Caballos de batalla

CÁMARA ROSS ***

18 ene 2016 / 08:42 h - Actualizado: 18 ene 2016 / 08:42 h.
"Música"

Informales pero conjuntados, con vaqueros y camisa negra, los integrantes del Quinteto Ábrego ofrecieron un interesante concierto dentro de las matinales de cámara de la Sinfónica, en el que se dieron cita algunas de las piezas claves compuestas para conjuntos de madera y metal como el que ellos defienden. En el programa dos auténticos caballos de batalla, como son las piezas de los revolucionarios Ligeti y Hindemith, junto a otras dos obras de mayor calado popular y sabor más amable, las escritas por los franceses Ibert y Françaix. Los resultados brillaron más en los extremos que en las piezas centrales, aun revistiendo en general un acabado más que digno.

De la poca conocida música de cámara de Jacques Ibert, conocido autor de más de sesenta bandas sonoras, entre ellas un Don Quijote de G.W. Pabst y el Macbeth de Orson Welles, destacan sus Tres piezas breves para quinteto de viento, una combinación de sonidos agrestes y sencillos juegos politonales de la que los intérpretes acertaron a extraer su espíritu amable y campestre. El Quinteto de Françaix estuvo menos depurado, sobre todo por parte de la trompa, instrumento ciertamente difícil que incluso exige puestas a punto que interrumpen el flujo musical, como ocurrió en el tercer movimiento entre variaciones. Aún así los músicos supieron aprovechar las oportunidades de lucimiento que les brinda la página y exhibir su espíritu refinado y encantador.

Contrapuntísticas y diatónicas, las Seis bagatelas de Ligeti no son particularmente virtuosísticas, pero sus continuos ostinati rítmicos exigen una concentración de la que los Ábrego no fueron especialmente celosos, como tampoco fue muy perceptible su variado cromatismo. Partiendo de las mismas premisas, la Pequeña Música de Cámara sí de benefició sin embargo de una interpretación fluida y suelta, con puntuales explosiones de humor no exento de acidez, aunque con ese sentido del ridículo que nos caracteriza a los españoles, no acertaran a expresar una mayor distensión en la puesta en escena, como tampoco se atrevieron a dar ninguna explicación sobre las piezas propuestas, algo tan habitual en este ciclo que generalmente se lo reservan los extranjeros.