La cada vez más asentada Orquesta Bética de Cámara celebró de nuevo un concierto en el Patio de la Montería del Alcázar, apadrinada por el Foro Al-Andalus, cuya portavoz Enriqueta Vila hizo un llamamiento que suscribimos al cien por cien a la preservación de la urbe como una gran ciudad, próspera y progresista, con una ciudadanía responsable y unos poderes públicos comprometidos con la cultura y la educación.

Thomas aprovechó la ocasión para ofrecer sus propios arreglos de partituras concebidas para conjuntos de cámara. Una Primera Rapsodia de Debussy cuya sensualidad y fluidez ensoñadora acentuó considerablemente el clarinete de Pablo Barragán, acertado también en sus placenteras cadencias. El Solo de concours de André Messager brilló en la interpretación fluida del clarinetista de Marchena, capaz de cambios de registro rotundos pero muy sutiles; fuera de programa, también con eficaces arreglos de Thomas, interpretaron el Berceuse de Fauré.

El olor a campiña que acompañó una recreación amable y melancólica de La tumba de Couperin de Ravel, se mantuvo toda la noche. Lástima que los violines sonaran destemplados y flácidos en la Siciliana y la Suite Dolly de Fauré, donde sin embargo se mantuvo el aire nostálgico y encantador que destiló todo el concierto. En las propinas José Manuel Martínez Melero al violín brindó una vertiginosa interpretación de Aires gitanos de Sarasate, y Thomas dirigió una digna Sevilla de Albéniz.