«Cada mes recibimos un mínimo de 300 proyectos de literatura infantil»

04 jun 2017 / 13:12 h - Actualizado: 05 jun 2017 / 14:31 h.
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  • Sobre estas líneas, Xosé Ballesteros en la reciente Feria del Libro de Sevilla. A la derecha, ‘Donde viven los monstruos’ y ‘Una fiesta sorpresa’, dos títulos de la editorial. / El Correo
    Sobre estas líneas, Xosé Ballesteros en la reciente Feria del Libro de Sevilla. A la derecha, ‘Donde viven los monstruos’ y ‘Una fiesta sorpresa’, dos títulos de la editorial. / El Correo

Tuvieron la mejor idea en el momento más oportuno, pero probablemente no ha sido eso –o no solo eso– lo que ha convertido a Kalandraka, al cabo de 19 años de trabajo editorial, en uno de los principales referentes españoles del álbum ilustrado para público infantil y juvenil. Xosé Ballesteros, editor de este sello gallego con distribución nacional e internacional que tiene en Andalucía uno de sus puntos fuertes, da a entender que también hay filosofías de trabajo exitosas o ruinosas. «Hay que trabajar con ilusión», dice apacible y contundentemente, durante su última visita a Sevilla. Y más aún: «No trabajamos por objetivos económicos. Hemos nacido de la nada, sin ningún tipo de apoyo económico (porque empezamos este proyecto con el dinero de cada uno de los seis socios, que habíamos puesto 6.000 euros cada uno), y hemos ido creciendo poquito a poco, siempre invirtiendo los beneficios que se iban generando en el propio proyecto, y hemos construido una empresa con 22 nóminas, colaboradores alrededor y el único objetivo de subsistir y de vivir dignamente todos de nuestro trabajo».

No obstante, la realidad de Kalandraka es bastante menos modesta que las palabras de Ballesteros: cerca de cuarenta títulos al año, autores de primerísima fila –Sendak, Blake, Innocenti, Silverstein, entre otros, más los nacionales– e implantación en toda España, Portugal e Iberoamérica. «Hablando de literatura infantil, recibimos al cabo del mes un mínimo de 300 proyectos». Un éxito inimaginable para un sello que nació fruto de una providencial inspiración colectiva: crear una editorial que hiciera libros infantiles en gallego, que no había. «Todo lo que vino después fue sorprendente. No había un plan preestablecido de llegar a tener tanto recorrido ni geográfico ni en contenidos». Con el tiempo, publicarían también en castellano, euskera y catalán, y ahora están haciéndolo además en portugués. «Yo creo que nacimos en el momento oportuno. Después llegó la crisis en el año 2008, pero ya habíamos crecido lo suficiente como para aguantar esa especie de contracción del mercado del libro y aun así, en esos años, continuamos creciendo», explica Xosé Ballesteros, autor por cierto, además de editor. «Nunca hemos tenido ningún best-seller como Harry Potter, pero sí tenemos un éxito como A qué sabe la Luna, del que vendemos unos 20.000 ejemplares al año, que es una barbaridad para una editorial como la nuestra». El resto no va mucho peor, por sus palabras: «Nosotros hacemos de partida, de un libro donde previamente tampoco sabes qué va a suceder, tiradas de 3.000 ejemplares, pero ahora ya estamos en títulos con reimpresiones de 5.000 o más, con lo cual eso te da una vitalidad y tienes un catálogo que está rotando constantemente; eso te da mucha potencia. Hoy en día, cualquier editorial que en España salga con 1.500 o 2.000 ejemplares de un libro infantil y juvenil y sea capaz de venderlos ya se puede dar con un canto en los dientes».

Antes, apenas había otros libros que los que recomendaban en la escuela. Ahora, favorecida por las facilidades para imprimir tiradas cortas, «ha habido una gran eclosión de oferta, sobre todo de álbum ilustrado, y a veces prima la imagen sobre la calidad literaria. Es una realidad. Han surgido cientos de autores e ilustradores, algunos de gran nivel, pero otros muchos de dudosa calidad. Y sobre todo, lo que nosotros como editores notamos es que los textos, los buenos textos, los de calidad que llegan, son pocos». Súmesele a eso las preferencias editoriales por las traducciones, que es apostar por caballos ganadores. Arriesgar por un libro desde cero es más trabajoso, incierto y delicado. «Pero yo creo», dice, «que ese es el trabajo más interesante como editor: que donde no había más que un texto o un proyecto de ilustración puedas crear un libro que forme parte de la biblioteca familiar o de la biblioteca pública y que tenga muchos lectores».