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XXIX Temporada de Conciertos de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Tatiana Postnikova, piano. Vicent Morelló Broseta, flauta. John Axelrod, director. Programa: Polonesa Op. 49, de Liádov; Rapsodia sobre un tema de Paganini, de Rachmáninov; Aria de Lensky y Polonesa de Eugene Oneguin, de Chaikóvski; Vals Pushkin no. 1, de Prokófiev; Introducción y Polonesa de Boris Godunov, de Mussorgsky; Obertura de Ruslán y Ludmila, de Glinka; Suite de El Cascanueces, de Chaikóvski. Teatro de la Maestranza, jueves 20 de diciembre de 2018

Alguien con criterio pidió a gritos no hace mucho ¡Más Postnikova! Su proclama ha sido escuchada y en este último concierto de abono de la Sinfónica del año la pianista ha tenido la oportunidad de someterse al reto más complejo y comprometido de su carrera junto a la orquesta: la célebre Rapsodia sobre un tema de Paganini, una obra reservada a los grandes y tan popular que quien más y quien menos la tiene tan interiorizada que resulta más difícil agradar, sobre todo a los más puristas. Ya en febrero de 2014 Postnikova nos deleitó con un Concierto de Martucci en el que se atisbaban generosas influencias de Rachmáninov y nos hacía presagiar una pianista dotada para el lirismo y el romanticismo del compositor ruso. Y efectivamente ahora paladeó cada nota de esta obra concertante, que partiendo del último y diabólico capricho de Paganini, propone una gran variedad de matices y colores en su incesante lucha del hombre con el destino, representado en el recurrente Dies Irae medieval.

Axelrod acompañó siguiendo una estética muy próxima al mickeymousing, sin por ello descuidar sus pasajes más líricos y arrebatados. Pero fue Postnikova quien logró sobre el teclado una lectura impecable, quizás algo falta de mayor empuje y decisión, pero magnífica en cuanto a digitación, fraseo aseado y virtuosismo eficiente. Sensacional el progresivo ascenso hacia el clímax que supone la variación 18, henchido de misterio y por momentos terror; y la propia variación aludida, una inversión del tema original que la pianista resolvió con un emotivo aliento romántico, deteniéndose en cada nota y cada expresión con una dulzura encomiable. Logrado también el final grotesco con la inestimable ayuda de una orquesta poderosa. En la propina la impagable pianista de la orquesta acarició el teclado en un delicadísimo Diciembre de Las Estaciones de Chaikóvski.

Con Aleksandr Pushkin como referente, dos de cuyos poemas leyó con dulcísima voz y expresividad Anastasia Yakushina, uno dedicado al Guadalquivir, Axelrod y la ROSS propusieron un programa amable y distendido, en la línea de esos que tanto gustan a las orquestas ligeras norteamericanas, y que tan apropiado parece en víspera de las fiestas navideñas. Las tres óperas basadas en sus obras más célebres tuvieron su espacio, con Vicent Morelló ofreciendo en arreglo para flauta un Aria de Lensky de Eugene Oneguin refinadísimo y sensual, lleno de sentimiento, que corroboró con el exotismo del Srynx de Debussy que ofreció como propina. La Introducción y Polonesa del Acto III de Boris Godunov de Mussorgsky, en versión para concierto de Rimsky-Korsakov, recibió de Axelrod y la orquesta un tratamiento más elegante que la Op. 49 que Liádov compuso para celebrar el centenario de Pushkin, muy marcado y grueso. Muy delicado por el contrario el tributo en forma de Vals que Prokófiev compuso en el ciento cincuenta aniversario del escritor, y muy versátil y enérgica la Obertura de Ruslán y Ludmila de Glinka. Detallista la siempre agradecida Suite de El Cascanueces, de nuevo con una estupenda Postnikova, esta vez a la celesta, y magníficas prestaciones del resto de compañeros y compañeras, incluida una sección de metales en forma aunque quizás algo prepotente. Un programa ligero y agradable resuelto con energía y profesionalidad.