El misterioso caso de Sevilla

La serie de literatura fantástica ilustrada ‘Relatos del desertor del presidio’ de Pedro Tabernero crece con dos nuevos títulos obra de autores locales

20 feb 2018 / 19:10 h - Actualizado: 21 feb 2018 / 08:58 h.
"Libros"
  • Ilustraciones de Juan Manuel Fontenla y Daniel Rosell para los nuevos títulos de la colección de fantasía ‘Relatos del desertor del presidio’.
    Ilustraciones de Juan Manuel Fontenla y Daniel Rosell para los nuevos títulos de la colección de fantasía ‘Relatos del desertor del presidio’.
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Desde los tiempos de Bécquer, en que la magia decimonónica de la ciudad pedía a gritos tomar la pluma, Sevilla no ha vuelto a tomarse muy en serio la literatura de misterio e imaginación. Ahora, tantos años después, el editor Pedro Tabernero parece haber consolidado un nuevo vehículo con el que retomar ese magisterio: tras los tanteos iniciales, su serie de cuentos fantásticos ilustrados bautizada como Relatos del desertor del presidio vuelve con dos títulos cuyos autores son todos sevillanos: Eliacer Cansino y Juan Manuel Fontenla –texto e imágenes, respectivamente, del número dos, El rumor de los ángeles–; y Javier Salvago y Daniel Rosell –ídem, en el número tres, El extraño caso de Bienvenido–. Tabernero, que se reivindica como padre de la idea y director de orquesta del asunto, destacaba ayer que «son de pequeña tirada y muy exclusivos y personales», y que por ello quedan fuera del mercado industrial del libro. «Ya que no tengo una recompensa económica importante o un feedback interesante a nivel de librerías, al menos hacer que uno sea feliz con sus placeres», decía.

El extraño caso de Bienvenido en concreto –que es «cojonudo», como se apresuraba a apostillar el editor–, coloca alto el listón para futuras entregas. Como apunta su prologuista, el físico nuclear –hasta en eso es fantástica la colección– Manuel Lozano Leyva, «es un delicioso relato que cumple todos los requisitos que, personalmente, exijo a la buena literatura: divierte, conmueve y da que pensar. Este, además, puede hasta enseñar, porque confirma lo de la intuición científica de algunos poetas. Bienvenido me recordó al gato de Schroedinger», aunque hay que precisar que el protagonista del libro es un señor, no otra cosa. «Salvago, seguramente sin saberlo pero con una intuición científica admirable para un poeta», continúa, «nos muestra un Bienvenido cuántico. Está, como el gato de Schroedinger, vivo y muerto a la vez. El lector solo ha de decidir si la caja es el ataúd, sea el destartalado inicial o el de hierro final, o bien el propio pueblo donde se desarrollan los hechos. Y los observadores de Bienvenido serán sus vecinos que pueden, o no, decidir sobre la realidad y vitalidad de su existencia». Mientras tanto, en el otro volumen, El rumor de los ángeles, el prólogo de Manuel Vicent elogia a un Eliacer Cansino cuyos cuentos, según dice, «contienen esa dosis necesaria de misterio para que el relato no abandone la literatura». Y añade, en alusión a la trama ambientada en Suecia: «¿Acaso el ángel de la guarda, que todos llevamos a la derecha, como nos contaban de niño, no puede convertirse en el ángel diabólico, que llevamos a la izquierda, y que un día puede arrebatarnos con el torbellino de sus alas, y dejarnos muertos sobre el tejado de un almacén de Estocolmo? Esas cosas pueden suceder con toda naturalidad. Basta con leer estos cuentos que el lector tiene en sus manos para saber por qué lloran los niños, por qué vuelan los ángeles».

Aquí, un eficiente y pulcro trabajo de ilustración entona la lectura con trabajados escorzos, picados y contrapicados, que dan mucha fuerza y tensión a la historia por los encuadres elegidos para las escenas. Colores intensos, escenas muy bien compuestas donde no falta algún elemento de atrezo que complete el cuadro. La historia se presta a ese refuerzo dramático, por su ambiente, sus escenarios y sus personajes: el carbonero, la nieve, el oscuro cielo de Estocolmo, el ángel, los callejones del puerto, las tabernas, los faroles.

En El extraño caso de Bienvenido, las ilustraciones son más expresionistas y menos primorosas, e igualmente tiran de los elementos del ambiente para brindarle la temperatura propicia al lector: el cementerio, la lluvia, la noche, las dudas sobre si uno es un fantasma, la incertidumbre, el frío, el chirrido de una verja... Pero aquí el paisaje ya no es nórdico, sino cercano, y las ilustraciones, con sus paisanos, sus casas, sus azoteas y sus luces de la tarde, se hacen de algún modo familiares en esta historia entre berlanguiana y wildesca.

Como se indicaba, estas obras son los números dos y tres de la serie Relatos del desertor del presidio. Antes de ellas se publicaron los números cero y uno. «En el número cero hice un homenaje a Julio Manuel de la Rosa», vuelve Pedro Tabernero. «Hay un libro suyo que se llama El narrador de fantasías donde un mismo personaje se ponía en el papel de veinte narraciones célebres de fantasía: Gulliver, Alicia en el País de las Maravillas... y a medida que avanzaba la historia se cambiaba de persona en hombre lobo. Una idea muy bonita que me dio el origen de esta colección. Por eso le puse el número cero». También firmaba De la Rosa el otro volumen, Conjeturas sobre la bicha. «Y están ilustrando toda la serie ilustradores conocidos y de mucha confianza que saben trabajar sobre el concepto que le quiero dar a la colección. Necesito que produzcan muchos dibujos para poder seleccionar luego unos treinta o cuarenta que tiene cada tomo. Eso no lo podría hacer con determinados autores que te obligan a plegarte más a su estilo. Yo pretendo un proyecto más híbrido donde mi papel de dirección gráfica esté más presente. Yo me reivindico un poco en el papel de autor de los libros».

No le hace ascos Pedro Tabernero a trabajar condicionado por las imposiciones del autor o de la propia obra ya hecha. «Me pasó con Poeta en Nueva York o el último que hicimos de Fervor de Buenos Aires, de Borges, o recientemente el Caballero Bonald de Argónida. Esos libros me vienen en cierto modo con la mitad de la obra organizada, aunque yo le pueda aportar mi parte gráfica». No obstante, esta nueva ocurrencia suya le deja el camino expedito para hacer lo que verdaderamente le apetezca, lo cual es un riesgo mayúsculo y, como diría él, un doble placer. «Es una colección que me permite una gran libertad».

«Relatos del desertor del presidio nace de una cosa divertida: en mi familia, cuando la gente venía así un poco desaliñada, de jugar a la pelota o lo que fuera, decían: ¡Parece que eres un desertor de un presidio! Entonces yo esa frase la retuve, porque se supone que del presidio no se deserta: se escapa uno si puede, pero no se deserta, y siempre me hizo gracia. Y nunca supe el origen de esa frase». Ignorar cosas forma parte del misterio. También del de editar libros.