De las muchas citas imprescindibles del verano flamenco sevillano, la de Montellano es una de ellas. Recuerdo perfectamente cuando un militar montellanero, Juan Mena Díaz, dijo en el programa flamenco Emilio Jiménez Díaz, en Radio Popular de Sevilla, que quería hacer un festival para aficionados o profesionales no consagrados. De eso hace ya cuarenta años, que son los que se van a celebrar este sábado con la celebración en la Carpa del XL Festival Flamenco de Artistas no Consagrados de Montellano, un pueblo blanco con una bonita sierra y muy buena morcilla de asadura.
Muy pocos creímos en aquella aventura de Juan y Pedro Mena, Manolo Mariscal y El Campero, entre otros aficionados de este pueblo. Montellano no es precisamente un pueblo de mucha tradición de flamenco, aunque gusta bastante este arte. Y Juan Mena Díaz es lo menos parecido a un flamencólogo. Militar retirado, hoy puede presumir de haber creado un festival para los modestos del cante, algo que en su momento fue celebrado por artistas no muy conocidos que tenían que ir a concursos a ponerse delante de jurados incompetentes o a peñas donde a veces no cobraban ni para la gasolina.
Se encontraron con poco apoyo por parte del Ayuntamiento, cuyo alcalde solo iba a echar fotos. Así fue en los primeros años, hasta que en la casa consistorial entendieron que aquella aventura de un puñado de montellaneros tenía que ser atendida. Hoy el Ayuntamiento se vuelca, siempre en la medida de sus posibilidades, lo que ha sido fundamental para la supervivencia del festival. De no haber metido el hombro en la trabajadera, este festival habría desaparecido. El festival y el galardón que se concede cada año, El Madroño Flamenco, destinado siempre a los nuevos valores. Una distinción que tienen ya artistas como Pastora Galván y Antonio Carrión. Algunos de sus fundadores ya han desaparecido, como Pedro Mena Díaz, el hermano de Juan, un aficionado como la copa de un pino y de una generosidad impresionante. Era admirable cómo trabajaba, sin exigir nada y siempre con una anchurosa sonrisa de montellanero noble del campo. Él, su mujer y sus hijos. Y las mujeres y los hijos e hijas de los demás fundadores de la muestra flamenca. Así cuarenta años, cuatro décadas, lo que tiene un mérito enorme que queremos resaltar.
Recuerdo cuando los aficionados se daban bofetadas por recibir la llamada de Juan Mena, no ya por lo que pudieran cobrar, que no era mucho –tampoco iban gratis–, sino porque en este festival se sentían primeras figuras del cante, el baile o el toque. Había buena organización y un buen trato humano, y así sigue siendo todavía. Antes era en el patio de un colegio y ahora en la Carpa, el auditorio municipal. En esta cuadragésima edición, la novedad es un joven cantaor de 18 años, Manuel de la Tomasa, nieto del maestro del cante sevillano José el de la Tomasa y emparentando con Manuel Vallejo por parte de su madre. Este chaval tiene los mimbres necesarios para ser una figura del cante y ahora mismo es de las nuevas promesas más activas junto al morisco Pepito el Boleco y el Purili de La Línea.
Completan el cartel Enrique Remache, de Jerez de la Frontera; María Jesús Bernal, de la Puebla de Cazalla; Enrique Afanador, de Trebujena; Juan José León, de Córdoba; Nono Reyes, de Chiclana de la Frontera; Luis Carrasco, de Lebrija; y, por último, Alberto López, de Málaga, ganador del Madroño Flamenco de este año.
El festival dará comienzo a las diez y media de la noche en la Carpa Municipal. Una cita ineludible para los aficionados.
De las muchas citas imprescindibles del verano flamenco sevillano, la de Montellano es una de ellas. Recuerdo perfectamente cuando un militar montellanero, Juan Mena Díaz, dijo en el programa flamenco Emilio Jiménez Díaz, en Radio Popular de Sevilla, que quería hacer un festival para aficionados o profesionales no consagrados. De eso hace ya cuarenta años, que son los que se van a celebrar este sábado con la celebración en la Carpa del XL Festival Flamenco de Artistas no Consagrados de Montellano, un pueblo blanco con una bonita sierra y muy buena morcilla de asadura.
Muy pocos creímos en aquella aventura de Juan y Pedro Mena, Manolo Mariscal y El Campero, entre otros aficionados de este pueblo. Montellano no es precisamente un pueblo de mucha tradición de flamenco, aunque gusta bastante este arte. Y Juan Mena Díaz es lo menos parecido a un flamencólogo. Militar retirado, hoy puede presumir de haber creado un festival para los modestos del cante, algo que en su momento fue celebrado por artistas no muy conocidos que tenían que ir a concursos a ponerse delante de jurados incompetentes o a peñas donde a veces no cobraban ni para la gasolina.
Se encontraron con poco apoyo por parte del Ayuntamiento, cuyo alcalde solo iba a echar fotos. Así fue en los primeros años, hasta que en la casa consistorial entendieron que aquella aventura de un puñado de montellaneros tenía que ser atendida. Hoy el Ayuntamiento se vuelca, siempre en la medida de sus posibilidades, lo que ha sido fundamental para la supervivencia del festival. De no haber metido el hombro en la trabajadera, este festival habría desaparecido. El festival y el galardón que se concede cada año, El Madroño Flamenco, destinado siempre a los nuevos valores. Una distinción que tienen ya artistas como Pastora Galván y Antonio Carrión. Algunos de sus fundadores ya han desaparecido, como Pedro Mena Díaz, el hermano de Juan, un aficionado como la copa de un pino y de una generosidad impresionante. Era admirable cómo trabajaba, sin exigir nada y siempre con una anchurosa sonrisa de montellanero noble del campo. Él, su mujer y sus hijos. Y las mujeres y los hijos e hijas de los demás fundadores de la muestra flamenca. Así cuarenta años, cuatro décadas, lo que tiene un mérito enorme que queremos resaltar.
Recuerdo cuando los aficionados se daban bofetadas por recibir la llamada de Juan Mena, no ya por lo que pudieran cobrar, que no era mucho –tampoco iban gratis–, sino porque en este festival se sentían primeras figuras del cante, el baile o el toque. Había buena organización y un buen trato humano, y así sigue siendo todavía. Antes era en el patio de un colegio y ahora en la Carpa, el auditorio municipal. En esta cuadragésima edición, la novedad es un joven cantaor de 18 años, Manuel de la Tomasa, nieto del maestro del cante sevillano José el de la Tomasa y emparentando con Manuel Vallejo por parte de su madre. Este chaval tiene los mimbres necesarios para ser una figura del cante y ahora mismo es de las nuevas promesas más activas junto al morisco Pepito el Boleco y el Purili de La Línea.
Completan el cartel Enrique Remache, de Jerez de la Frontera; María Jesús Bernal, de la Puebla de Cazalla; Enrique Afanador, de Trebujena; Juan José León, de Córdoba; Nono Reyes, de Chiclana de la Frontera; Luis Carrasco, de Lebrija; y, por último, Alberto López, de Málaga, ganador del Madroño Flamenco de este año.
El festival dará comienzo a las diez y media de la noche en la Carpa Municipal. Una cita ineludible para los aficionados.