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Lola Herrera y Juanjo Artero, en una imagen promocional de la obra.
Aunque en nuestra globalizada sociedad actual la vejez haya dejado de ser una fuente de sabiduría para convertirse en una carga, la veteranía sigue siendo un grado a tener en cuenta. Es el punto de partida de esta obra, una suerte de drama psicológico con tintes de comedia que parece estar escrito para el lucimiento de Lola Herrera.
El texto gira en torno a una reflexión sobre la vejez y la libertad de elección a la hora de afrontar la muerte. Pero más que reivindicar la eutanasia, lo que pretende el autor es demostrar que, a pesar del deterioro físico, la mente puede seguir alojando ilusiones y sueños, y la personalidad, el talento, la determinación y la sabiduría no sólo no merman con la edad, sino que en la mayoría de los casos aumenta. Se trata, sin duda de una reflexión tan interesante como conveniente, en estos tiempos de vorágine comunicativa y crisis de valores. Pero por desgracia el texto abusa de tópicos y lugares comunes; el discurso se queda en un plano superficial; la mordacidad que se desprende del diálogo de la madre y el hijo en las primeras escenas decae hacia la mitad de la obra, dando paso a unas emociones que resultan un tanto impostadas, y en general la dramaturgia delimita un ritmo un tanto monótono.
Por fortuna la obra se salva gracias a los intérpretes, el eje central de la puesta en escena de Magüi Mira. Juanjo Artero borda el personaje de hijo pródigo, alma gemela de la protagonista y Lola Herrera humaniza a la anciana protagonista hasta cautivar al público con su actuación, una genial y magistral interpretación repleta de matices expresivos que ningún amante del teatro se debería perder.
FICHA:
Obra: La velocidad del otoño
Lugar: Teatro Lope de Vega, 19 de abril
Producción: Pentación Espectáculos y Talycual
Autor: Eric Coble
Versión: Bernabé Rico
Dirección: Magüi Mira
Interpretación: Lola Herrera y Juanjo Artero
Calificación: ***