El primer premio del prestigioso certamen Paloma O’Shea lleva aparejado una dotación económica de 30.000 euros, además de una gira de conciertos por España y el extranjero y la grabación de un disco. Juan Pérez Floristán (Sevilla, 1993) disfrutará de todo ello tras alzarse merecedor del mismo el pasado miércoles en Santander. Hijo de dos notables músicos, el director de orquesta Juan Luis Pérez y la pianista María Floristán, el joven intérprete ha obtenido el galardón más importante –por ahora– de su carrera justo unos meses después de haber debutado con la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla –el pasado mes de abril– con la misma obra que le ha servido de llave para ganar la competición, el Segundo Concierto de Rachmaninov.
—¿Qué le supone haber merecido el primer premio, quizás un salto en su carrera?
—Mi carrera sigue estando en un momento germinal porque me encuentro en plena formación. Estoy viviendo una época apasionante como pianista, con muchas opciones por delante en mi vida y mucho donde elegir.
—¿En qué instante, durante el concurso, tuvo la certeza de que podía ser el ganador?
—Sólo cuando llegué a la final. Sabía que las rondas previas las había hecho muy bien, y me daba cuenta de la expectación mediática que estaba generando mi intervención. Si todo iba como debía era consciente de que tenía unas enormes posibilidades de ganar.
—Este año el concurso ha tenido una considerable trascendencia pública. ¿Qué ha cambiado para que, de repente, el piano genere tanta expectación?
—Creo que el reciente precedente que sentó el Concurso de Piano Chaikovski, con más de cinco millones de espectadores, nos ha beneficiado. Además, este año el Paloma O’Shea se ha retransmitido por La 2 y por streaming. Es un producto de calidad, gratis y bien promocionado. Lo triste hubiera sido pinchar en audiencia.
—¿Es un concurso de piano una experiencia tan intensa y dramática como dibujan algunos colegas suyos y, por descontado, el cine?
—Intensa sí, porque hay que tener los nervios de acero. Pero si no los tuviera creo que habría abandonado el piano hace mucho. Los concursos son una manera de conocerse a uno mismo, de exponerse. Y rivalidad claro que hay, pero no de la manera tan trágica en que la pintan algunas películas.
—¿Qué parte del premio le hace mayor ilusión?
—El dinero me servirá para ahorrarlo y en el futuro invertir en un buen instrumento. Pero para mí lo mejor son los conciertos que haré, que me permitirán poder seguir ofreciendo mi arte al mundo, si es que, como parece, tengo algo que puedo transmitir.
—¿Le obsesiona alcanzar un sonido propio?
—Los músicos tendemos a ser personas muy obsesivas. Toco siguiendo mi propia voz, pero sé que me queda mucho por aprender Ahora mismo, en Berlín, con mi maestro Eldar Nebolsin, estoy conociendo mucho del sonido, a veces le escucho tocar y no puedo imaginar que un piano pueda llegar de esa manera.
—¿Qué felicitación, de las incontables que ha recibido, le ha significado más?
—El abrazo de mis padres, músicos también. Fue la mayor recompensa.