Al director Brad Bird se le deben dos de las mejores películas de animación de los últimos años. Los Increíbles recibe en el año 2004 el Oscar en la categoría de mejor película de animación además de un sinfín de premios y reconocimiento de crítica y público. Tres años más tarde repite la hazaña con la simpática Ratatouille volviendo a gozar del beneplácito mundial, enorme taquilla y Oscar incluído en la misma categoría que la anterior. Ahora, 14 años más tarde cuando andamos sometidos por una epidemia de superhéroes que ya traspasa lo cinematográfico, se estrena la secuela de la primera Los Increíbles 2.
En esta segunda parte la familia de magníficos compuesta por Bob, Mr. Increíble, su mujer Helen, Elastigirl, su hija Violet, su hijo Dash y el bebé Jack-Jack siguen haciendo vida cotidiana en un tiempo en el que sigue habiendo malotes y los Súpers son ilegales. En esta ocasión el conflicto argumental gira sobre los diabólicos planes de un misterioso villano llamado Raptapantallas, cuyo plan es transformar a la ciudadanía en zombis hipnotizándola a través de las pantallas que la rodean en su vida diaria, y la conveniencia para garantizar la seguridad que tiene la población al contar con estos seres extraordinarios.
Aunque la película desarrolla un nuevo enfrentamiento entre el bien y el mal en el que la avezada familia tendrá que intervenir para salvar el mundo, el mérito de sus logros va por otros derroteros, sus intereses además de ofrecer espectáculo y entretenimiento están en otros sitios. Bascula entre empoderar a la heroína dotándola de autonomía y en este caso también de remordimientos, la sombra Disney que aún no tiene claro lo que significa igualdad, y en cuestionar o en reorientar la masculinidad del varón que es quien se queda en el domicilio a cargo de la prole. Educar significa primero estar bajo techo y eso implica ayudar a realizar los deberes, lidiar con los cambios de humor de una hija adolescente y dar de comer y acunar a un bebé para que duerma. El mensaje queda claro, tan valioso e importante es cuidar y proteger a la familia y sus valores como salvar al mundo.
Visualmente es apabullante, posee un llamativo diseño al que no le falta detalle, secuencias y planos sensacionales, intensidad dramática, persecuciones imposibles, personajes con dobles intenciones, amistades a prueba de bombas, y cuando aparece el personaje de Jack-Jack reina la anarquía y la diversión está asegurada. Es amena y divertida con la que se pasa un buen rato, y sobre todo es accesible para todo tipo de públicos.
Ficha técnica
País de origen: Estados Unidos 2018
Duración: 125 minutos
Dirección: Brad Bird
Género: Animación