Los sueños se hacen realidad si se persiguen de veras. Lo hemos oído un millón de veces, pero de vez en cuando alguien se encarga de recordárnoslo con su ejemplo. Ahí tenemos a Alejandro Romero, un sevillano de 37 años que un día soñó con formar parte del Cirque du Soleil, el popular Circo del Sol. Hoy regresará a su tierra convertido en director musical del espectáculo Totem, que permanecerá en la carpa instalada en el Charco de la Pava hasta el 11 de marzo.

«En 2004 fui a ver el show de Saltimbanco cuando vino a Sevilla», evoca. «Cuando esos músicos salieron a escena, tuve de inmediato el sueño de pertenecer algún día a algo así. Al cabo de los años, hice un casting online y me llamaron justo para ese espectáculo. Y en 2010 debuté en el Wembley Arena de Londres», añade Romero.

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— Cirque du Soleil (@Cirque) 25 de enero de 2018

Es cierto que el sevillano no era ningún novato en el mundo de la música. Ya había trabajado estrechamente junto a artistas como David de María, India Martínez o Farruquito, «pero me encanta viajar, conocer otras culturas, y lo que vi aquella noche era mejor que cualquier cosa que pudiera imaginar».

Sobre el día a día bajo la carpa del Circo del Sol, asegura que «aquí llegas y siempre ves a gente entrenando, o calentando. La cocina es el lugar donde nos juntamos todos, hablamos, me reúno con el director artístico para saber si hay algún cambio y repasar todos los detalles. Se trata de sincronizar al máximo la música con lo que pasa en escena», prosigue.

En efecto, un espectáculo del Circo del Sol nunca está terminado. Siempre hay algo que perfeccionar, algún tornillo que ajustar. «En el circo hay un dicho: Nunca sabes cuándo va a levantar la pata el elefante. En este por suerte no tenemos animales, pero siempre hay acróbatas a los que acompañar con nuestra música», dice.

Romero es el único español de una «gran familia», como él la define, compuesta por artistas y técnicos de 26 nacionalidades. «Hay una chica que hace un número de patines, Denise, que tiene familia de Niebla», puntualiza. «Aunque suene a tópico, somos de veras una gran familia. Todo el mundo tiene el mismo estilo de vida, si algo ocurre se soluciona aquí. Nos vemos más que a nuestros propios parientes».

Esta noche, sin embargo, Alejandro Romero sabrá que entre el público están sus padres, hermanos y demás allegados. «Siempre que pueden vienen a visitarme, soy la excusa perfecta para que viajen [risas]. Me hace mucha ilusión mostrarles lo que hago».

Cuando comunicó a sus padres que se embarcaría en esta aventura, «se emocionaron, sabían de la ilusión que me hacía. Al principio yo venía a ciegas, ni siquiera me manejaba bien en inglés, no sabía si daría la talla. Pero te tratan muy bien».

«Todo lo que hacen, lo hacen con el corazón», dice de sus compañeros. Son felices con sus acrobacias. Ninguno tiene un trabajo monótono y todos hacen lo que les gusta, y además cobran por ello. ¿Qué más se puede pedir?».

En todo este tiempo, y con mucho mundo recorrido, Romero ha aprendido cosas que nunca se habría planteado estudiar. «Me interesa mucho la gastronomía de los sitios que visitamos, y no ser un turista en el país que visito. En Japón, en un año y medio, aprendí el idioma y me esforcé por ser uno más. Ya que nos dan tarjeta de residencia, aprovechamos».

Una de las anécdotas que prefiere contar es que a menudo los famosos acuden a saludarlos «y nos tratan como si nosotros fuéramos las estrellas. Javier Bardem nos invitó al rodaje de Piratas del Caribe, y Penélope Cruz estuvo también dos horas charlando con nosotros. Hoy vendrán los jugadores del Betis, y todo el mundo está ilusionado aquí, porque son muy futboleros. ¡Yo, como bético, el que más!».