La palabra ritmo se relaciona de forma natural con el verbo fluir; y precisamente hay en la exposición Rítmica, que Ceres Adriana García-Baquero presenta, hasta el 26 de marzo, en el Centro Cultural de la Villa de San José de la Rinconada, un sentido de la progresión, de la cadencia y del compás absolutamente naturales.
El tren, que tanto poder iconográfico ha suscitado en el arte actual –de las ilustraciones naïves de Tatsuro Kiuchi a los Different trains del compositor Steve Reich–, agita también el imaginario de la creadora sevillana. «El viaje en tren como alegoría del fluir de la vida, pero también el viaje como punto de encuentro entre los real y lo irreal, entre el sueño y la vigilia», dirá.
Las obras que forman parte de Rítmica –cuya visita es gratuita, de lunes a viernes de 17.00 a 20.00 horas, sábados; todo el día– aluden al movimiento pero también parecen estar en eterna pausa; una dualidad que expande su poética a golpe de vista. Porque hay otras cosas bajo la superficie, como el espíritu femenino que permea toda la obra. «Siempre me gusta hacer un guiño a la mujer; pero la mujer entendida como una idea poética, un espíritu creador; esto además me permite hablar de mí misma; hay mucho de mi propia autobiografía en las creaciones que saco a la luz», detalla García-Baquero.
Formada en Ciencias de la Educación y en Bellas Artes, la creadora considera que ambos mundos se «retroalimentan». «Busco que el arte no solo sirva para expresar emociones, aspiro a hablar de cuestiones que lo trascienden», considera. Por otra parte, es ahora cuando percibe que ha empezado a matar a la academia: «Me siento liberada; es difícil perder el miedo a hacer solamente lo que quieres», reflexiona. Y aunque su arte no vaya asido, de momento, a términos como transgresión y provocación, tan consustanciales a buena parte del arte contemporáneo, Ceres García-Baquero no se cierra a ninguna influencia: «El arte, como el conocimiento, es algo vivo que no puede estancarse», dice al respecto.
Sus influencias son rastreables, en Rítmica sobrevuela la obra solo aparentemente silenciosa de John Cage –4’33’’– pero, en lo plástico, son Lucian Freud y Gerhard Richter sus principales referentes. «Dice este que es muy meticuloso, pero que cuando se enfrenta a un lienzo, la obra toma posesión de él. Me gusta esa idea, como también me fascinan sus imágenes borrosas, sus colores fuertes y su forma de intelectualizar el arte».