Como es habitual la clausura del Festival Turina tuvo lugar en el coqueto teatro diseñado por Aníbal González en el interior de Capitanía General, un espacio astutamente elegido para atraer el mayor número de personas, con inmejorables condiciones acústicas que hacen brillar aún más, si cabe, el extraordinario rendimiento de las figuras convocadas en cada edición de este singular acontecimiento. Ataviadas con los diseños de Carmen Latorre, tal como Benedicte Palko recalcó en éste y el concierto de la noche anterior, las intérpretes lucieron espléndidas, rindiendo pleitesía a una ocasión que tanto lo merece por su excelencia musical y tan emblemático lugar.
Cristina Gómez volvió a sorprender con un dominio absoluto del oboe, lo que le permitió extraer toda la gracia del primer movimiento del Cuarteto de Mozart y la emocionante gravedad del adagio, así como brillar en la profusa ornamentación del rondó final, siempre bien acompañada por Feldmann y el resto de una cuerda con mucho cuerpo y sustancia. Más folclórico el Cuarteto con piano de Turina que el Quinteto interpretado la noche anterior, el conjunto hizo hincapié en su carácter sencillo y conciso, atacando con respeto y claridad y dejando claro su proceso cíclico con una ejecución nítida del leit motiv (Turina compuso muchas bandas sonoras). Especial mención merece Bertrand Raynaud al violonchelo, con un sonido dulce y conmovedor, así como el carácter vivaz y extrovertido que supo imprimirle la cuerda, con la violinista alemana Tanja Becker-Bender al frente, y un inconfundible aroma andaluz sobresaliendo durante toda la interpretación, muy palpable en el estilo rapsódico impregnado por Benedicte Palko al piano.
Antes de agradecer a la organización la oportunidad de conocer Sevilla y Turina, Philippe Graffin puso en pie el Septeto de Saint-Saëns, en el que volvió a brillar la trompeta ágil y moderadamente pomposa del joven Mario Martos, con la complicación añadida de tocar sin pistón, como exige la partitura. El carácter travieso de la pieza quedó perfectamente expuesto merced a una cuerda ágil y el contrastado piano de Melkyan, si bien faltó algo más de ironía. El Quinteto Op. 81 de Dvorák añadió una atmósfera de aroma bohemio, destacando el piano arrebatado y elegante de Lifits, así como los hermosos y muy matizados acordes en el chelo de Raynaud y la viola de Lise Berthaud, en un conjunto que supo conjugar a la perfección el melancólico lirismo y los ritmos danzantes de la obra. Experiencias así merecen mimarse y conservarse para que dentro de dos años volvamos a disfrutarlas. Por cierto, ni rastro de la Reina Sofía.
FESTIVAL TURINA ***
6º Festival Internacional de Música de Cámara Joaquín Turina. Cristina Gómez, oboe. Mario Martos, trompeta. Tobias Feldmann, Tanja Becker-Bender, Philippe Graffin y Antonio Viñuales, violín. Cristina Santos Taboada y Lise Berthaud, viola. Salvador Bolón y Bertrand Raynaud, cello. Joaquín Arrabal, contrabajo. Benedicte Palko, Sofya Melikyan y Michail Lifits, piano. Programa: Cuarteto para oboe K370, de Mozart; Cuarteto para piano Op. 67, de Turina; Septeto para trompeta Op. 65, de Saint-Saëns; Quinteto Op. 81 B155, de Dvorák. Capitanía General, domingo 10 septiembre 2017
Buena música con buenos ropajes