{¿Cómo se encuentra, tras el escándalo de su dimisión?
—Estoy la mar de bien. Por una parte, contento por haber tomado una decisión que creí necesaria y, por otra, triste, porque tenía un proyecto idóneo para la Bienal, pero que no ha podido ser porque la actitud del Ayuntamiento y del ICAS ha sido una herramienta de obstáculos, de cincompetencia, de falta de sentido común y de ley, y de verdad... Me estaba metiendo en una ratonera y siendo objeto de un proceso de sometimiento a la ruina.
—Curioso que acuse al Ayuntamiento de no adecuarse a la ley, cuando el delegado Antonio Muñoz le acusa precisamente a usted de no querer someterse a ella...
—Pues miente como un bellaco. Hay en este asunto dos situaciones que no puedo consentir ni tolerar, no por mí, sino por respeto a la dignidad del flamenco y a la Bienal. Para empezar, el Ayuntamiento admite desde primera hora que necesito un equipo para trabajar, eso lo entiende hasta el más tonto. Pero como las limitaciones burocráticas son las que son, la primera respuesta es que las personas que yo requería, Miguel Ángel Vargas y Francis Mármol, hablen con funcionarios para que se prepare un concurso con sus perfiles profesionales, y amañarlo para que lo ganaran ellos. Respondimos evidentemente que no, que eso no podía ser, no se puede dar una imagen de legalidad engañando. Yo escojo esos perfiles porque son personas de absoluta confianza, pero ni ellos ni yo estamos conformes con entrar a trabajar haciendo una ilegalidad.
—¿Hubo alguna otra propuesta?
—Yo decidí no asistir a más conversaciones de tipo burocrático, y fue Miguel Ángel quien siguió el contacto con la directora del ICAS. Y como dije que la dirección era de los dos, la solución que me dieron era partir mi sueldo por la mitad entre Miguel Ángel y yo. Eso es ofensivo para dos profesionales, y para el flamenco. Es una falta de respeto.
—¿No le habría resultado posible trabajar con el personal del ICAS, como ha dicho Antonio Muñoz?
—Teníamos a Fernando, que está en el despacho del espacio Turina como director. María Antonia, la jefa de prensa, nos dijo que tiene el encargo de estar al 200 por cien a disposición del Año Murillo, y que su único vínculo con la Bienal era preparar un gran concurso de comunicación, al que nosotros nos oponemos por considerarlo inadecuado y fuente de corrupción, ya que tenía un perfil similar de amañamiento bastante preocupante. También estaba María José, técnica de Cultura, que es la única con la que hemos podido establecer un trabajo. Por último, está José María Sousa, de baja por enfermedad. Así, he estado dos meses sin ninguna persona de secretaría, no podía ni entrar en internet por un problema con las claves, y el último viernes tuve hasta que limpiar el despacho y sacar la basura, porque nadie se ocupaba de esos menesteres. Ese es el panorama.
—¿Es cierto que han estado trabajando todo este tiempo sin contrato? ¿Dos meses?
—Lo del contrato, aunque parezca fanfarronería, no me ha preocupado nunca. No he venido a ganar dinero ni a buscarme un puesto fijo. Pero esto ha sido solo el colmo de una serie de situaciones muy molestas, que me han dado la impresión de que estos dos meses iban a ser el principio de un calvario, para acabar haciendo una Bienal que no es la que yo quería. A mí me ponen en el candelero un 18 de julio –yo no quería, los viejos le tenemos cierto reparo a esa fecha–, pero desde principios de ese mes yo ya estoy aquí. Cuando compruebo tras dos meses que no hay ni un papel firmado, que todas las conversaciones siguen igual, que todo en el camino son obstáculos... Esta Bienal estaba levantando un entusiasmo grande entre la gente corriente y los artistas flamencos. Ver esa ilusión, y comprobar por otra parte la distancia del equipo burocrático, es tremendo. He estado desde que empecé queriendo hablar de persona a persona siquiera media hora con Muñoz, y no he podido. Siempre ha estado rodeado de funcionarios, pero yo no he podido decirle lo que le dije al final por carta. Lo más que me dijo es que me acercara por el Ayuntamiento, que intentaría salirse del pleno y hablaría conmigo. Es descorazonador, me parece que le importa tan poco la Bienal y lo que estamos haciendo... Y cada vez que hablo con la autoridad, lo único que encuentro es la palabra interventor. Entiendo que la maquinaria está para que los chorizos no se lleven el dinero y no se aprovechen, pero muchos no somos chorizos y queremos trabajar. Y si para trabajar hay que mentir, las leyes están mal...
—Pidió las cuentas de las pasadas ediciones de la Bienal. Según usted, ¿están bajo sospecha?
—Nosotros no hemos venido a sacar los trapos sucios de nadie, sino para hacer una obra de arte. Pedimos las cuentas solo para saber cuánto se ha gastado en publicidad, en infraestructuras, en hoteles, en viajes, y ver de qué manera podemos trabajar con un presupuesto que dirijamos, sin que se nos obligue a un concurso de promoción donde estaba puesto, por ejemplo, una presentación en París. La Bienal no necesita eso, se vende sola.
—¿Está convencido de que la Bienal no necesita promoción exterior?
—La promoción está hecha, el problema es que la web de la Bienal está cerrada desde mayo. Esa página abierta es la única propaganda que necesitamos, y que los sevillanos sepan que hay entradas, más que esa política de propaganda triunfal, un poco cateta y ridícula que hemos visto en los últimos años, de que estaba ya todo vendido no sé cuántos meses antes: eso es mentira, como todo el mundo sabe. Si un espectáculo se llena, lo que hay que hacer es dejar el día siguiente libre para programar otra función, por ejemplo. Habría que preguntar a Antonio Muñoz, por qué está cerrada esa web, y que diga la verdad. Yo lo sé, pero no me corresponde a mí decirlo.
—Cuando Cristóbal Ortega cesó, dijo que ya tenía la Bienal montada. Usted también. ¿Dos proyectos montados y nada sobre la mesa?
—De la primera no tengo por qué pronunciarme. Vi el documento y lo mejor es que haya sobre él un silencio piadoso... Solo quiero aclarar que no es el 20 aniversario de la Bienal, sino la Bienal número 20, y el 38 aniversario. No hace falta ser matemático para saber eso. En todo caso, quiero que Sevilla sepa lo que se va a perder, una programación para la cual ya había embarcado a José Manuel Gamboa, Diego Amador, José Antonio Rodríguez, Dani de Morón... Solo me queda pedirles disculpas y publicar cuanto antes los elementos de ese programa, para que el Ayuntamiento y la opinión pública los conozcan.
—Ha pedido la excomunión de un periodista. ¿Se siente maltratado por la prensa?
—Lo hice porque ese periodista miente, y eso no se puede consentir. Es un malhechor, una mala persona que utiliza su poder para hundir a los que no considera de su condición. Lo de la excomunión es una broma para explicar que es una mezquindad decir que he contratado a uno de Podemos, y no a un hombre muy capaz, y si Sevilla no le da la oportunidad de demostrarlo es que la administración es igualmente mediocre, malvada y vengativa. ¿Cómo se puede pretender hundir de manera tan miserable la carrera profesional de un hombre íntegro y cabal como Miguel Ángel Vargas? No, no merece la excomunión: merece el desprecio social, porque ejerce en su oficio la manipulación y la maldad.
—¿Teme que su nombre salga manchado de todo esto?
—Mi nombre está manchado por los siglos de los siglos, pero no me preocupa [risas]. Voy a cumplir 70 años, me voy a poner a escribir las cosas que tengo pendientes. Ya los flamencos saben quién soy. Lo que me duele es que mis nietos se preocupen, pero ya hablaré con ellos y les diré lo que pienso. Estoy contento porque he salido del infierno, pero para nada me afecta y voy a seguir combatiendo por mis ideas. No me retiro, me voy a quedar en Sevilla este año.
—¿Habría alguna forma de que se arreglara el tema de la Bienal con ustedes?
—Por mi parte, sí. Hubo una fórmula, la tercera que se nos ofreció y que yo llegué a aceptar, que es que el Ayuntamiento me contratara como un arquitecto, por el proyecto, y luego contratara a Miguel Ángel para ejecutarlo como director de producción. Uno lo diseñaría y otro lo ejecutaría. Tras varias semanas, el interventor dice que no lo ve. Sería una solución, pero está en sus manos. ~