El singular encanto de las miniaturas naif

El pintor sevillano Ignacio Rodríguez-Jurado expone ‘Mis interpretaciones’ hasta el 2 de marzo en la inmobiliaria Kristina Szekely Sotheby’s International Realty, en la Plaza Nueva

20 feb 2018 / 19:33 h - Actualizado: 23 feb 2018 / 16:37 h.
"Arte","Pintura","Artes plásticas","Exposiciones"
  •  Detalle de algunas de las obras expuestas en la inmobiliaria Kristina Szekely Sotheby’s International Realty. / Jesús Barrera
    Detalle de algunas de las obras expuestas en la inmobiliaria Kristina Szekely Sotheby’s International Realty. / Jesús Barrera
  • El pintor sevillano Ignacio Rodríguez-Jurado inaugura hoy la exposición ‘Mis interpretaciones’. / Jesús Barrera
    El pintor sevillano Ignacio Rodríguez-Jurado inaugura hoy la exposición ‘Mis interpretaciones’. / Jesús Barrera

«Cuando se tiene prestigio nunca se nada a contracorriente», afirma Ignacio Rodríguez-Jurado. Y en el arte, las buenas posiciones se conquistan «con valentía». En su momento, hace ahora casi 30 años, el artista sevillano fue bastante más que osado proponiendo una creación basada en la figuración y, más aún, en el arte naif. La Real Academia de la Lengua lo define como aquella expresión ‘que se caracteriza por reflejar la realidad con deliberada ingenuidad, aparentemente infantil, y con poesía y simplicidad’. Así es, efectivamente, la obra de Rodríguez-Jurado, bañada por una personalidad indiscutiblemente mediterránea que hace que toda su obra sea un estallido de color.

Kristina Szekely Sotheby’s International Realty, en la Plaza Nueva, nació como una inmobiliaria centrada en el mercado de alto standing de la ciudad, y ahora quiere también cobijar arte en su espacio. La muestra Mis interpretaciones inaugura hoy (artísticamente) esta oficina abierta al público. «Es una exposición retrospectiva, con obras que cubren bastantes años de mi trayectoria y algunas piezas de mi colección personal que nunca habían salido a la luz», dice Rodríguez-Jurado, quien hasta el 2 de marzo estará presenten en la inmobiliaria para recibir al público comprador y también al espectador, cada día de 12.00 a 14.00 horas y de 18.00 a 20.00 horas.

Mónaco, Saint-Tropez, Ibiza, Marbella o París son algunas de las ciudades por las que ha viajado el arte naif de un artista libre como pocos y al margen de muchas de las inercias que mueven los resortes del arte contemporáneo. «Siempre he hecho lo que me ha dado la gana. Mis cuadros no tienen perspectiva, ni cuidan los puntos de fuga, ni son complejos técnicamente... y es ahí donde reside su encanto. Si hiciera otra cosa no sería yo», dice.

Su anterior exposición en Sevilla tuvo lugar en marzo de 2015 en la Fundación Morera & Vallejo a beneficio de la Asociación para la Rehabilitación y la Prevención de la Afasia (Arpa). Esta que ahora presenta mantiene las constantes vitales de aquella. «Precios asequibles para todo el mundo [entre 300 y 30.000 euros], colores brillantes, temas sencillos, homenajes a clásicos, mujeres orondas...», esas son sus marcas de autor. «Y así es como llevo vendidas más de 1.400 obras», reconoce.

A Rodríguez-Jurado le molesta cuando, en alguna ocasión, alguien le ha pedido tal o cual obra porque hacía juego con el salón, por puro interés decorativo. «Quienes se han acercado a mí con ese propósito no les he vendido nada», asegura. Tampoco teme a la crítica, aunque solo haya cosechado una negativa en su historia. «Que hablen de uno aunque sea para mal decía Oscar Wilde, pues eso...».

Glorieta del Crucificado en azules, Las Señoritas de Avignon, La Gioconda y su hermana la Giocondina o Triana son los títulos de algunas de las obras que ahora salen a la venta. «Colorido, imaginación y osadía» repite como un mantra. Esas son las claves de su éxito. El mismo que le permitió encandilar a la duquesa de Alba, cuya fundación cuenta con más de 20 obras suyas que espera, algún día, «expongan como se merecen». Los barones de Rostchild, la duquesa de Montoro o el presidente del Banco Oriental de Caracas tienen también trabajos de Rodríguez-Jurado en sus respectivas colecciones. «Soy un abogado que pinta y cuyos referentes son, desde luego Fernando Botero, pero también Henri Julien Félix Rousseau, el gran pionero del arte naif», cuenta en relación a su dilatada trayectoria en la abogacía; un cuarto de siglo consagrada a ella.

«Tengo admiradores que siguen mi trayectoria y que no se dejan llevar por las modas», asegura. Por eso, antes que en las grandes ferias de arte contemporáneo, su carrera se ha ido cincelando mediante exposiciones monográficas y enriqueciendo colecciones privadas. Además, sus obras no están terminadas hasta que no quedan finalmente enmarcadas. Y no vale cualquier presentación para ello. Marcos dorados franceses hechos en exclusiva para él y paspartú de tela redondean la puesta en escena de unas creaciones en las que sus protagonistas, casi siempre menudos, regordetes y con aires de cómic, interpelan al espectador; ya sea a bordo de una barca por el Guadalquivir, en una plena llena de bañistas o en el patio de butacas de un teatro. Los personajes de Rodríguez-Jurado nos miran y quieren venirse a casa con nosotros.