Un canto a la igualdad de derechos y a la libertad de elección de las mujeres. Es lo que nos propone Roberto Santiago en esta obra, un monólogo basado en la novela de el escritor británico D. H. Lawrence que estuvo treinta años prohibida en Inglaterra por su contenido erótico.
Más que en el erotismo, Antonio Gil se centra aquí en la rebeldía de la protagonista y su valentía para plantarse ante un tribunal y reclamar su derecho a ser dueña absoluta de su propio cuerpo y dar rienda suelta a su deseo. Se trata, sin duda de una reivindicación altamente trasgresora, sobre todo si tenemos en cuenta que la historia se sitúa en la Inglaterra de principios del siglo XX. Aunque no hay más que echar un vistazo a la cifra de mujeres víctimas de violencia de género para identificarse con el personaje y su discurso.
La puesta en escena se sirve de un espacio escénico conceptual y frío que contrasta con el dramatismo del espacio y sonoro y la iluminación. La actriz se enfrenta al texto sin más apoyo que su propio cuerpo, un atril y algunos documentos que prueban su adulterio. Un hecho que ella no sólo no niega, sino que supone el núcleo central de su defensa. Porque, al fin y al cabo lo que ella pretende es defender su derecho a vivir sola y elegir libremente con quien quiere tener relaciones amorosas y sexuales. Y lo hace con un discurso impregnado de fina ironía que en más de una ocasión despierta la risa del público, quien desde un principio se siente cautivado por Ana Fernández, una actriz en estado de gracia que roza la excelencia colmando de humanidad al personaje de Lady Chaterley con una interpretación repleta de matices y un ritmo vertiginoso, tal vez demasiado.
Lugar: Sala La Fundición, 12 de enero, feSt
Obra: El lunar de lady Chatterley
Autor: Roberto Santiago
Dirección: Antonio Gil
Diseño espacio Sonoro: Iñaki Rubio
Interpretación: Ana Fernández
Calificación: ****