El burlador y la burladora

La obra ha sido tediosa a más no poder, lenta, absurda a ratos y, en muchos momentos, de nulo respeto al legado flamenco, caricaturizando con mal gusto artístico un arte que atrae a Sevilla a miles de personas de todo el mundo

Manuel Bohórquez @BohorquezCas /
27 sep 2016 / 08:58 h - Actualizado: 27 sep 2016 / 09:23 h.
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  • Un instante del colorido espectáculo de Israel Galván interpretado por Isabel Bayón, anoche, en el Teatro de la Maestranza. / Manuel Gómez
    Un instante del colorido espectáculo de Israel Galván interpretado por Isabel Bayón, anoche, en el Teatro de la Maestranza. / Manuel Gómez
  • El burlador y la burladora

Interesante propuesta la de que un bailaor y coreógrafo como Israel Galván le monte una obra a una bailaora como Isabel Bayón. Los dos bailan desde niños, son de una misma ciudad, Sevilla, luego han vivido el mismo ambiente, tienen más o menos las mismas influencias artísticas y ambos poseen el Premio Nacional de Danza. A pesar de lo expuesto son distintos, aunque se parecen en algo fundamental y es que los dos han sabido sacudirse los primeros airones, echar plumas nuevas y volar del nido para tener sus propios criterios en el baile. Entienden la evolución y el desarrollo artístico de una manera muy parecida, luego la mezcla tenía que ser al menos digna de ser puesta a prueba en un festival que, entre otras muchas cosas, debe estar para facilitar a los nuevos creadores la oportunidad de que muestren sus prodigios en la tierra y fuera de nuestras fronteras.

Isabel Bayón ya había dado muestras sobradamente de que está capacitada para algo más que mover una bata de cola por alegrías, que por cierto la mueve maravillosamente, como no podía ser menos siendo sevillana. Pero claro, eso es ya una antigualla y la bailaora quería ponerse en manos del moderno Israel Galván para la gran apuesta de esta Bienal, la obra de anoche en el Maestranza, Djú-dujú, sobre el mal fario, el mal bajío, el miedo, las supersticiones de los gitanos, que para quienes han perpetrado esta burla es una más de las aportaciones de los calés andaluces al flamenco.

Puede que esta obra tenga su mérito desde el punto de vista del teatro abstracto, que es algo que se me escapa. Incluso que haya que plantearse seguir financiado desde el festival sevillano todos los caprichos de quienes creen que hay que acabar con lo rancio y todos los catetos de Sevilla que se siguen emocionando con el Tío Borrico, El Chozas de Lebrija o Chano Lobato, a quienes por cierto ridiculizan miserablemente en esta tomadura de pelo, una más del director del festival, quien por lo visto tiene licencia para lo que le dé la gana.

Ni siquiera ha sido una obra divertida, aunque hubo sus carcajadas, seguramente de quienes iban a que el genio Galván les quitara lo rancio del paladar. Ha sido tediosa a más no poder, lenta, absurda a ratos y, en muchos momentos, de nulo respeto al legado flamenco, caricaturizando con mal gusto artístico un arte que atrae a Sevilla a miles de personas de todo el mundo. ¿Burla? ¿Provocación? Un poco de todo. Ya verán como habrá quien diga que es una genialidad más de Israel Galván, porque sí, porque es un fenómeno. Un día colocará un váter en un escenario, tirará de la cisterna a compás y Sevilla se pondrá en pie.

Dju-dju

Sin Calificar

XIX Bienal de Flamenco de Sevilla. Teatro de la Maestranza. 26 de septiembre. Dirección y coreografía: Israel Galván. Baile: Isabel Bayón, Alicia Márquez y Nieves Casablanca. Guitarra: Jesús Torres. Cante: David Lagos. Clavicordio, órgano: Alejandro Rojas-Marcos. Repetidor de baile y asistente coreográfico: Marco de Ana. Aparato: Pedro G. Romero.