos bombas dialécticas para ver cómo saltan por los aires los lugares comunes y las pamplinas de molde. Ese es el principal mérito de sus 100 cosas que hacer en Sevilla (al menos una vez en la vida), con el sello de Lectio Ediciones: que el libro es él. El que uno de los capítulos se titule Indígnate paseando por la judería es lo suficientemente elocuente a este respecto. El autor traslada al papel sus pasiones, sus dudas, sus sospechas, sus mosqueos, sus devociones, sus hallazgos, sus certezas. No es nada complaciente y juega a ser en ocasiones discutible, pero a propósito, por pura provocación, por zarandear al lector para que eche ahí su propia opinión y haga caso a su intuición, que en Sevilla es la mejor de las guías y una de las pocas que dice la verdad.

Él mismo lo confirma. «El libro, dirigido al que, sevillano o no, quiera conocer cosas de Sevilla, pretende alejarse e incluso huir de lo habitual». Por ejemplo, la Giralda aparece en las guías de viaje, pero el paseo por las cubiertas de la Catedral no y, confiesa el autor, fue lo primero en lo que pensó cuando se le planteó la posibilidad de escribir este libro. Así, en el mismo se encontrarán «desde actividades o visitas algo próximas a las que puede buscar un turista al uso -pero siempre con una vuelta de tuerca- hasta las que no se le pasarían por la cabeza ni a un sevillano, bien por desconocidas, bien por en teoría implanteables».

Ironía, guasa, melancolía y hasta enfado conviven en esta guía inusual que, llegadas estas fechas, entra en la selección de los objetos regalables tanto para quien quiera venir a Sevilla de otro modo como para quien, siendo de aquí, se haya quedado en la orilla de las emociones o en la postal de la belleza, sin haberse metido más allá. Que es como decir sin haber estado aquí. Azulejos, vocablos, dónde y cómo pegar la oreja, cultos, cómo ir de Carmen la cigarrera a la jueza Alaya, dónde hacerse un selfie... Viene hasta irse de Sevilla. Para volver, claro.