La obra poética de Miguel Veyrat (Valencia, 1938) ha ido consolidándose sin descuidar su coherencia. Después de Instrucciones para amanecer (2007), que será reeditado en breve, y Poniente (2014), ha venido configurando una tetralogía que alcanza hasta su título más reciente, El hacha de plata (La Isla de Siltolá).
«Este libro nació al mismo tiempo que Pasaje de la noche. En una misma oleada o tsunami en este caso, de inspiración», explica. «Cuando me di cuenta de que salía un libro de más de doscientas páginas, decidí dividirlo en dos, pero si te fijas existe una continuidad semántica.
«Sería como una tetralogía del viaje hasta ese momento, hora azul e incierta, entre dos luces, que se describe al final de El hacha de plata, antes de amanecer, cuando aún no es de día ni la noche ha terminado. A partir de ahí, se inicia de nuevo la palabra. Amanece», prosigue el poeta.
Según Veyrat, «tras el ocaso de Poniente y previo a la recepción de las Instrucciones para amanecer, llega el Pasaje de la noche donde se elaboran los mitos, los sueños, se despiertan la pasiones, baila Koré, Gorgo se coloca la máscara, las bacantes danzan, en fin el pensamiento se elabora en el reino de Dioniso y finalmente llega el momento, donde se suspende el tiempo; es el momento de la aparición del fantasma del padre de Hamlet con el canto del gallo... llegan el día y la noche al mismo tiempo, cuando ella, la sombra, aún no se ha diluido. El hacha de plata, obviamente, corta el tiempo a favor de la luz».
Veyrat, cuyo primer libro «en serio» vio la luz en Adonais en 1975, comenta que «nunca he dejado de publicar y ya van casi treinta títulos sólo de poesía». En su búsqueda de lectores, afirma, «Facebook en ese sentido es de una gran ayuda. Publico un poema diario, contesto a preguntas, aclaro, y modestamente instruyo en lo posible y aficiono a la lectura de poesía a gentes que acaso no lo harán pensado anteriormente. Sí, lo he notado, he conseguido lectores, críticos y también editores... y sobre todo muchas amigos, la mayoría de ellos sinceros y leales. Lo cual para este país, ya es mucho», concluye.