De la indignación al dolor hasta llegar a la esperanza

Crítica de la película ‘120 pulsaciones por minuto’

21 ene 2018 / 11:04 h - Actualizado: 21 ene 2018 / 11:12 h.
"Cultura","Cine"
  • De la indignación al dolor hasta llegar a la esperanza

El virus del VIH da la cara a principios de los años ochenta. Sus efectos se van conociendo a lo largo de los años y mientras, en el camino, muere mucha gente. Desde el primer momento sus efectos son asignados a la comunidad homosexual. El grupo pasa al rechazo y a la demonización. Por entonces poco se hablaba de los estragos que produce en personas drogodependientes, encarceladas, hemofílicas o prostitutas y que desgraciadamente morían por las mismas enfermedades. La etiqueta estaba puesta: el colectivo homosexual era el causante de una de plaga bíblica contagiosa y mortal que iba a afectar a todo el mundo; mientras, gobiernos y resto de administraciones públicas se ponían una venda en los ojos y tapones en los oídos. Por otra parte, los medios de comunicación se erigían prácticamente como altavoz expiatorio; ante la ignorancia y el desconocimiento, el esfuerzo se realizaba en explotar el lado morboso en lugar de ejercer su labor de denuncia, un día sí y al otro también, que la salud es el bien más preciado que tenemos y por lo tanto es un derecho y una obligación preservarla.

120 pulsaciones por minuto, tercer largometraje del marroquí Robin Campillo, nos transporta a principios de los años noventa del pasado siglo. El gobierno francés actúa de forma bastante tímida ante el VIH, mientras los medios de comunicación silencian o ignoran la problemática. Act Up, compuesta en su mayoría por personas seropositivas, mantiene asambleas periódicas conscientes de que es necesario luchar por la promoción de la salud, y no sólo de la de sus miembros sino también de la del resto de la población. Comienza un activismo reivindicativo, responsable y solidario que denuncia el desinterés de los poderes públicos, la competencia deshumanizada e interesada de las farmacéuticas y el desdén y menosprecio de las aseguradoras. En paralelo nace una historia de amor y de compromiso que entre asamblea y asamblea nos habla del deseo, del temor, del dolor, de la pérdida, de la solidaridad y finalmente de la esperanza.

Se agradece mucho porque la película además de provocar emociones, es una forma de llamar de nuevo nuestra atención y la de quienes nos gobiernan. De poco o nada sirve un Estado democrático de Derecho cuando quienes tienen la responsabilidad invierten 87 millones de euros para dar leña y provocar miedo demostrando que hay dinero para lo que se quiere. No se esfuerzan en invertir al menos lo mismo en investigación o en políticas preventivas para la mejora de la salud en colectivos vulnerables como jóvenes o grupos en riesgo, o simplemente en campañas formativas e informativas para el uso del preservativo. El VIH sigue ahí fuera provocando dolor y daño, y no hay que olvidar que chicos y chicas, personas adultas y mayores seguimos practicando sexo.

120 pulsaciones por minuto (****)

Francia, 2017, 144 min.

Dirección: Robin Campillo.

Intérpretes: Nahuel Pérez Biscayart, Arnaud Valois, Adèle Haenel, Yves Heck, Emmanuel Ménard, Antoine Reinartz.

Drama