Conjunta de cámara

OSC ***

07 abr 2016 / 10:18 h - Actualizado: 07 abr 2016 / 10:19 h.
"Música"

En su tercer concierto de temporada, el conjunto liderado por el inquieto Juan García Rodríguez ofreció un programa de cámara que apenas congregó a una veintena de intérpretes, lo que propició a su vez una sensible disminución del público asistente ; ya se sabe, menos familiares y menos amistades. Esta primera experiencia de la orquesta con la música de cámara, al menos en un programa completo, es una iniciativa muy saludable de cara a enfrentar a los jóvenes músicos con piezas que exigen un mayor nivel de claridad y precisión y dejan más a la intemperie sus cualidades, virtudes y defectos.

Las piezas centrales alcanzaron una resolución más satisfactoria que las extremas, de forma que Fratres de Arvo Pärt, en su versión para conjunto de cámara, acusó cierta endeblez por parte de violines y viola, más flácidos en sus registros más agudos, mientras percusión y cuerda grave mantuvieron el carácter constante que domina este exponente del minimalismo místico, al que el conjunto no supo imprimir de suficiente énfasis e intensidad. Tampoco la Suite de Primavera en los Apalaches de Copland logró ese grado de cohesión y dinamismo que exige la partitura, aunque no por ello los resultados fueron desechables. García optó por la versión original para trece instrumentos y algo más de duración que la más popular orquestal, que los intérpretes aprovecharon para exhibir su esmerada técnica, sobre todo las maderas, mención especial para Paula García-Arcicóllar a la flauta. El ambiente campestre de la partitura encontró su mejor reflejo en la recreación del himno tradicional The Gift to Be Simple.

Irreprochable fue una vigorosa y robusta Pequeña Sinfonía « Serenata » de Milhaud, destacando el carácter politonal y casi improvisado del Vivement, expuesto con claridad y transparencia, y la delicada barcarola central. Del fascinante ciclo de música de cámara de Hindemith, en su mayoría pequeños conciertos, el pianista Julio Moguer ofreció una lectura acróbata y entusiasta del Op. 36 nº 1. La docena de músicos convocados arroparon con concisión y un marcado dinamismo el excelente trabajo de Moguer, prodigio de expresividad en una pieza que destaca por su carácter juguetón y desenfadado. Balance por lo tanto bastante positivo que da alas para que García y su proyecto sigan ofreciéndonos programas tan estimulantes como éste.