A la esperanza por la militancia

El dibujante Miguel Brieva regresa con ‘La gran aventura humana’, una ácida enciclopedia

03 jun 2017 / 21:27 h - Actualizado: 04 jun 2017 / 08:33 h.
"Cómic"
  • Una viñeta de ‘La gran aventura humana’, la última entrega del artista sevillano Miguel Brieva. / El Correo
    Una viñeta de ‘La gran aventura humana’, la última entrega del artista sevillano Miguel Brieva. / El Correo
  • El dibujante Miguel Brieva, en Sevilla. / José Luis Montero
    El dibujante Miguel Brieva, en Sevilla. / José Luis Montero

Fiel a su estilo, el dibujante sevillano Miguel Brieva regresa con La gran aventura humana: Pasado, presente y futuro del mono desnudo (Reservoir Books), resultado de una labor de fondo que ha venido haciendo en los últimos años, en diversas publicaciones, como ácido analista de la realidad que nos rodea. «Todo lo que hago ronda siempre los mismos temas», admite. «Se trata de entender cosas a través del humor».

Una vez más, también, Brieva combina la ilustración con generosos textos, muy vinculados a la idea de enciclopedia. «Vería grandilocuente considerarme escritor, pero el concepto del libro, ese tratar de abordar el mundo desde la subjetividad, me permitía explayarme. Lo que me pregunté fue cómo explicaría a un niño lo que yo entiendo que es el mundo, tratando de ser honesto y sin la parodia de objetividad que hacen las enciclopedias al uso. Una enciclopedia a mi medida, sin necesidad de ser políticamente correcto», dice.

«En las enciclopedias de los años 60 se conservaban los rescoldos de una idea ilusionante de progreso. Pero si te fijas, hace décadas que ningún político emplea esa expresión de ‘dejar un mundo mejor a nuestros hijos’. Los manuales de los 60 sí tenían esa ilusión», recuerda.

¿Una mirada pesimista? Brieva lo niega tajantemente. «Si fuera pesimista...», suspira. «Mira, la peña militante es la que más esperanza. Los que no hacen nada no se mueven por el optimismo, sino por una visión tétrica de la realidad. ¿Qué indicios objetivos hay para ser optimista? Creo que lo que es abrumadoramente obvio es que hay que cambiar. Solo abriendo los ojos podemos ser optimistas, tener esperanza de que las cosas puedan ir a mejor, frente a la tendencia del ciudadano actual de no hacer nada pero sonreír en los selfies. Se habla mucho de lo que le hacemos al planeta Tierra, pero no se insiste en lo que nos hacemos a nosotros mismos. Nos estamos jodiendo las condiciones de vida. Ha habido ya cinco grandes extinciones, esta sería la sexta y no pasaría nada».

Para este sevillano de 1974, en lo que respecta al humor, «hemos pasado como un punto de inflexión: cuando la realidad es tan grosera, la sátira empieza a ser redundante, puro costumbrismo. En un manicomio en el que todo el mundo dice cosas delirantes, ¿tiene sentido el surrealismo? Ahora hay que trazar historias que sugieran, que acontezcan en un mundo basado en otra lógica. En ese sentido siempre pienso en Jameson, quien afirma que por un grave defecto nos imaginamos más fácilmente el fin del mundo que el fin del capitalismo. Habrá que ir perfilando, por nuestro bien, el fin del capitalismo».

¿Y qué opina Brieva de que ahora se tache de populista a Podemos como a Trump? «Es como llamar a alguien nazi, son apelativos que han perdido el significado, se ha banalizado todo por el uso torticero que se hace de las palabras», comenta el dibujante, activo colaborador de la formación que lidera Pablo Iglesias. «El problema para Podemos, como para cualquier otro, es que la serie de cambios que hay que hacer es tan fuerte que se hace difícil comunicarlos. Hay pendientes cambios estructurales, de mentalidad y de hábitos, pero en todo caso creo que la gente tiene que verlo como una oportunidad». Sobre si algún día se atrevería a diseñar una campaña para Podemos, responde: «Solo me interesaría si sirviera para cambiar las reglas del juego».

«Yo me siento bien con cualquiera que tenga una visión crítica de la realidad, que busque propiciar cosas distintas y cuestione los ejes fundamentales de las cosas, desde movimientos de base, ayudando a niños, a ancianos, a sin papeles, o en el campo creativo», concluye el autor de La gran aventura humana. «Hay que ser exigente y crítico, y no jugar a ver quién es más puro o auténtico».