Rafa Castaño, magnífico y simpático concursante de los programas de televisión Saber y ganar y Pasapalabra, encaró con desparpajo y mucha profesionalidad el Érase una vez fundamental para introducir las obras basadas en cuentos y fábulas populares que Marc Albrecht y la Sinfónica cocieron con la maestría de un exigente chef de cocina y su equipo. Tras unas estrofas de Las aventuras de Till Eulenspiegel recitadas por el carismático sevillano, el director, ducho en el poemario sinfónico de Richard Strauss, a quien ha dedicado al menos dos de sus registros, no perdió detalle y se movió rápida y elocuentemente por las peripecias del joven protagonista, antaño un campesino medieval que se rebeló contra la burguesía conservadora e inspiró la rebelión flamenca contra la tiranía de Carlos V, y que en el mundo de las leyendas se convirtió en mero provocador y bromista, caracteres bien reflejados en una lectura minuciosa y precisa, con su punto justo de socarronería, aunque ahondando no tanto en la ironía y el tono burlón como en el aliento de libertad que inspira la partitura, ante la que la orquesta desplegó todo su virtuosismo y esplendor. Hubiésemos preferido que Crambes se aplicara más en sus solos de violín; le hemos conocido tiempos mejores y los añoramos.
A Elexei Volodin ya tuvimos el placer de disfrutarlo en anteriores temporadas, en un excelente Concierto Egipcio de Saint-Saens junto a la también estupenda batuta de Stanislav Kochanovsky en 2015, y unas más discutibles Variaciones Paganini de Rachmaninov junto a Edmon Colomer y la Filarmónica de Málaga en 2012, en un concierto en el que curiosamente también se interpretó Till Eulenspiegel. Con el compositor ruso y su poco frecuente Concierto nº 4, Volodin demostró ser también un fuera de serie, capaz de captar el espíritu romántico y arrebatado del autor desde sus primeros y muy majestuosos compases. Sin embargo tuvimos la impresión de no implicarse suficientemente en el primer movimiento, lo que no fue obstáculo para transmitir el lirismo y la aristocracia de la partitura. Tras un elegíaco y pausado Largo de aliento triste y melancólico, Volodin remató con un dinámico Allegro vivace en el que desplegó todo su virtuosismo y dominio técnico, además de un exacerbado sentido expresivo muy bien secundado por una orquesta que Albrecht controló hasta en los detalles más incisivos. El pianista ruso tuvo que esforzarse por no desconcentrarse a pesar de las molestias que le ocasionaron una pareja en primera fila, a la que no dudó incluso en llamar la atención.
Stokowski estrenó este concierto de Rachmáninov, y fue él precisamente quien más popularizó el poema sinfónico de Paul Dukas El aprendiz de brujo, cuya elocuente música siempre asociaremos a Mickey Mouse. Con Castaño de nuevo introduciendo la pieza, leyendo la balada de Goethe en la que se inspira, Albrecht atacó la obra con decisión y extrema transparencia. Tempi rápidos y muchos matices en una interpretación dinámica, metálica y deslumbrante, cuyo plácido pero misterioso final, en concordancia con el del poema straussiano, malogró un impertinente móvil que despertó el gesto enfadado del director. En El pájaro de fuego Albrecht resaltó las influencias que Stravinski recibió de su maestro Rimsky Korsakov y su admirado Ravel, destacando su voluptuosa orquestación en la Danza infernal de Kastchei y el portentoso crescendo final, sin grandilocuencias gratuitas más allá de plasmar el carácter épico y fabulador de la música. Pero también resultó riguroso y lírico en pasajes como el Rondó de las princesas y la Canción de cuna. Con directores así recuperamos a una ROSS tan brillante y segura como la que solíamos disfrutar de forma ininterrumpida hace ya algunas temporadas.
ROSS ****
XXIX Temporada de Conciertos de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Alexei Volodin, piano. Marc Albrecht, director. Programa: Till Eulenspiegel lustige Streiche, de Strauss; Concierto para piano nº4, de Rachmáninov; L’apprenti sorcier, de Dukas; Suite de L’oiseau de feu, de Stravinski. Teatro de la Maestranza, jueves 17 de enero de 2019