Reivindicar el derecho a compartir emociones

h - Actualizado: 05 feb 2017 / 09:24 h.
"Cine"
  • Casey Affleck, protagonista de la película y candidato al Oscar este año.
    Casey Affleck, protagonista de la película y candidato al Oscar este año.

Confieso que tenía ganas de ver Manchester frente al mar. Después de su estreno en Sundance ha ido circulando de festival en festival y obteniendo premios para la película, para su director y sobre todo para su actor protagonista Casey Affleck. Pasó por el Festival de Cine de Gijón obteniendo premios. Tiene seis nominaciones a los Oscar de este año.

Expectante me siento en la butaca en principio la frialdad que trasmiten los primeros minutos de la película me sitúa perfectamente: el principal protagonista es un hombre que vive solo, tuvo una familia, le acompañan unos recuerdos. La voy siguiendo con interés para ir descubriendo que se trata de un producto muy trabajado y bastante pensado, una obra de calculada ingeniería a la que sin mucho esfuerzo se le adivina el mensaje desolador y trágico.

Está muy bien que se nos vuelva a contar el tormento que soporta un hombre marcado por la negligencia de sus actos, también que se haga de forma contenida, casi minimalista; pero lo que no me convence del todo es el argumento, suceden demasiadas desgracias, ni los recursos dramáticos utilizados para en su metraje.

Me encuentro con personajes masculinos desnaturalizados, herméticos o descerebrados, y eso por no hablar de su forma de expresarse y comunicarse con el mundo: aislamiento, frialdad, violencia, o usando a la mujer como un simple objeto.

Vividores tanto tío como sobrino, ejes por lo que circula la trama, en la que las responsabilidades se quedan en la puerta de la casa hasta que la vida les regala un traspiés. Y para su evolución se necesita saber cómo se va a gestionar la culpa y la perdida. Sencillamente con un tratamiento cercano a la desolación, al primitivismo y al abuso de la testosterona.

A la complejidad de las situaciones se le suma la intervención de personajes femeninos con carácter testimonial pero con un papel decisivo. Puede verse como una elegía a un dolor imposible de superar, o como una reivindicación del derecho que tenemos los hombres (y mujeres) a que nos enseñen a gestionar y compartir más y mejor nuestros miedos y sobre todo nuestras emociones.