Cómo triunfar en la vida sin ser un ‘influencer’

El filósofo Massimo Pigliucci propone el estoicismo como vía para rescatar la vida de las garras de la felicidad insustancial

27 feb 2018 / 15:29 h - Actualizado: 27 feb 2018 / 18:57 h.
"Libros"
  • Ilustración de cubierta del libro ‘Cómo ser un estoico’.
    Ilustración de cubierta del libro ‘Cómo ser un estoico’.

Conseguir los objetivos que uno se ha propuesto: eso es triunfar, dice el diccionario. Con lo que gran parte del problema (o de la solución) es qué objetivos se propone uno. Ante el amasijo de insustancialidades que adornan a los ídolos de masas y el desperdicio vital y riesgo para la salud (física y mental) que supondría querer imitarlos, el filósofo Massimo Pigliucci acaba de publicar con Ariel el libro Cómo ser un estoico: un manual que tira de las enseñanzas del griego Epicteto para acabar de una vez por todas con el confitado concepto de felicidad imperante y restaurar, de paso, los valores y las actitudes que dan sentido a la vida y nos hacen personas, para lo bueno y para lo malo. Para cuando salga barato, para cuando salga gratis y para cuando salga caro.

Como se explica en el libro, el estoico es un tipo que no pierde el sueño intentando controlar lo que no está en su mano, sino que emplea sus fuerzas y su tiempo en dominar sus propias reacciones, su respuesta ante las vicisitudes de la vida. Una actitud que bien puede aplicarse a los tiempos modernos, en opinión de este romano que sobrepasa el medio siglo y que hoy vive en Nueva York dando clases y escribiendo artículos, aprovechando para ello su condición de doctor en Genética, Biología Evolutiva y Filosofía. Y dado que el estoicismo no es palabreo teórico sino cosa eminentemente práctica –o eso dice el autor–, «observar e imitar los modelos es una manera importante de trabajar en nuestra propia virtud», explica en su obra. «Hacemos algo parecido en las sociedades modernas cuando señalamos ciertas figuras públicas como modelos a seguir por las generaciones más jóvenes. El problema en la actualidad es que, en general, somos bastante malos al escogerlos. Glorificamos a actores, cantantes, atletas y celebridades en un sentido amplio que, como era de esperar, nos decepcionan cuando resulta que su excelencia al interpretar, cantar, jugar al baloncesto, conseguir me gustas en Facebook y seguidores en Twitter no tiene nada que ver con su fibra moral».

El profesor cuenta historias de personalidades de distintas épocas que no se amilanaron cuando les tocó elegir entre respetarse a sí mismos o rendirse, desde aquel James Stockdale que tras su apresamiento fue torturado durante años en Vietnam hasta esa Malala que sobrevivió a los tres tiros que le pegaron por no callarse y fue Premio Nobel de la Paz. «Al oír estas grandes gestas no solo nos inspiramos con lo que pueden hacer los seres humanos en su mejor momento, sino que implícitamente nos recuerdan lo fácil que es en realidad la mayor parte de nuestra vida», comenta Pigliucci. «Siendo este el caso, realmente no debería ser muy difícil reunir el valor suficiente para oponerse a su jefe cuando trata mal a uno de sus compañeros de trabajo, ¿o no? Quiero decir que lo peor que puede ocurrir es que lo despidan, no que lo coloquen en confinamiento solitario y lo torturen. ¿Qué dificultad existe en realidad para actuar de forma honesta en el transcurso de la vida cotidiana, teniendo en cuenta que no nos arriesgamos a una derrota militar y a la perspectiva de suicidarnos para salvar nuestro honor? Y aun así, imagine cómo mejoraría el mundo si todos mostrásemos cada día solo un poco más de valor, un sentido de la justicia ligeramente más acusado, más templanza y más sabiduría».

He ahí los valores del estoicismo. Nada que ver con lo que se lleva ahora. Porque además, la visión del mundo de esta corriente de pensamiento presume de estar abierta a revisión todo lo que haga falta, algo que resulta «refrescante» en esta sociedad «de fundamentalismo y doctrinas inamovibles». Con esto por delante, en el texto se habla de Dios, el cosmopolitismo, la familia, el carácter, la ira, la discapacidad, el suicidio, la ansiedad, la soledad... aplicando en estos asuntos las tres claves de esta filosofía, que son la disciplina del deseo a través del valor y la templanza (qué es y qué no es adecuado desear, «porque solo las personas que no están formadas en física cometen el error de pensar que pueden controlar más de lo que en realidad son capaces», dejándose llevar por las ilusiones); la disciplina de la acción (cómo debemos comportarnos en el mundo, a partir de la virtud de la justicia); y por último, tirando de lógica y de sabiduría, la disciplina del consentimiento (cómo reaccionar).

Frente a la citada manía de concentrar los esfuerzos en lo que no tiene remedio, los estoicos practican el control práctico de lo que sí está en su mano. «Epicteto nos explica que el arrepentimiento es una pérdida de nuestra energía emocional», prosigue el autor. «No podemos cambiar el pasado porque está fuera de nuestro control. Podemos, y debemos, aprender de él, pero las únicas situaciones sobre las que podemos actuar son las que están ocurriendo aquí y ahora». Y añade más adelante: «Tenga en cuenta que no aconsejo la resignación. El estoicismo se malinterpreta con demasiada frecuencia como una filosofía pasiva, pero la resignación va precisamente no solo contra lo que los propios estoicos decían sino también, y esto es lo más importante, contra lo que practicaban. Los estoicos que conocemos eran maestros, políticos, generales y emperadores, es decir, el tipo de personas que difícilmente habrían podido caer en un letargo fatalista. Más bien eran lo bastante sabios como para plantear la distinción entre sus objetivos internos, sobre los que tenían control, y los resultados externos, sobre los que podían influir pero no controlar».

Y para quienes crean que triunfar es otra cosa, están también las tarifas planas de internet.