La dulzura y los esquisitos modales que invariablemente despliega Laura Restrepo (Bogotá, 1950) contrastan fuertemente con la dureza de algunas de sus narraciones, en las que parecen condensarse en toda su crudeza las muchas formas de violencia que azotan a su país, Colombia, y al continente americano entero. Su último título hasta la fecha, Los divinos, publicado por Alfaguara, no es una excepción.
La obra narra la historia Tutti Frutti, cinco hombres jóvenes de la clase alta bogotana, vinculados entre sí desde la infancia por una hermandad juguetonamente perversa y levemente delictiva, y que se verán envueltos en un espantoso crimen.
La obra coincide con un momento de especial sensibilidad hacia la violencia ejercida contra las mujeres. «Ahora se está destapando lo que ha permanecido oculto durante mucho tiempo, el profundo machismo de nuestras estructuras de poder. Afortunadamente, hay un grito colectivo que lo rechaza», explica la autora.
«¿Dónde se cocina esa violencia? ¿En el seno de qué familia, de qué ideología? ¿Es criminal quien lo perpetra, quien lo calla, quien se niega a juzgarlo? Acaso todos contribuimos», afirma Restrepo, quien en su nueva entrega indaga en la violación de una niña en una barriada popular.
«No es un suceso excepcional, ocurre en muchas partes del mundo», dice. «Pero en aquella ocasión sacó al país entero a la calle. Era como si la gente tuviera la sensación de que si no atrapaban a ese criminal, se acabaría cayendo incluso el presidente del Gobierno. Y escogí el nombre de Los divinos para explicar que no hay grupo intocable, tan arriba, tan por encima de lo humano, que no se pueda tocar».
Según recuerda Restrepo, la víctima de aquel asesinato «era la víctima absoluta. Por regla general, en estas situaciones se hacen todo tipo de conjeturas: ¿Provocaba, estaba borracha, disfrutaba, era callejera? Son infinitas las vueltas que se dan para que la culpa recaiga sobre la víctima, pero aquí era imposible una víctima más inofensiva e indefensa. Y en cuanto al victimario, era imposible encontrar a alguien más poderoso, carismático, guapo, rico, profesional próspero... Era la antípoda de la víctima», añade.
De hecho, subraya Restrepo, «parte de la indignación popular se debió al viejo temor: a este no lo van a tocar, decían. Pero el crimen quedó grabado en cámaras de seguridad, y eso solo lo hace alguien que está convencido de que no le va a pasar nada», apunta la escritora.
«Trato de ponerme en los zapatos del muñeco», prosigue la autora colombiana. «Su forma de asumir el asunto es pensar que él no ha matado a nadie, que la niña ni siquiera existe, y por tanto no pasa nada».
Sea como fuere, la autora de novelas tan celebradas como Leopardo al sol, Dulce compañía, Delirio o La novia oscura vuelve a dar una lección magistral en el retrato del lado más oscuro de la raza humana, un lado que se ha manifestado en su tierra natal con inconcebible crueldad en infinidad de ocasiones. Sin embargo, se muestra esperanzada en el futuro. «Pese a la atávica violencia de mi país, hemos aprendido a dialogar, entre enemigos incluso», asevera.
«Hemos entendido que dialogar era la única manera de resolver nuestros más graves problemas. Qué bien que haya un proceso de paz importante con las fuerzas insurgentes, pero entre ricos y pobres, ¿es normal que haya un abismo tan insondable?», concluye.
Laura Restrepo viene de una sociedad, la colombiana, fuertemente jerarquizada, donde, según cuenta, «hay puntos de intersección entre el estrato más rico y el más bajo. Lo que pasa es que la topografía de una ciudad como Bogotá refleja una realidad en la que los llamados barrios de invasión, pobres, van trepando montaña arriba sin servicios, sin escuelas. No tienen nada, pero tienen vistas. Y los ricos van buscando esas vistas».
Tan es así que, según dice, «si la niña de la que hablo en Los divinos no hubiera sido violada y asesinada, en el mejor de los casos hubiera acabado siendo empleada de servicio. Es una relación viciada desde la raíz», asegura.
«Podría haber escrito un ensayo, algo como La canción del verdugo de Norman Mailer o las novelas de Emmanuel Carrère, pero la ficción es mi herramienta».
Desde hace algunos años, Restrepo contempla a distancia los problemas que sacuden a la sociedad colombiana, ya que vive a las afueras de Barcelona. Allí se ha encontrado con otra realidad problemática, la del independentismo y las tensiones sociales desatadas tras el 11-O. «Es una situación convulsa, pero estoy en la montaña, aparentemente en mitad de la nada, y eso me protege un poco de estas controversias», afirma. Eso sí, confiesa sentir una indisimulable afición por la Semana Santa de Sevilla, que ha vivido en varias ocasiones. ~