«La línea que separa el pop de lo académico la pone el oyente»

El Centro de Creación Contemporánea de Andalucía recibirá el próximo 28 de junio a la experimentadora australiana Jasmine Guffond, quien improvisará en directo a partir de su disco ‘Traced’

21 jun 2018 / 09:00 h - Actualizado: 21 jun 2018 / 12:39 h.
"Música","Conciertos","Entrevista","Música contemporánea","Atelier de músicas"
  • ‘Traced’ y ‘Yellow bell’ son dos de los discos de la australiana Jasmine Guffond.
    ‘Traced’ y ‘Yellow bell’ son dos de los discos de la australiana Jasmine Guffond.

En apenas un puñado de conciertos, la (cordobesa) Caja Negra del C3A (Centro de Creación Contemporánea de Andalucía) se ha convertido en un escenario fundamental para la música electrónica experimental en la comunidad. Un formidable espacio acústico de hormigón que está cincelando una esmerada programación –gracias a la iniciativa del director del Centro, Álvaro Fominaya– por la que deberían empezar a pasar también nombres más ligados a la «academia electrónica», esa que tanto relega y olvida absolutamente todos los ciclos musicales de este país. El jueves 28 de junio (entrada libre) intervendrá la compositora y artista sonora australiana Jasmine Guffond (1972), perteneciente a una interesante y heterogénea nómina de experimentadoras entre las que destacan la sobresaliente Christina Kubisch, pero también Félicia Atkinson, Natasha Barrett, Caterina Barbieri y Jana Winderen, esta última, por cierto, también invitada por el C3A en el último tramo del año (30 de noviembre).

Guffond sorprendió en 2017 con la publicación del LP Traced (Sonic Pieces), un trabajo de electrónica orgánica que alcanzó una difusión mucho mayor de la que el modesto label podía darle. «Mediante un laptop y un controlador midi llevo algún tiempo ofreciendo variaciones en directo de las piezas que componen el álbum. Son recreaciones en las que juega mucho la improvisación aunque el material original nunca se desdibuja del todo», detalla sobre la aproximación en directo al disco que ofrecerá en Córdoba.

Explica que cuando interpreta música electrónica el equipo de sonido se convierte en su único instrumento. «Sería algo así como tener una guitarra distinta en cada concierto. Por eso la calidad que tenga el equipo siempre tiene una enorme influencia en la música», reflexiona. También juega un papel fundamental la acústica. Factores que modifican la experiencia inmersiva de la música de Guffond que, en el C3A, estará acompañada por un trabajo audiovisual de Ilan Katin. «Él responde visualmente a mi música en la forma únicamente en la que él quiere. Yo no le doy ninguna indicación porque prefiero colaborar solo con personas en las que confío plenamente», dice Guffond.

En Traced la música está cosida por sonidos que la artista genera por medio de la «sonificación de las tecnologías de vigilancia digital», combinando influencias que incluyen la música electrónica experimental, el techno, la canción y la música de vanguardia. ¿Es entonces pop su música? «La línea que separa el pop de la música electrónica académica la pone el oyente. Yo considero que mi música es pop pero la mayoría de quienes la oyen la califican como música electrónica experimental», explica. Una etiqueta que tampoco le disgusta. «Al fin y al cabo yo experimento con los procesos compositivos y no me gusta adherirme a ningún género concreto. Intento crear algo único, aunque esto sea una pretensión excesiva, ¡lo reconozco». En sus presentaciones en directo proliferan oleadas de zumbidos y repeticiones de impronta claramente repetitiva que no desdeñan puntuales excursiones a la canción, fugaces destellos de amabilidad en un mar de texturas que, desde la experimentación, no rehuyen sin embargo una cierta idea clásica de belleza.

PARA LEER

‘MÚSICA INDUSTRIAL. LA DESHUMANIZACIÓN DEL SONIDO’

Fernando O. Paíno. Editorial Milenio

Las infinitas ramas del árbol del ruido

Los ámbitos musicales más desligados de la academia gozan, por fortuna, de una bibliografía creciente con sana y elocuente voluntad didáctica. El divulgador Fernando O. Paíno tacha una casilla muy poco transitada como es la de la música industrial en su ensayo La deshumanización del sonido, que edita Milenio. Una pormenorizada y amena cronología de un movimiento difícilmente definible y acotable, por lo que su retrato es forzosamente parcial. Partiendo de Throbbing Gristle, Paíno se adentra en los cultivadores del ruido y sus casi infinitas ramificaciones como el dark ambient, el ritual o el noise, la deriva más extrema de un género que, en ocasiones, aspira a pasar como una apisonadora por nuestras orejas. La acumulación de propuestas sonoras (de Vagina Dentata Organ a Current 93 y llegando hasta el desgarrador Marco Corbelli) convierten el libro en un catálogo de pistas sonoras de las que tirar como oyentes. Se le podrá achacar una escasa conexión con propuestas más escolásticas, las derivadas de las experiencias electrónicas de los compositores académicos; o la escasa atención que merece el más feroz de todos los industriales, Merzbow. Sorprende en un libro de estas características la ausencia de un índice de artistas citados, lo que hubiera hecho del texto un trabajo más práctico. Pero como referencia, su valor es altamente ponderable.