El destino, ese concepto indefectiblemente ligado a la más famosa de las sinfonías, parece unir al nieto de Prokofiev con las dos partituras sinfónicas más populares del genio de Bonn: la Novena, que protagonizó el concierto nº 9 de abono de esta temporada, con un remix del joven como preludio, y ahora la Quinta, precedida del estreno europeo de una composición suya que parece querer hablarnos de ese otro que aguarda al individuo en las grandes ciudades paradigma de la incomunicación. Pero aunque el acento del atractivo de este programa estuvo en dicho estreno, lo que facilita al cronista la agradecida posibilidad de pronunciarse no sólo sobre la interpretación, sino también sobre el valor de una música nunca antes escuchada, acercarse a páginas tan prodigiosas como la firmada por su abuelo, el gran Sergei Prokofiev, o la incombustible Quinta del insigne Beethoven, acaban convirtiéndose por derecho propio en el principal reclamo de un acontecimiento como éste.
Gabriel Prokofiev presentó una pieza vistosa y espectacular, de carácter tan programático que casi parece una partitura cinematográfica. Se trata de un encargo de las Sinfónicas de Sevilla y Seattle, que tuvo su puesta de largo en la segunda ciudad, en septiembre pasado con Ludovic Morlot a la batuta, y completando un programa en el que también se encontraban su abuelo con la suite de El amor de las tres naranjas, y Beethoven y sus luminosas Sinfonías 1 y 8. En un principio los solistas, violonchelo, contrabajo, trompeta, flauta y percusión, debían tener un protagonismo mayor del que la obra finalmente les ha otorgado. Estos instrumentos, y algunos más, van emergiendo con absoluta naturalidad de la orquesta para reafirmar su individualidad y el diálogo entre ellos, en lo que es, junto a un estupendo trabajo de percusión, lo más original de una partitura que apuesta por la tonalidad, el melodismo, y sobre todo el ritmo. La salvaje llamada de la selva ocupa su primer movimiento, una suerte de Sensemayá que ilustra el primitivismo del hombre abocado a la sociedad. El inevitable movimiento lento adopta formas de blues y jazz, saxofón incluido, mientras el tercero y último reflejan el frenesí urbano mediante ritmos inspirados en el soul y la psicodelia setentera. Un trabajo más inspirado en su estructura y gramática orquestal que en el meramente expresivo, amable para el oyente medio, sin riesgos ni espesuras, fácil y rápido de digerir.
Antes, Axelrod ofreció una lectura decepcionante de la Clásica de Prokofiev, raquítica en sus postulados, ratonil en la cuerda, de líneas gruesas y cortantes, sin flexibilidad ni apenas gracia, a veces morosa y casi nunca efervescente. Mucho mejor Beethoven, una Sinfonía nº 5 dinámica, con empuje y un excelente trabajo de las texturas, pero con un punto personal que potenció los metales y los ritmos rápidos en detrimento de una mayor reflexión y más precisión en los detalles. Una versión rotundamente vistosa, espectacular y en cualquier caso vigorosa.
ROSS ***
11º concierto de abono de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. John Axelrod, dirección. Programa: Sinfonía nº 1 “Clásica”, de Prokofiev; When the City Rules, de Gabriel Prokofiev; Sinfonía nº 5 Op. 67, de Beethoven. Teatro de la Maestranza, jueves 22 de junio de 2017