FEMÁS 2016 ***
33ª Edición Festival de Música Antigua de Sevilla. Forma Antiqva. Aarón Zapico, clave y dirección. Aurora Peña, soprano. Konstantin Derri, contratenor. Adriana Mayer, mezzosoprano. Programa: La Colpa, Il Pentimento, La Grazia. Per la Passione di Nostro Signor, de Alessandro Scarlatti. Espacio Turina, viernes 11 de marzo de 2016
Estamos acostumbrados a ver y escuchar a los hermanos Zapico en formaciones pequeñas, pero en Oviedo lideran una de las formaciones más activas e informadas del panorama musical y teatral de la ciudad. Con ella edificaron este complejo oratorio que se enmarca en una edición del Femás especialmente comprometido con la Pasión, que en la calle empieza a tomar forma de cara al inminente esplendor barroco de la Semana Santa sevillana.
La Colpa, Il Pentimento, La Grazia es un oratorio poco divulgado de Scarlatti, apenas grabado por nuestra Barroca a las órdenes de López Banzo hace ya trece años, lo que supone el reencuentro con esta pieza vocal destinada a los salones del Palacio del Cardenal Ottoboni, autor a su vez del texto, una paráfrasis libre de las Lamentaciones del profeta Jeremías en torno al sacrificio de Cristo. La obra puede resultar algo lineal y monótona, lo que fue parcialmente salvado gracias a los quince músicos convocados, que atendieron disciplinadamente al empuje y las marcadas acentuaciones indicadas por Aarón Zapico, destacando más las cuidadas ornamentaciones de la cuerda aguda que el cuerpo y la fuerza de la grave. El clave destiló expresividad y las trompetas, firme suntuosidad.
Las voces acertaron en el estudio psicológico de las alegorías a las que personificaron, destacando la confianza con la que la joven valenciana Aurora Peña desgranó una Gracia de generosa proyección y expresiva modulación. Adriana Mayer fue un Pecado quizás demasiado reprimido, no obstante bien timbrado y fraseado, mientras Konstantin Derri trabajó considerablemente su Arrepentimiento a nivel teatral, pero acusó una voz de escasa potencia y versatilidad, apoyada en un timbre de efectos poco cuidados. El mejor pasaje de la obra llegó en la segunda parte con la fuerza arrolladora de Peña (Figli miei), la furia teatral de Derri (Ingrato cuore) y la voluptuosidad de Mayer (Trombe, che d’ogni intorno), lográndose definitivamente una versión muy digna de la página.