«El País Vasco, por suerte»

Fue uno de los inventores de la etiqueta Nuevo Drama, ha escrito un libro sobre la poscensura en las redes y regresa a la novela con ‘Los crímenes del futuro’. Hoy estará en la FLS

h - Actualizado: 11 may 2018 / 15:20 h.
"Libros","Feria del libro 2018"

—Quienes visitan hoy el País Vasco no ven apenas rastro de la melancolía del famoso bucle. ¿Es ya historia?

—Chico, no lo sé, contra la melancolía actúa el olvido, que tiene sus ventajas y desventajas. Si olvidas lo que ha pasado, puede volver a pasar. El País Vasco se ha vuelto bastante soso, afortunadamente para ellos. No va a ser un país de héroes o guerreros, como se jactaban algunos, sino un país de cocineros, de pinchos, dedicado a la gastronomía.

—¿Todo era, al final, cuestión de dinero?

—Sí, de mantener un privilegio. Al final se trataba de no ponerse a la altura de las demás comunidades, no despertarse un día siendo españoles normales. Todo lo que pasó ha servido para dos cosas: para eliminar al Estado del ámbito vasco, y hacer de su capa un sayo. Y para pagar menos impuestos. Para eso ha servido ETA, para hacer aceptar a los demás partidos algo que era el proyecto de Sabina Arana. Ya era comunidad privilegiada anteriormente, pero han logrado blindarla y dar un escarmiento a todos aquellos que pensaban que aquello podía funcionar como una democracia. Ya lo definió muy bien Urkullu: «Nosotros lo que somos es una identidad foral». Es decir, lo que define la nación vasca no es la raza ni la lengua, sino el privilegio.

—Desde ese punto de vista, ¿ETA ha sido un éxito?

—Sí, yo acuñé hace tiempo una expresión que creo que sigue siendo válida: los nacionalistas vascos siempre pierden para ganar, convierten la derrota en una victoria, se presentan como una comunidad mártir y sobre todo como objeto de una ofensa irreparable por parte de España. ¿Por qué? Porque dentro del propio nacionalismo español, los vascos también tienen un papel privilegiado. Representan la España primitiva, la España anterior a España, que garantiza la existencia de una España eterna. Pueden ser la expresión de una españolidad acrisolada, o de la antiespañolidad. Es complejo, pero esto se ha saldado con una victoria relativa, una paradójica victoria del nacionalismo.

—Dedicó un poema a Joseba Sarrionandía, el célebre etarra fugado y escritor. ¿Se le podrá leer alguna vez sin pensar en su pasado terrorista?

—Sí, lo que pasa es que hay pocas cosas suyas traducidas. Lo de sarrionandía es un poco trágico, ha vivido mucho tiempo fuera del País Vasco. Hay una cierta pérdida, obsolescencia, a la que se añade esta lejanía. Yo creo que Sarrionandía no ha estado en ETA en los últimos 20 o 30 años, pero ha sido uno de los beneficiarios de la situación. Se han hecho con su espacio más o menos protegido.

—¿Qué recuerda de sus años en Sevilla?

—Tengo recuerdos confusos, fueron años muy intensos y muy caóticos, el curso 68-69, y 69-70 Los años del consejo de Burgos, de Vilar Palacín...