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Arcángel puso en escena el canon jondo contemporáneo

Las guitarras de Miguel Ángel Cortés y Dani de Morón auparon la voz del onubense en el estreno en Sevilla de su ‘Abecedario flamenco’

26 nov 2017 / 22:20 h - Actualizado: 26 nov 2017 / 22:20 h.
"Cultura","Flamenco","Real Maestranza"
  • Arcángel, entre Miguel Ángel Cortés y Dani Morón, el sábado en el Maestranza. / El Correo
    Arcángel, entre Miguel Ángel Cortés y Dani Morón, el sábado en el Maestranza. / El Correo

Salió Arcángel a las tablas del Maestranza, el teatro que lo consagró, con un temblor de novillero ante el respetable sevillano, ese morlaco letal. Quizá temía que su propuesta, Abecedario flamenco, un repaso por el flamenco contemporáneo espigado con la ayuda de sus seguidores encuesta mediante, no fuera del gusto de la plaza. Lo cierto es que salió frío como una noche de enero –antes del cambio climático, se entiende– y tardó lo suyo en sacudirse la rigidez.

Cierto que empezar con Camarón y sus Campanas del alba no es moco de pavo. Pero ni siquiera las animosas alegrías de Vivo cielo de José Mercé, antes de volver al de la Isla por la canastera de Mis penas lloraba yo, y pasar a los tangos de Buenas intenciones que popularizó Poveda, lograban caldear la atmósfera del coliseo del paseo Cristóbal Colón.

Tuvieron que quedarse solos los dos guitarristas acompañantes, los fieles Miguel Ángel Cortés y Dani de Morón, espléndidos de principio a fin, para que el coco se abriera y todas las contracturas del alma se distendieran. Arcángel regresó con otra cara y otra voz, hasta la mirada le cambió, y acometió la taranta de Duquende y el Dime de Lole y Manuel y el S.O.S. de Mayte Martín, y aquello ya empezaba a parecerse al plan inicial.

Con independencia de su dimensión comercial, que la tiene y muy legítima, la propuesta de Arcángel posee sin duda el encanto de proponer un nuevo canon contemporáneo para lo jondo, después de haber hecho el preceptivo viaje a las raíces. Y nos permite descubrir, de paso, la coherencia e interés de dicho canon con los repertorios de los grandes maestros, sin caer en agravios comparativos, sino invitando a degustar todo como parte de la inmensa y sabrosa sopa del flamenco.

Si algo cabe reprochar al espectáculo es cierto descontrol, no tanto de letras, como reconoció Arcángel con buen humor, sino de organización de la banda, por lo demás excelente, con Diassera a la percusión, Pedro Vinagre al bajo, una gran Macarena de la Torre a los coros y los insustituibles Mellis al compás.

Por suerte, dos horas dan para remontar cualquier adversidad si los metales son buenos, y los de Arcángel, ya a gusto, se explayaron extensamente para acabar recogiendo la petición del patio de butacas («¡Un poquito por Huelva!») y acabó poniendo a todos en pie por fandangos de Alosno a pelo. Que siempre suenan a nuevos.