«Parecerá una tontería», comenta Emma Ozores camino de Sevilla, como quien confiesa un pecadillo venial, «pero verle la cara a la gente, verlos reír ahí delante, me hace feliz». Sí, es cierto que su paso por la casa de Gran Hermano Vip le ha podido reportar una cierta popularidad extra más allá de la escena, y que incontables seguidores se habrán sentido muy próximos, como ella reconoce, pero es... otra cosa. «Yo he hecho un concurso pero yo no he sentido a la gente como la siento en el teatro. Y yo sé que he trabajado para ellos y que ellos también han estado con nosotros, porque ellos votaban y tal y cual, pero eso de no sentirlos aunque sabes que están...». Por eso ahora se multiplica su emoción, en vísperas de levantar este fin de semana el telón del sevillano Teatro Quintero junto al actor Vicente Renovell para representar una comedia delirante de su padre, el añorado Antonio Ozores, titulada ¡El último que apague la luz!: un prodigio de surrealismo delicioso y desternillante.
Según Renovell, «decir en qué consiste esta función es un poco difícil, porque tenemos que tener en cuenta que la escribió Antonio Ozores. Ya partiendo de esa base, no tiene un argumento continuado. Entonces es una sucesión de catástrofes, de situaciones raras... tratamos del amor, de la historia del teatro, del cine...», hasta que interviene de nuevo Emma Ozores: «Es surrealista, pero la entiende todo el mundo, niños a partir de cinco años que también se lo pasan muy bien. De repente somos dos viejecitos muy mayores, muy mayores, que nos queremos muchísimo y hemos sido pareja toda la vida y hemos tenido hijos, y de repente él le cuenta que ha sido infiel y con todas con las que ha estado. Y la mujer le cuenta lo mismo. Y entonces el otro se queda alucinando ya... El final es muy sorprendente y no se cuenta para que la gente lo vea. En otro momento somos dos padres primerizos que venimos por primera vez a la casa y el lío que nos hacemos con el bebé porque nunca hemos tenido uno. Situaciones muy divertidas. En otro momento explicamos lo que era antiguamente que cuando algo no gustaba en el escenario la gente pateaba para demostrar su disconformidad, y como Vicente recita un verso muy mal, entonces yo invito al público a patear y todo el público se pone a patear... Hay momentos en los que interviene la gente. En otros, tienen que usar mucho la imaginación para figurarse que está ahí ese niño recién nacido, o un bombero que tampoco se ve pero se habla de él, o un caballo... Como decía un amigo: Yo al principio me estaba volviendo loco y después es que veía hasta la parada de autobús de la que hablabais. Es un poco jugar con la gente y hacer la función entre todos. El hilo argumental es un humor muy ingenioso. Pasan cosas muy diferentes, hacemos muchísimos personajes y es hora y media en la que la gente disfruta mucho».
Ambos celebran la caída del IVA cultural hasta niveles respirables, porque apenas había manera de montar una producción teatral. «Pero bueno», interviene Vicente Renovell, «esto también nos ha llevado a hacer un teatro más dinámico, llevarlo a más sitios... la verdad es que ahora hay muchísimas más obras de teatro que nunca. Dado que hay crisis y es difícil buscarse la vida, la gente está utilizando el ingenio. Aunque la verdad es que el teatro siempre estuvo en crisis. Pero afortunadamente ahí estamos y se siguen llenando los teatros.
«Yo pienso igual», suscribe Emma Ozores. «Estamos viendo que la gente, cuando tienes una obra buena, sí está acudiendo al teatro. Siempre interesa. Hay muchas obras que están gustando y que están funcionando bien. También es verdad que cuando amas tu profesión te sobrepones a cualquier circunstancia. Para los actores, estar en crisis nunca ha sido una novedad. Estamos dentro de lo que conocemos.
Antonio Ozores no les dejaba añadir nada al texto, las clásicas morcillas improvisadas. Como cuenta su hija Emma, él sostenía que si hubiese algo gracioso que añadir a lo escrito, ya se le habría ocurrido a él. «Y nosotros, fieles a sus principios, lo hacemos así en ¡El último que apague la luz!». «Yo he intentado aprender mucho de él, porque mi padre me parecía el mejor maestro», prosigue la actriz. «Él me enseño la compleja estructura de la comedia, desde el detalle de hacer una pausa o no antes de decir algo gracioso... Un tinglado que no es fácil pero que he intentado aprender con la misma actitud que tenía él dentro y fuera de los escenarios: con humildad. E intentar hacerlo todo muy natural. Todo lo que soy lo he aprendido de él».
¡El último que apague la luz! obtuvo el Premio Nacional a la mejor comedia en 2010, precisamente el año del adiós de Antonio Ozores, su autor. Desde entonces, las representaciones han ido recorriendo distintos teatros españoles hasta llegar este fin de semana al Teatro Quintero de Sevilla, todavía con entradas disponibles (15 euros en venta anticipada). El sábado, la función será a las 20 horas; el domingo, a las 19 horas.