El ánimo de mezclar dos géneros literarios diferentes –«alucinatorios» los llama él– animó hace algún tiempo a Juan Ramón Biedma a invitar a un grupo de amigos a probar fortuna en el terreno pornocriminal. Es decir, ensayar una fusión de narrativa negra o nogrocriminal con elementos de alta graduación erótica, sin bajar el listón de exigencia de la calidad literaria. El resultado feliz ha visto recientemente la luz en la editorial Alrevés, lleva por elocuente título Obscena y es la suma del talento de trece nombres reconocidos de las letras españolas.

«Pornocriminal es una fusión de géneros que hemos inaugurado para un viejo proyecto: el de recuperar la pornografía para la alta literatura, dotándola, además, de la capacidad de profundizar en el ser humano que da el policíaco», explica el propio Biedma, quien se siente en cierto modo, «para lo malo y lo peor, pionero en ese territorio».

Eso, claro está, sin olvidar a algunos antecedentes dispersos, a los que el sevillano no quiere negar el pan y la sal. Por ejemplo, el añorado escritor ecijano Carlos Pérez Merinero, del que, en fechas nada lejanas y a título póstumo, vieron la luz sus Cuentos completos, algunos de los cuales se publicaron en su día en cabeceras de clara filiación erótica, como Penthouse. «Efectivamente, el nunca lo bastante reivindicado Merinero, en sus constantes búsquedas, se sirve que los elementos más crudos del sexo y desde luego tendría un lugar de honor en mi compilación; nos diferencia, quizás, que nosotros retomamos la pornografía con conciencia de su labor funcional, esto es, que al igual que la literatura de terror sirve para asustar, la pornografía debe servir para excitar».

Por otro lado, a nadie se le escapa que esta sorprendente fusión se realiza entre dos géneros en auge. El negrocriminal vive días –ya años– felices gracias al éxito de autores como Andrea Camilleri, Henning Mankell, Donna Leon, Stieg Larsson o Petros Markaris, así como Lorenzo Silva, Juan Madrid o Dolores Redondo en España; y el erotismo y la pornografía han experimentado un importante repunte tras el superventas 50 sombras de Grey, de E. L. James, aunque hace unos años también recibieron una espectacular acogida colecciones como La sonrisa vertical.

«Siempre digo que el negrocriminal es uno de los más estables dentro de la literatura de géneros, otra cosa son los repuntes dentro de la industria y posibles momentos de aparente rentabilidad que no se corresponde con una bonanza real», comenta Biedma. «En cambio, la mojigatería y los tiempos de corrección editorial han empujado la literatura con auténtica carga sexual a sus momentos más bajos. Los pseudoeróticos cuentecillos de Grey son otra cosa... Así que espero que el policíaco sirva para tirar del porno y devolverlo al sitio que le corresponde», agrega.

Sevillano de 1962, autor de títulos como El manuscrito de Dios, El espejo del monstruo o el más reciente La lluvia en la mazmorra, Juan Ramón Biedma comparte espacio en Obscena junto a compañeros de oficio tan cercanos y a la vez reconocidos como Carlos Salem, Carlos Zanón, David Llorente, Empar Fernández, Fernando Marías, Guillermo Orsi, José Carlos Somoza, Manuel Barea, Marcelo Luján –último premio Hammett en la Semana Negra de Gijón–, Marta Robles, Montero Glez y Susana Hernández.

No obstante, en la nómina de autores de Obscena no hay paridad. ¿Cultivan ellas menos el género? «Hay excelentes escritoras criminales en nuestro país y cuando se adentran en este universo, lo hacen con gran maestría, las compañeras que participan lo demuestran. Pero tengo que reconocer que me puse en contacto con algunas más para que formaran parte del plantel y al final no pudieron participar», explica Biedma. «No obstante, aunque es una desproporción que se está corrigiendo rápidamente, hoy por hoy son menos las mujeres que cultivan el policíaco», apunta.

Sea como fuere, la variedad de estilos e inspiraciones es total. «Al reclutar a los compañeros que me acompañaron en este proyecto, la única premisa era la fusión del sexo duro con alguna variante criminal, lo demás lo dejé en sus manos. Y lo cierto que es que los resultados no podían haber sido más sorprendentes: desde los ambientes actuales al salto a diversas épocas, desde el paisaje canalla y urbano a la exquisitez de la intimidad o al mundo de la leyenda o la penetración en el psicoanálisis. Desde la descripción detallada hasta la elipsis. Del drama al humor. Creo que en poco más de 200 páginas nos hemos movidos por toda clase de universos, de estilos, de atmósferas, de personajes».

También el propio Biedma figura, como autor y editor, en el sumario. «Supongo que es algo así como dirigir una película en la que también intervienes como actor: te permite controlar todas las fases de la producción y, sobre, profundizar en otros aspectos que autores no siempre participamos, desde el contacto inicial con los escritores hasta la preparación del acabado final de la obra, ilustraciones, maquetación, todo. En este sentido, ha sido una experiencia muy interesante de cara a proyectos futuros. Y tengo que reconocer que tal y como está el sector, la de editor es una de las labores más complejas de todo el proceso del libro».