«En Cataluña lo peor está por llegar»

Mientras remata su trilogía de ‘La balada del norte’, el asturiano Alfonso Zapico vuelve a las librerías con ‘Los puentes de Moscú’, la novela gráfica sobre el día en que Eduardo Madina y Fermin Muguruza, voces antagónicas del conflicto vasco, se sentaron a hablar

24 jun 2018 / 21:04 h - Actualizado: 24 jun 2018 / 21:57 h.
"Libros"
  • El autor asturiano Alfonso Zapico vuelve a las librerías con ‘Los puentes de Moscú’. / Asís Ayerbe
    El autor asturiano Alfonso Zapico vuelve a las librerías con ‘Los puentes de Moscú’. / Asís Ayerbe

{En parte, por su forma de convertir Asturias con todas sus minas y demás heridas en escenario de un género que antes solo hablaba de zombies y superhéroes; en parte, por su novela gráfica Dublinés tras los pasos de James Joyce, Alfonso Zapico es uno de los incuestionables del once titular del nuevo cómic español. Adicto a meterse en charcos, ahora publica –también con Astiberri– Los puentes de Moscú, un encuentro real en Irún entre el socialista víctima de ETA Eduardo Madina y el líder histórico del grupo de rock radical vasco Kortatu, Fermin –sin tilde– Muguruza.

—Ahora está de moda hablar de tender puentes. ¿Cuánto tienen estos, en su opinión, de sincera disposición al diálogo y al cambio de opinión y cuánto de postureo político?

—Al menos el que Edu y Fermin construyeron aquel día fue real y generoso por las dos partes; les hubiera ido mucho mejor sin salir de su zona de confort, sin moverse ni molestar a nadie, pero en su carácter está ser incómodos e inquietos, lo que me parece muy bien. En un terreno tan sensible como este siempre encontraremos a alguien que actúe por intereses partidarios o por egoísmo personal. Hay que asumirlo y entender que, a pesar de todo, los puentes deben construirse.

—¿Qué es ser dibujante de conflictos?

—Es una etiqueta un poco rara que casi me inventé para este libro. Lo que quise decir es que el conflicto está siempre presente en mis libros, bien como trasfondo histórico, bien como conflicto interno del protagonista; conflicto con el Imperio Austrohúngaro o con la propia familia. A veces es directamente el conflicto el que da sentido al libro, como en La balada del norte. Esta última obra es más luminosa: hay un conflicto que ocupa casi ciento ochenta páginas, pero al llegar al final no hay enfrentamiento sino espacio común.

—Hablando de conflictos, ¿cómo cree que acabará el catalán? ¿Cree que el vasco está ya encauzado, por así decir?

—Nada es irreversible en la historia del mundo, solo hace falta leer un periódico para dudar de si esta Europa de hoy es la de los años 30. Pero sí creo que Euskadi respira optimismo, que todo pesa menos actualmente, que los vascos tienen muchas conversaciones pendientes y que les preocupa mucho el futuro de sus hijos; desde 2011 han nacido muchos vascos que posiblemente ya no conocerán la violencia. En lo de Cataluña no soy tan optimista, porque está en una etapa diferente, de ebullición política, de bloqueo institucional. Pienso que en Cataluña lo peor está por llegar.

—¿Pasa algo en España que no pase en otros sitios?

—En todas las casas cuecen habas, en eso no somos excepción. España es un país diferente a Francia, donde vivo, en muchas cosas; tiene sus problemas de encontrar acomodo para su diversidad territorial, las heridas abiertas del franquismo, la crisis que arrastra desde 2009... Pero Francia no es un vergel: tiene sus problemas de integración en las banlieues [extrarradios], jóvenes franceses de tercera generación abandonados por el Estado, una ultraderecha muy ultra esperando para meter el colmillo cada cinco años... Yo soy muy optimista y muy europeísta, pero es verdad que a veces la realidad nos lo pone difícil.

—¿En qué nuevo charco le gustaría meterse para hacer un libro?

—Aún tengo que terminar la tercera parte de La balada del norte, que si todo va bien llegará en 2019. En cuanto termine con esto seguramente probaré a hacer algo parecido a este libro: más documental, más fresco, más pegado a la actualidad.

—Sinceramente, ¿qué opina de Madina y de Muguruza? ¿Cuál de ellos tiene más fuerza literaria?

—Los dos se parecen mucho en la distancia corta: son generosos, buenos conversadores (y escuchadores). Asumen sus contradicciones y sus limitaciones, sin complejos y no tienen miedo a debatir con el que tengan enfrente. Tienen unos valores y unas posiciones firmes, pero no por ello van a dejar de escuchar al otro o a compartir un café con él. Como personajes literarios serían muy diferentes: Edu sería un personaje más romántico, con un poquito de tragedia pero sin exagerar, irónico e inspirador, y pega bien en una campiña inglesa del XIX, escribiendo bajo un haya en otoño. Fermin es más el protagonista salido de una novela naturalista, un poco Zola o un poco Gorki, no exento de mala leche y rebeldía, con su ciudad fronteriza bajo el cielo gris.

—¿Cómo se ve la situación de España y sus nacionalismos desde París?

—Con optimismo relativo. Me preocupan tanto España como Francia, los dos países están en sintonía en este momento pero hay un tercio de la UE que va a cuchillo a por el proyecto europeo que, con sus defectos y sus paradojas, es lo mejor que nos ha pasado nunca. Yo vivo bien en Francia, me gusta mi ciudad y los horarios continentales, pero echo de menos la espontaneidad, la cercanía, la calidad de vida social que dejé en Asturias. Y el jamón. No se puede tener todo.

—¿Cuál es, a su juicio, la principal razón para la falta de entendimiento? ¿Los prejuicios, la intensidad de la propaganda, el carácter...?

—Todo eso y muchas cosas más. Cuando se dan diversos factores, como en el caso de Fermin Muguruza y Edu Madina, donde los dos dan voz al otro, comparten espacio y tiempo, no tienen ninguna pretensión aparte de la propia conversación y tienen en la cabeza el futuro de sus hijos en Euskadi, habrá entendimiento.

—En su libro somete a sus personajes a un definiciómetro. ¿Cuál es el definiciómetro de Alfonso Zapico?

—A mí no me gustan mucho las etiquetas, pero si tuviera que elegir cuatro por obligación diría que socialdemócrata (también), optimista, europeísta y del Real Oviedo.