Como si de un deja vú se tratara, esta cita con la ROSS tuvo estructura y aliento muy similares a la última, siguiendo con la obra orquestal de Brahms apenas unos años después de otro ciclo similar que la Sinfónica brindó al compositor alemán, lo que acentúa aún más esa sensación de algo ya vivido. Axelrod sigue promocionando sus discos dedicados a su Amado Brahms, y esta vez lo tocó el turno al primero de sus conciertos para piano y la segunda sinfonía, de nuevo con joven y prometedora intérprete femenina como solista invitada.
Aunque el Concierto nº 1 para piano era una sonata para dos pianos en origen, el instrumento rey ejerce una insólito papel que le obliga más a fusionarse con la orquesta que a destacar sobre ella al estilo de los conciertos clásicos, con una estrecha combinación de sinfonismo y escritura pianística. Axelrod imprimió al maestoso inicial una severidad y un dramatismo extremo, una violencia expresiva atenuada por el lirismo casi elegiaco con el que Vassilenko abordó la parte solista, de una delicadeza extraordinaria, casi como si rozase las teclas, en un conjunto dominado por una sensación global de tristeza que se acentuó en un conmovedor, casi doloroso, adagio central. A partir de ahí la batuta perdió fuerza, aun manteniendo un diálogo íntimo y fluido con la solista, y deambuló por caminos más convencionales y rutinarios; mientras ella, sin partitura, mantuvo un tono reflexivo sorprendente en alguien de su edad. Sin llegar al grado de madurez que exige una partitura tan compleja y abigarrada, logró mantener una inusitada calma hasta acabar vigorosa y desafiante en el bucólico rondó final, ya sin el nervio y la inquietud en la dirección que informó el arranque y hacía presagiar una lectura oscura y memorable de la página, que finalmente se frustró. Como propina Vassilenko ofreció una precisa y decidida La puerta del vino de Debussy.
La ROSS sonó envolvente y desbordante en la preciosa Sinfonía nº 2, que Axelrod abordó también con inusitado aliento melancólico, decididamente tristón. La majestuosa aportación de las trompas en el primer movimiento intentó asegurar esa dirección de considerable contenido emocional, a pesar de lo cual nos siguió pareciendo un acercamiento algo escuálido a tan maravillosa partitura. Un poco más de calidez habría beneficiado al adagio, mientras el allegretto grazioso con sus imbricados pizzicati resultó técnicamente muy satisfactorio. El movimiento final logró elevar la interpretación con un acertado carácter robusto y olímpico que contrastó con la estética pastoral, parcialmente lograda, del resto.
ROSS ***
10º concierto de abono de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Victoria Vassilenko, piano. John Axelrod, dirección.Programa: Concierto para piano en Re menor Op. 15 y Sinfonía nº 2 en re mayor Op. 73, de Brahms. Teatro de la Maestranza, jueves 12 de abril de 2018