Cada día son más los que piensan que no hace falta ser andaluz para ser flamenco

Lo que no se puede discutir es que para disfrutar del buen flamenco hay que seguir viniendo a Andalucía, sobre todo a Cádiz, Jerez y Sevilla, como ha sido siempre

Manuel Bohórquez @BohorquezCas /
30 dic 2016 / 09:44 h - Actualizado: 30 dic 2016 / 09:47 h.
"Flamenco","La Gazapera"
  • Luis el Zambo, al cante, junto a la guitarra de Moraíto. / El Correo
    Luis el Zambo, al cante, junto a la guitarra de Moraíto. / El Correo

Hace unos días leí un estupendo y extenso artículo de Jaci González en Aire Flamenco, cuestionando algunos misterios del flamenco, el hecho de que haya que pertenecer a una familia de tradición flamenca o nacer en un pueblo concreto para tener duende cantando, bailando o tocando la guitarra. Estamos de acuerdo que no, que en cualquier familia y en cualquier pueblo del mundo puede nacer alguien con la sensibilidad suficiente para sentir e incluso interpretar el flamenco, y podríamos traer aquí algunos ejemplos de artistas flamencos extranjeros que han sido o son actualmente profesionales. También se hace buen jazz, rock o blues en España, por ejemplo, aunque esas músicas no nacieran en nuestro país.

Me estoy imaginando cómo puede ser el flamenco dentro de un siglo. Sabemos muy bien cómo era hace un siglo y la evolución ha sido espectacular, como no podía haber sido de otra manera, como ha ocurrido con otros géneros musicales, por ejemplo, los citados unas líneas más atrás. Entre la Niña de los Peines y Mayte Martín hay grandes diferencias, pero si la cantaora catalana grabara unas malagueñas en formato pizarra, la verdad es que casi no las notaríamos. Enrique Morente quiso hacer eso, grabar algunos cantes en pizarra e incluso en cilindros de cera, que técnicamente es posible, aunque lo fue dejando y al final se fue sin llevar a cabo el experimento.

Lo que no se puede discutir es que para disfrutar del buen flamenco hay que seguir viniendo a Andalucía, sobre todo a Cádiz, Jerez y Sevilla, como ha sido siempre. Nadie va a disfrutar del flamenco a Chicago o a un tablao mexicano. Hace muchos años conocí a un cantaor en Berlín, sevillano, que había alcanzado cierto nivel económico cantando canciones de Manolo Escobar o Peret, que para los berlineses era flamenco, en salas comerciales y restaurantes con sabor español. Emigró a esa ciudad porque aquí no podía vivir del cante, puesto que en los años 70 había un buen número de grandes artistas y no era fácil hacerse un hueco entre ellos.

Que el flamenco es un arte que se aprende, es algo incuestionable. En Andalucía tampoco nacen los niños bailando por bulerías o cantando por soleá, tiene que aprender y suelen hacerlo, en la mayoría de los casos, en el ambiente familiar. Más que llevarlo en la sangre, que, como bien apunta Jaci González, ahí solo hay glóbulos, lo viven desde niños y por eso es un flamenco genuino, por el modo de aprendizaje. Esa naturalidad con la que baila Dieguito el de la Margara o canta Luis el Zambo, es imposible encontrarla en un cantaor o bailaor que hayan estudiado en la Fundación Cristina Haeeren, por citar una de las muchas escuelas que hay en la actualidad, aunque esté en Triana.

En el siglo XIX no se daban cursos de flamenco en todo el mundo, como ocurre ahora, aunque sí iban ya las compañías de flamenco y las figuras de la época, primero los boleros y las boleras y luego los flamencos y las flamencas. En aquellos años era imposible encontrar a alguien en Berlín o en París que hiciera flamenco. Si acaso, algún guitarrista al que le llegara alguna partitura o método de guitarra de los guitarristas andaluces de la época. Cuando a finales del XIX aparecieron los primeros cilindros y, algo más tarde, los discos de pizarra, sí empezaron a aparecer guitarristas extranjeros que hacían flamenco.

El tema merece un congreso. Seguro que sería un éxito, porque el mundo entero quiere saber de flamenco y, sobre todo, disfrutar de él en Andalucía y en cualquier parte del mundo.