Con cierto prestigio y mucho nervio, el actual director titular del Bolshoi de Moscú, Alexey Bogorad, se hizo cargo de este tercer programa de abono de la Sinfónica de la temporada, en el que se quiso evocar la admiración y la nostalgia por nuestros orígenes, bien fuera en forma de hogar o de influencias que conformaron nuestra personalidad. Las tierras bohemias que vieron nacer a Dvorák, la mirada de Beethoven hacia el clasicismo de Haydn y Mozart, o el tributo de este último a la ciudad que tan bien le recibió cuando Viena parecía darle la espalda, se convirtieron así en protagonistas de un programa en el que la orquesta se plegó, como hace una buena plantilla, a la estética un tanto diferente del joven director moscovita, anclada en una lectura preciosista, muy cuidada en los detalles pero de escaso calado emocional, no por ello carente de alma, la que supieron insuflarle el nervio de la batuta y la brillantez de la voz solista.

Una obertura para una pieza teatral basada en el dramaturgo Josef Kajetán Tyl, en la que se combinan dos melodías fundamentales de la iconografía cultural checa, inauguró la velada, con un arranque impreciso y algo difuso que batuta y cómplices supieron corregir inmediatamente para ofrecer una lectura enérgica de esta patriótica pieza del autor de Russalka. El tercero de los conciertos para piano que compuso Bethoven, tan presente en estos primeros días de temporada del Maestranza, y primero en publicarse, lo que le valió ser el número uno del catálogo, fue confiado al talento seguro y demostrado de Andrea Lucchesini, cuya lectura ensimismada, atenta e igualmente preciosista, se adaptó perfectamente al tono imperante. Más cercano al estilo clásico que imperó en los años precedentes, que al estilo abrupto y de fuertes contrastes del típico temperamento beethoveniano, Lucchesini brilló en una cadenza final del primer movimiento de gran dificultad y considerable expresividad. Se reveló suficientemente expansivo en el adagio central, y brillante y vigoroso en el rondó final. En la propina, el Impromptus nº 3 de Schubert, exhibió una extrema agilidad combinada con una extraordinaria sensibilidad.

Faltó quizás una mayor dosis de grandiosidad en la introducción de la Sinfonía Praga de Mozart, pero luego la batuta de Bogorad fue suficientemente enérgica como para contagiar a la partitura de ritmo y frescura. Mereció un sobresaliente para su lograda complejidad formal, menos para su densidad expresiva, suficientemente corta como para no provocar excesivo entusiasmo. No obstante acertó en dotar al andante de generosa cantabilidad, y terminar la exhibición con exultante alegría. Denotamos inconvenientes y molestas imprecisiones en los metales, a la vez que un trabajo impecable en las maderas y en la cuerda grave, aunque en general la audición nos pareció sólo correcta en lo formal y algo insustancial en lo expresivo.

ROSS ***

3º concierto de abono de la 28ª temporada de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Andrea Luchessini, piano. Alexey Bogorad, director. Programa: Mi hogar, de Dvorák; Concierto para piano nº 1, de Beethoven; Sinfonía nº 38 “Praga”, de Mozart. Teatro de la Maestranza, jueves 2 de noviembre de 2017