¿Cuándo empezó el futuro?

La editorial Ariel publica en España el ensayo de A.C. Grayling ‘La era del ingenio’, o cómo el siglo XVII cambió la mentalidad del género humano

21 mar 2017 / 08:16 h - Actualizado: 21 mar 2017 / 08:16 h.
"Literatura","Historia"
  • ‘El astrónomo’, una de las obras más conocidas del pintor holandés del siglo XVII Johannes Vermeer.
    ‘El astrónomo’, una de las obras más conocidas del pintor holandés del siglo XVII Johannes Vermeer.
  • El profesor A.C. Grayling, autor del ensayo.
    El profesor A.C. Grayling, autor del ensayo.
  • Magistral recreación de los Tercios de Flandes por Augusto Ferrer-Dalmau.
    Magistral recreación de los Tercios de Flandes por Augusto Ferrer-Dalmau.

El libro comienza así: «Si sale de casa una cálida noche y mira hacia arriba, ¿qué ve? Imagínese respondiendo a esta pregunta hace 400 años». Fue justo entonces cuando cambió todo: el modo de mirar las cosas, el concepto del mundo, el repertorio de ideas predominantes. Fue el mágico, metamórfico, revolucionario, imprevisible y durísimo siglo XVII, intrépido protagonista del ensayo publicado por Ariel bajo el título La era del ingenio. Su autor, el profesor londinense A.C. Grayling, afirma en él que ninguna otra época «cambió de una manera tan drástica la perspectiva de la humanidad». No salió gratis: aquella fue una de las centurias más convulsas y turbulentas que ha conocido el planeta, plagada de guerras, disturbios, conflictos y agitaciones de toda especie. Porque si esas que se citan arriba son en efecto las primeras palabras del libro, antes aún aparecen otras de Séneca; una cita en latín que dice: Non est ad astra mollis e Terris via. No hay camino fácil de la Tierra a las estrellas. Este, al menos, no lo fue.

Como explica el autor con otras palabras, el XVII fue la época en que la humanidad al fin maduró, tras toda la vida mirándose el ombligo y creyéndose el centro del universo. Hubo quienes lo vivieron como un desgarro y otros que supieron comprender que ese salirse del foco no solamente no era tan dramático como podía parecer, sino que dejaba la situación abierta a sorprendentes posibilidades. La sacudida alcanzó a los tres grandes asuntos: la ciencia, la filosofía y las ideas. Los viejos posicionamientos continuaron existiendo, cierto es, pero de constituir la perspectiva central y predominante –como había sucedido hasta entonces– «comenzaron a quedarse en las cunetas de la metafísica y la moral, de la política y de las relaciones internacionales».

Fue el tiempo de Cervantes, Shakespeare, Milton, Molière, Descartes, Bacon, Hobbes, Spinoza, Locke, Leibniz, Pascal, Galileo, Kepler, Boyle, Newton, Caravaggio, Rubens, el Greco, Rembrandt, Vermeer... «La revolución de pensamiento del siglo XVII produjo la mentalidad que reconoce al ser humano como un gran animal en un pequeño planeta situado en el brazo exterior de una galaxia entre billones de otras galaxias», comenta Grayling, «y (este es el argumento igualmente importante) que el mismo conocimiento que reveló todo esto también permitió el desarrollo de tecnologías, incluidas tecnologías médicas, que han transformado la existencia de esa especie de animal y del pequeño planeta en el que habita, no siempre para mejor, pero sí en gran parte y de muchas maneras».

La abundancia de guerras y enfrentamientos diversos no perjudicó el cambio, sino que lo favoreció, según el autor. Ellos «contribuyeron a hacer posible el cambio debido al fracaso de la autoridad». Los sistemas de control sobre el movimiento de personas se descompusieron; los intercambios «se dieron con mucha más libertad que hasta entonces». Gran parte del mérito fue de la prensa: panfletos, sátiras, tratados y noticias hicieron el transporte de ideas «de mente a mente». El siglo XVII también tuvo su internet. A su modo. No liberó a todos: solo puso la liberación al alcance de todos. Que no es lo mismo. Siempre habrá quien no quiera.

Ahora, cuatro siglos después, todavía hay quien se resiste a la modernidad, a desprenderse del lastre de sentirse únicos, superiores y especiales en el universo. «El totalitarismo mental del islam es el paradigma», afirma el ensayista. «Se requiere una nueva aventura mítica: hacer que el mundo sea plenamente capaz de emplear la mentalidad que la revolución del siglo XVII hizo nacer». Si la pregunta del comienzo era qué pensaban hace 400 años al mirar al cielo, el reto es adivinar qué pensarán dentro de otros 400 al levantar la cabeza; qué creencias, qué saberes, qué certezas marcarán el firmamento. Suponiendo que queden humanos.