Cafarnaúm (****)

Líbano 2018123 min.

Dirección Nadine Labaki Intérpretes Zain Al Rafeena, Yordanos Shiferaw, Boluwatife Treasure Bankole, Kawthar al Haddad, Fadi Kamel Youssef, Cedra Izam, Alaa Chouchnieh, Nadine Labaki.

Drama

El texto final de la Convención sobre los Derechos del Niño, se trata de un tratado internacional que reconoce los derechos humanos de los niños y niñas. Este se aprueba el 20 de noviembre de 1989 y se convierte en Ley al año siguiente. En la actualidad, salvo Estados Unidos, la Convención ha sido aceptada por todos los países del mundo. Su cumplimiento es obligatorio para todos los países que lo ratifican. La realidad de cómo lo desarrollan es otra.

El texto se compone de 54 artículos y en ellos se recogen los derechos económicos, sociales, culturales, civiles y políticos de niños y niñas. UNICEF es la entidad encargada de velar por su cumplimiento. Desde hace unos años existe en España una iniciativa impulsada por esta entidad que anima a los organismos públicos a realizar un esfuerzo en pro y beneficio de la infancia. Se trata de un reconocimiento público como Ciudad Amiga de la Infancia, y que obtiene cualquier ciudad, pueblo, comunidad o sistema de gobierno local comprometido con el cumplimiento de los derechos de las niñas, los niños y adolescentes de acuerdo a la citada Convención. A pesar del ingente trabajo de UNICEF, en la provincia de Sevilla sólo 19 municipios, incluida la capital, tienen este reconocimiento. Es sólo la muestra de lo poco que interesa este colectivo en una parte del mundo desarrollado.

Según datos de la misma UNICEF, España es el tercer país en pobreza infantil en la Unión Europea, sólo superada por Rumanía y Grecia. Han pasado cuarenta años de democracia y aún no hemos sido capaces de dar el salto en invertir y proteger a los colectivos más vulnerables, infancia, juventud, tercera edad y personas con diversidad funcional. Quienes tienen la responsabilidad política de mejorar la vida de las personas también tienen prioridades, asuntos como el culto al ladrillo, la construcción de costosas infraestructuras y la subida de la bolsa.

Cafarnaúm cuenta la historia de un chico de 12 años que vive en Beirut y que decide demandar a su padre y a su madre por haberlo traído al mundo. Sin atención alguna y descuidado, su vida es un infierno. Vive de cualquier manera, sin la mínima atención junto a hermanos y hermanas. Su tiempo lo dedica a la venta ambulante de productos dudosos. Sus progenitores jamás le han dado una muestra de cariño. El sistema no sabe ni que existe.

Hay que tener una sensibilidad de animal de charco, vivir encerrado en una urna, o predicar desde la superioridad moral de un púlpito, para inhibirse o no apreciar la terrible fábula que nos cuenta Labaki. Es cierto que el drama es tan tremendo que hiere verlo, y que su entorno es tan lacerante que humanamente nos supera. Y lo hace, sobre todo porque la desgracia y el dolor lo protagonizan dos infantes, un excepcional Zain Al Rafeeea y un adorable Boluwatife Treasure Bankole. Encima lo hacen bien. Lamentablemente, historias como estas o muy parecidas, ocurren en las periferias de nuestras ciudades y pueblos.

La infancia y la adolescencia no están en la agenda política, ni de países ricos como el nuestro, ni en los que están en vías de desarrollo como el que retrata la directora. Y por eso esta película es necesaria, porque enciende las alarmas y da visibilidad a un colectivo débil, olvidado y que carece de voz. El cine es arte y entretenimiento pero también es una poderosa herramienta que sirve para dar luz, sensibilizar y denunciar las injusticias. Así que menos golpes de pecho defendiendo patrias, trapos de colores e himnos y dedicarse más a lo que es verdaderamente importante. Porque ni lo uno ni lo otro, ni los cánticos protegen, educan, dan de comer, ni abren las puertas para un futuro mejor.