El pequeño milagro del ‘low cost’

Se representa en el Teatro Alfil de Madrid ‘Redecoración’, arquetipo del teatro ‘low cost’, un tipo de producción que se ha impuesto en el 90 por ciento de las salas españolas

14 ene 2017 / 12:43 h - Actualizado: 14 ene 2017 / 13:33 h.
"Teatro"
  • ‘Redecoración’ es una obra divertida aunque algo superficial. / El Correo
    ‘Redecoración’ es una obra divertida aunque algo superficial. / El Correo

Si hacer teatro teniendo medios suficientes es algo especialmente difícil (hacerlo bien, claro, porque una chapuza la puede conseguir cualquiera) hacer teatro sin medios, en una sala off y con un texto justito en todos los aspectos, es un milagro. Sí, hacer teatro hoy (porque el 90 por ciento de lo que se hace es en estas condiciones) es una especie de prueba de fuego que pocos superan con una mínima solvencia.

Por tanto, la crítica teatral debe ajustarse a lo que está sucediendo y, al menos, pasar por alto lo que ningún actor, director de escena o técnico de sonido, por ejemplo, pueden superar por más esfuerzos que hagan.

Redecoración es una obra que se representa en el Teatro Alfil de Madrid. El espectáculo está inspirado en la obra del checo Vaclac Havel aunque de él no queda ni rastro y esta obra se convierte en la muestra de todo esto que decía sobre el low cost teatral que se ha impuesto en España como norma obligatoria.

Vamos con las buenas noticias.

Con un puñadito de euros alguien ha conseguido armar una producción teatral. Es verdad que en algunos institutos, en los que los padres de los alumnos son generosos, el escenario tiene mejor aspecto que en el que se representa Redecoración, pero, sobre esas tablas de aspecto tan penoso vemos a un actor y dos actrices que interpretan sus papeles haciendo de tripas corazón y sacando petróleo de donde nadie pudiera pensar que hubiera. Jesús Asensi tiene momentos verdaderamente graciosos. Como actor logra superar la prueba. Aunque como director no acierta en algunos movimientos injustificados; ni en algunos momentos en el que los actores (él mismo) tienen dudas y esperan a que les den pie con ansias por superar el momento en el que no terminan de estar ni bien colocados, ni bien dirigidos al moverse sin un sentido claro. Virginia Jabón es la que defiende el papel más fácil, más plano, pero aporta matices que no encontramos en el desarrollo del propio texto. Algunas de las carencias dramatúrgicas las maquilla con acierto. Y Lidia Navarro, que baila con la más fea, se defiende más que bien. Su personaje invita al histrionismo y la actriz llega al límite sin sobrepasar esa línea que podría convertir su papel en una ridiculez. Baila bien, su dicción es estupenda y soporta con profesionalidad un gran peso de la obra.

Sin embargo –aquí comienzan las peores noticias- el arco dramático de los personajes es enclenque, se diluye sin remedio. El texto se centra en una idea bastante sobada (la contraposición entre la ideología burguesa y la progresista, entre la falta de valores y los que están arraigados y nos hacen ser mejores, etc.) y da vueltas sobre la misma cosa una y otra vez. Se van acumulando situaciones, más o menos graciosas, que terminan siendo explicadas al final de la obra de una forma explícita en exceso. Es como si el autor no se fiara del público, como si hubiera pensado que nadie fuera a entender su mensaje y lo contara para que la cosa funcionase. No crecen los personajes ni se van sumando aspectos que pudieran ir dando formas diferentes y un fondo con sentido al conjunto.

Sin texto no hay nada que hacer. Solo un milagro puede salvarte del desastre absoluto. Y, volvemos a las buenas noticias, en el escenario se produce, suponemos que cada noche, uno pequeño. Porque más con menos no se puede conseguir.

Creo que hay que ser justo al valorar los espectáculos. Esto mismo sobre el escenario de un teatro con presupuesto suficiente sería un escándalo. Pero en estas condiciones se ha de perdonar algunas cosas que tienen que ver con la falta de una puesta en escena claramente mejorable, con un vestuario precario o con un sonido y un material audiovisual bastante decente dadas las circunstancias. Lo del texto, no. Eso en cualquier teatro es lo que es.

Es normal que los teatros quieran conseguir su objetivo, que no es otro que salvar los muebles perdiendo la menor cantidad posible. Es normal que si los recortes han afectado a todos tengan presencia en el mundo de la cultura. Es normal que las producciones tengan que ajustarse a presupuestos más cortos que hace unos años. Vale. Pero llegar a estos extremos no es normal. Apuestas auténticas, cierto riesgo por parte de las salas y un poquito de dinero para hacer las cosas bien son imprescindibles.