Adiós a Juan Goytisolo, el gran insubordinado

El escritor español muere a los 86 años en la localidad marroquí de Marrakech, donde residió las últimas décadas

04 jun 2017 / 21:39 h - Actualizado: 04 jun 2017 / 19:51 h.
"Literatura","Obituario"
  • El escritor Juan Goytisolo, en una imagen de archivo. / Javier Lizón (Efe)
    El escritor Juan Goytisolo, en una imagen de archivo. / Javier Lizón (Efe)

El escritor español Juan Goytisolo murió ayer a los 86 años en la ciudad marroquí de Marrakech, con la que tuvo una vinculación única a lo largo de su vida y en la que residió en las últimas décadas.

«Murió por causas naturales y en su propia casa», dijeron a Efe fuentes del Consulado español en Casablanca, que descartaron que el cadáver sea repatriado a Barcelona, pues será enterrado en Marruecos. El destino de los restos del escritor será el Cementerio Civil de Larache, donde está enterrado un escritor que Goytisolo admiraba, el francés Jean Genet, como él mismo homosexual declarado, enamorado del mundo árabe y con un aura de escritor maldito en las letras francesas.

Goytisolo sufrió un ictus el pasado marzo, que se añadió a una fractura de fémur sufrida el año anterior, lo que le hizo perder mucha movilidad en los últimos tiempos, en los que solamente salía de su casa en la medina para tomar un té en la plaza Yamaa al Fna que tanto ayudó a dar a conocer en el mundo.

Goytisolo vivía en una casa antigua de la medina, que como es corriente en la ciudad disponía de un patio interior donde crecían un naranjo y un limonero que proveían sombra. Bajo su copa se sentaba el escritor; en el piso de arriba, disponía de una enorme biblioteca personal y una oficina donde escribía.

Pero en los últimos años, Goytisolo ya casi no podía escribir, y en sus colaboraciones periodísticas o literarias era ayudado por Ricard Parise, un amigo personal también residente en Marrakech y que hoy fue el primero en transmitir la muerte del premio Cervantes. «La ciudad ha perdido a un gran escritor, que eligió vivir entre nosotros, y los marrakechíes estaban contentos de tenerlo como vecino», dijo a Efe el alcalde de Marrakech, Mohamed Belqaíd.

«Desgraciadamente, la ciudad no dispone de un cementerio compartido, por lo que tendrá que ser enterrado fuera de la ciudad», añadió el alcalde. Efectivamente, Goytisolo, descreído declarado de todas las religiones, había dejado clara su voluntad de ser enterrado en Marruecos, pero no en un camposanto católico. Eso dejaba muy pocas opciones, pues casi todos los cementerios son musulmanes o judíos, y algunos pocos cristianos.

Sin embargo, en Larache existe un Cementerio Civil, que la familia de Goytisolo ha considerado que será «la mejor opción» para que reposen los restos del escritor, según dijeron a Efe las fuentes consulares.

El alcalde de Marrakech lamentó no haber podido ofrecer un homenaje en vida a alguien que «conocía tan bien el patrimonio material e inmaterial de la medina». Era más que eso: fue su empeño personal el que hizo que la famosa plaza de Yemaa al Fna, centro geográfico, espiritual y mágico de la ciudad, fuera declarada Patrimonio cultural inmaterial de la humanidad por la Unesco en 2001.

Agudo denunciante de la desigualdad, hermano de Luis y de José Agustín –fallecido en 1999–, reclamó para sí la «nacionalidad cervantina», y era practicante de la incorrección política desde que se exilió en París, en 1956. Su obra estuvo prohibida por el franquismo desde 1963.

Uno de los mejores escritores del mundo, según decía el mexicano Carlos Fuentes, puente entre la cultura europea e islámica, era licenciado en Derecho y siendo asesor literario de la editorial Gallimard conoció a la novelista Monique Lange, con quien se casó en 1978. Autor de más de cincuenta títulos, Juan Goytisolo cultivó la novela, el ensayo, la literatura de viajes, los reportajes, el cuento y las memorias.

Firmó títulos como Fin de fiesta, Señas de identidad, Juan sin tierra, Disidencias, Makbara y Coto vedado, donde habla abiertamente de su homosexualidad. Duelo en el paraíso, Reivindicación del conde don Julián, Crónicas sarracinas, Las virtudes del pájaro solitario o Carajicomedia dejan constancia de una obra que atraviesa géneros y fronteras.

Por ellas obtuvo premios como el Nacional de las Letras, el Formentor, el Octavio Paz, el Juan Rulfo de Guadalajara (México) o el Rachid Mimumi de París a la tolerancia y a la libertad pero, sobre todo, el Cervantes (2015), que recogió mostrando su lado iconoclasta, al ir vestido de traje de calle, en lugar del chaqué que sugiere el protocolo. «No hay corrección política. Ocurre lo mismo que con las fantasías sexuales de cada uno, que no tienen que pasar por ninguna corrección», sostenía.

Cuando su editor actual le conoció, Goytisolo ya había hecho «el gran cambio en su narrativa», es decir, había pasado del realismo social de los 50, con Campos de Níjar como emblema de su feroz crítica a la burguesía, a un relato cada vez más complejo, el que refleja en Paisajes después de la batalla (1982).

Telón de boca (2003) y El exilio de aquí y allá inciden en ese cambio pero también en su constante preocupación por lo que ocurría en el mundo y su voluntad de «vivirlo en primera persona».