El flamenco enciende Sevilla

El director de la Bienal de Sevilla, Antonio Zoido, presenta la programación de la XX edición de un acontecimiento que incorpora como escenarios el Puerto, la Plaza de Toros y el Polígono Sur

07 mar 2018 / 18:11 h - Actualizado: 07 mar 2018 / 21:40 h.
"Flamenco","Bienal de flamenco 2018"
  • Foto de famillia de la presentacion de la Bienal./ Jesús Barrera
    Foto de famillia de la presentacion de la Bienal./ Jesús Barrera

El que ayer, durante la presentación solemne en el Teatro Lope de Vega del programa de la próxima Bienal de Flamenco de Sevilla –del 6 al 30 de septiembre–, no se hablara en absoluto de la pifia que a punto ha estado de dejar a Sevilla sin su tercera fiesta anual más importante fue un éxito inesperado que tiene toda la pinta de haber sido accidental, como la inmensa mayoría de las genialidades; un triunfo coral con cinco protagonistas: el primero, el nuevo director del festival, Antonio Zoido, contrastado sabio del flamenco y de las entrañas de la ciudad, que atrapó la atención anunciando nuevos espacios para la gran cita flamenca de los años pares (el Puerto de Sevilla –como ya se adelantó aquí– para la clausura, el Altozano en la inauguración, la Factoría Cultural del Polígono Sur, la Plaza de Toros, el Café Alameda). El segundo, un antiguo presidente de peña flamenca, José Padilla, que levantándose como un espontáneo tomó la palabra desde el repleto patio de butacas del teatro para exclamar con mucho sentimiento que es «una vergüenza» lo que se está haciendo con las peñas flamencas, que están tiritando las que quedan. El tercero, el cartelista Pedro G. Romero, que con su discutible concepto del asunto –como se verá a vuelta de página– consiguió el inusitado protagonismo que tanto se cotiza en la vanguardia artística. El cuarto, el concejal de Cultura, Antonio Muñoz, que pidió más flamenco en los libros de texto y que todo el mundo eche una mano en la promoción de la Bienal, como está pasando con el Año Murillo y esos bares donde ahora a la carne con tomate de toda la vida la llaman Murillesca a la barroca, o algo por el estilo, y eso que se gana para la causa turística. Y en quinto lugar, la propia programación, que para unos es un conformista más de lo mismo –esta cantinela no es nueva, y casi se considera un motivo de prestigio– y para los de enfrente resulta excesivamente esnob, con su toque de rap, de heterodoxia variada y de figuras llamativas de esas que dividen a los aficionados sin término medio entre el blanco nuclear y el negro azabache (Rosalía, un poner. El Niño de Elche, otro poner).

Las claves de la programación, tal como las presentó el director de la Bienal, están en las grandes figuras indispensables (Farruquito, la Yerbabuena, Israel Galván por partida doble, María Pagés, Tomatito, José Valencia, Isabel Bayón, Dorantes, Calixto Sánchez, José de la Tomasa, Remedios Amaya...); los nuevos espacios que se suman a los de siempre; el papel de las casas palacio, que formarán «un enclave mágico, ideal» al que han llamado «la Sevilla encendida» porque ayudarán a encenderse al flamenco; y un guiño especial a la guitarra en el Espacio Turina.

Destacó Zoido que «la jornada inaugural, el 6 de septiembre, será una puesta en la calle, posiblemente en el Altozano de Triana, para confirmar el flamenquismo del evento». Hablo de la sección Al arte de su vuelo, «que quiere recordar noches inolvidables de otras ediciones». Se detuvo un momento en la Plaza de Toros, donde Calixto Sánchez, José de la Tomasa y Pepa Montes formarán «un trío absolutamente inédito y de muchísimos quilates». Recordó la importancia del Hotel Triana, «el espacio con más solera de la Bienal de Flamenco, un espacio de territorios, de familias, de jóvenes y viejos flamencos y amigos y vecinos, que abre su patio durante cuatro noches. Y resaltó que en el Polígono Sur, la Factoría Cultural ofrecerá durante cuatro sábados «un programa denominado De la mano de... donde cuatro artistas consagrados apadrinarán, darán la mano y acompañarán a otros jóvenes artistas escogidos por ellos».

«Tenemos un espacio nuevo, que es el Café Alameda», explicó el director. «Este año, las trasnoches que habitualmente se hacían en Santa Clara no se pueden hacer allí porque el espacio lo ha llenado el Año Murillo, y hemos tenido que echarle imaginación y ver dónde podíamos poner esas trasnoches. Al final, hemos decidido convertir el Teatro Alameda en el Café Alameda, un lugar que de alguna manera rememore la arquitectura de los cafés cantantes de finales del XIX, lo que entonces era nuevo y se veía por primera vez en esos cafés. O sea, la fiesta, que deja de ser familiar y de patio de vecinos y pasa a otro ámbito, una fiesta novedosa a la que se llevaba lo que iba apareciendo».

Programación de la XX Bienal de Flamenco de Sevilla 2018 (Pinche aquí)

Y de remate, «un nuevo espacio de la Bienal, innovador como espacio escénico aunque viejísimo en la ciudad, que será el Puerto de Sevilla», dijo. «Consideramos que no hay otro lugar más apropiado para clausurar esta XX edición que ese puerto al aire libre, en un espacio abierto entre los contenedores que llevan mercancías a todo el mundo y las traen de todo el mundo. En ese espacio estará Dorantes con un espectáculo que, como él dice, va a tener un contenido precursor del acontecimiento del quinto centenario de la primera vuelta al mundo».

Si el flamenco es emoción, nervio, tripas, corazón, quejío y arte irreductible, habrá que afirmar que una de las cosas más flamencas que hubo ayer en el Lope de Vega fue la intervención del citado José Padilla, antiguo responsable de la Peña Torres Macarena, que interrumpiendo uno de los discursos institucionales dijo, entre otras cosas, lo siguiente: «Yo me siento orgulloso de que Sevilla tenga una Bienal de Flamenco, y de que sea un patrimonio inmaterial y cultural de la humanidad, esa es la gran verdad. Pero hay otra verdad que no se cuenta, que es la situación de las peñas. ¿Saben ustedes las peñas flamencas de Sevilla y de toda Andalucía en la situación que se encuentran? Pues se encuentran en una situación de persecución y sanción. No tenemos una ley que proteja a las peñas para hacer espectáculos en directo», denunció, y se quejó de que haya una «presidenta muy viajera, muy flamenca», y «resulta que en Triana, cuna del cante flamenco, no hay ni una sola peña flamenca». «Siento vergüenza y ustedes deberían sentir vergüenza, porque resulta que el flamenco es cultura, y la base del flamenco son las peñas», remató. Alguien le afearía luego muy elegantemente el haber hablado de algo que no tocaba, pero ayer cada uno habló de lo que quiso, sin que faltaran las digresiones llegado el caso, así que tampoco se notó tanto.

El delegado de Cultura, Antonio Muñoz, cerró las intervenciones destacando la «voluntad política» que ha permitido el que exista Bienal desde sus orígenes, hace 38 años, y recordó que la inclusión del flamenco como patrimonio de la humanidad «no es un punto de llegada, sino un punto de salida», y que por eso «tenemos que exprimir el limón más, tenemos que comprometernos más», con más flamenco en las escuelas y con toda la ciudad «oliendo a Bienal». Agradeció a su tocayo Antonio Zoido, «veterano en estas lides pero poco conformista», su «mirada valiente y plural, que es la que ha impregnado la programación de este año», y dio valor a que la lista de espectáculos combine «miradas clásicas y miradas atípicas». A su modo, Muñoz también habló de la necesidad de encender la ciudad, de unir a todo el mundo alrededor de esta idea, igual que está pasando ahora con Murillo. «Desde que llegue a Santa Justa o al aeropuerto, cualquier persona tiene que ver que en Sevilla se está desarrollando un evento de la altura de la Bienal».