Fuentes de la vida de Castilblanco

El agua y su suministro han determinado la vida en la población sevillana, donde actualmente siguen existiendo problemas con el abastecimiento doméstico y para la cría de ganado

08 jul 2017 / 22:03 h - Actualizado: 09 jul 2017 / 12:12 h.
  • Pilar Nuevo de Castilblanco de los Arroyos. / Francisco J. Domínguez
    Pilar Nuevo de Castilblanco de los Arroyos. / Francisco J. Domínguez
  • Azulejo del Pilar Viejo. / Francisco J. Domínguez
    Azulejo del Pilar Viejo. / Francisco J. Domínguez
  • El Pilar Viejo de la localidad, de 1906. / Francisco J. Domínguez
    El Pilar Viejo de la localidad, de 1906. / Francisco J. Domínguez

Los arroyos que surcan el término dieron apellido a Castilblanco. Aunque debieron ser las fuentes y los pozos que lo pueblan, tan determinantes en la vida local. Porque el agua, su suministro y los problemas derivados de ella han marcado al pueblo desde la antigüedad. Desde el abastecimiento doméstico a la atención a los viajeros y peregrinos o la cría del ganado, el agua ha sido la vida.

A lo largo del caserío, y en puntos estratégicos, históricamente se han ubicado pilares de agua que han sofocado la sed de una población que no conoció el agua corriente hasta mitad del siglo XX y se abastecía de fuentes. Con el agua manando de forma natural, en la actualidad subsisten tres.

El Ejido de la Fuente Vieja era la entrada histórica al pueblo. Allí se ubica el Pilar Viejo. Datado en 1906, el agua mana de un pilar de ladrillo, acumulándose en un abrevadero rectangular. El Pilar Nuevo se sitúa a pie de los camino de Santiago y San Benito. A pesar de su denominación, es el más antiguo. Desde un gran arco brota el agua a un gran abrevadero. Por último, el pilar de San José, aledaño a la Plaza Amarilla, es obra reciente, sustituyendo uno anterior. Este histórico Ejido de Amores contó siempre con una fuente pública, variando la ubicación hasta la actualidad.

Hasta los años 50 fueron la principal forma de abastecimiento. En 1956 se construyó un depósito en la Malena y se inició el suministro doméstico. Su capacidad insuficiente quedó de relieve en los 70, con la llegada del turismo. Se construyó entonces el pantano de la Marciega. Igualmente limitado, trajo restricciones veraniegas y un nuevo pantano, Los Molinos, en 1986. El fin del periodo de cortes fue celebrado con una fiesta de agua, tradición que se ha mantenido hasta la actualidad. Finalmente, la construcción de un depósito mayor, con capacidad para un millón de litros, aseguró el abastecimiento.

Aún así, el servicio no es óptimo. «De octubre a junio no hay problemas», explica Fernando López, concejal de servicios. «En verano, con el triple de población y las piscinas baja la presión». La capacidad de la red y el funcionamiento del sistema –donde el agua se abastece por su peso y presión– se ven mermados con el uso –y abuso–. No hay cortes, aunque la presión en momentos concretos es insuficiente, lo que afecta en el día a día.

«El agua es muy barata en Castilblanco». Ello provoca abusos en la época estival, agravados además por la urbanización Sierra Norte, fuera de toda regulación. «Al no poder controlarse el suministro, no existen reparos en derrochar», lo que supone un grave perjuicio. «La urbanización supera los 300.000 euros de deuda en agua», aunque «no la cortamos porque hay vecinos todo el año y debemos asegurarles el servicio». El consistorio colabora en el proceso de legalización de la urbanización, lo que permitirá regular esta situación «como ya ocurre en La Colina», cuya comunidad de vecinos «ha invertido 3 millones de euros para optimizar el abastecimiento».

Pese a ello, Castilblanco suministra «agua de calidad, sin restricciones aunque con problemas puntuales». Rigurosos controles sanitarios quincenales así lo certifican. Ello no quita cierta desconfianza en el servicio público, habitualmente «sin argumentos». Por esa cuestionada calidad, la vida del pueblo se ha visto afectada. Ejemplos son la limitación de consumo por altos niveles de aluminio en el agua en verano de 2011 o el brote de gastroenteritis en septiembre de 2015, que se saldó con la clausura de los tres pilares de forma temporal y con la clausura definitiva del de San José, donde se fijó el origen de la infección. «Me fío más del agua tratada de la red, pero hay quien asegura que siempre ha bebido del pilar y que nunca había pasado nada. No por eso iban a dejar de hacerlo». Con todo, el ayuntamiento ha colocado carteles visibles en los surtidores, indicando que el agua no es apta para consumo humano.

Es paradójico el hecho de que el pantano de Melonares, en término castilblanqueño, asegure el suministro de Sevilla y su área metropolitana y sin embargo la localidad no pueda abastecerse de él. «Los equipos de gobierno de entonces estimaron destinar las obras y fondos de compensación en otras cuestiones, en vez de conectarnos al pantano para asegurar nuestro abastecimiento. Conectados a Melonares no gastaríamos más de lo que entra, como pasa en verano».

Pese a ello, el suministro de agua está asegurado. «En un futuro tendremos que integrarnos en un consorcio, algo que ahora no es factible por la necesidad de infraestructuras». Como también ocurre con la nueva estación de tratamiento de agua potable, cuyo coste no pueden asumir y «la Junta no subvenciona por no pertenecer a ninguno».

El agua no falta ni ha faltado en Castilblanco. Ni en los pozos, ni en los pilares ni en la red doméstica. El visitante, el peregrino y el ciudadano, como siempre, podrá acceder a este servicio. Históricamente en las fuentes públicas, hoy con un abastecimiento de calidad donde, a pesar de las limitaciones, se pugna por asegurar el preciado bien que en tal medida determina la vida.