La llamada sorprende a Chano Domínguez en su lugar y faena habituales: trabajando en el estudio de grabación. Advierte de que no tiene demasiado tiempo para entrevistas, y esa es una prueba más de su momento de efervescencia creativa. Este veterano pianista gaditano, uno de los grandes artífices del maridaje del jazz y el flamenco desde que debutara en solitario en 1992 con Chano. Veinticinco años después, mantiene su inspiración y acumula una notable experiencia en Over the Rainbow, su última entrega.
Pero antes de entrar en el contenido de su disco, explica cómo es su vida en el voluntario exilio estadounidense. «Estoy viviendo en Nueva York desde hace tres años. No ha sido una experiencia eventual, sino una decisión muy consciente, porque creo que es el país adecuado para desarrollar la música que quiero hacer ahora», afirma.
La música que Domínguez quiere hacer ahora está perfectamente plasmada en Over the Rainbow (Nuba/Karonte). «Se trata de un disco con composiciones originales y también con estándars estadounidenses y latinos. En ese sentido, es como tener un pie en cada orilla del Atlántico, o mejor dicho, casi los dos pies en aquel lado, porque me ha salido un disco muy americano».
En efecto, cuatro de los temas de este disco proceden de la gran tradición del jazz y otros cuatro de lo más granado del repertorio de la América hispana. El resto son propios: Mantrería, trepidante bulería en modo mantra inspirada en algunos de sus padrinos musicales (Bach, Albéniz, Fats Waller...), y Marcel, dedicatoria a un hijo con ecos de Keith Jarret. El disco se descarga en internet con otro tema suyo, Serena, que lleva el nombre de otra hija. Aparte de Harold Arlen, compositor de El mago de Oz, John Lewis y Thelonious Monk firman los cortes de mayor raigambre jazzística. Los cubanos Eliseo Granet y Marta Valdés (con quien Chano grabó en el año 2000 un disco crucial en su carrera), la chilena Violeta Parra y el argentino Atahualpa Yupanqui son los otros cuatro autores. Tras Django, con su final aflamencado, viene Evidence, más conceptual y plácido que Monk´s Dream, pero en ambos destaca la vibrante relectura de la complejidad armónica del genio que los compuso. Drume negrita, la famosa nana cubana, se acompaña con Gracias a la vida, Hacia dónde y Los ejes de mi carreta. El broche final lo brinda el clásico Over the Rainbow. «Tener nuevos retos es lo que me mantiene motivado», asegura Chano Domínguez. «La búsqueda de diferentes maneras de abordar el lenguaje musical es algo que me encanta a la hora de sentarme al piano».
El gaditano es consciente de que cuando él empezó, eran escasísimos los pianistas que se atrevían a hacer flamenco desde este instrumento, con la gramática del jazz. «¡No había ninguno!», asevera. «Creo que, más que el piano flamenco, el flamenco en general ha vivido una aventura musical con el resto de las culturas con las que se ha ido cruzando, y finalmente ha llegado a introducirse en el jazz, como lo han hecho la música afrocubana, o la brasileña. Los músicos de jazz han entendido que es una manera muy diferente, y muy sugerente, de expresarse», dice.
Esto ha permitido, según Domínguez, que «de no haber casi músicos que intentaran esta manera de mezclar lenguajes, hayamos pasado a haber muchísimos en todo el mundo. Está pasando y es muy bueno para el flamenco, lo universaliza y lo estandariza. Permite que se entienda fuera de en nuestras fronteras de una forma más atractiva: a nadie le suena ya a chino el flamenco, todo el mundo reconoce unas bulerías cuando suenan».
«El flamenco es una música que estaba en su adolescencia», prosigue el pianista. «Ha jugado con el rock, con la música clásica, con el jazz, y se ha ido mezclando y enriqueciendo de todo, es maravilloso. Hoy hay un montón de pianistas flamencos jóvenes que agrandan la comunidad musical».
Después de compartir giras con gigantes musicales como Wynton Marsalis, Chano Domínguez asegura no estar «en el momento de desear tocar con determinada gente en concreto. Me hace muchísima ilusión subirme al escenario, por ejemplo, con el quinteto The Spanish Brass para un concierto de metales y piano, o volver a tocar con Javier Colina [con quien firmó aquel memorable disco de homenaje a Paco de Lucía, Diez de Paco], que ha estado conmigo muchísimos años, hacer con él una grabación en el Auditorio Nacional y sacar un disco con ella el año que viene. Por supuesto hay muchos más con los que me agradaría tocar, pero me encuentro ya muy pleno de compartir vida y escenario con gente a la que respeto mucho. Y por supuesto, me llena que un ídolo como Paco me invitara a tocar con él hace unos años. Con eso es suficiente».